Un libro y una charla
Sobre el libro “Laboratorio Uruguay” escribí hace poco. Sobre la charla —que, al igual que el libro, recomiendo— escribí hace muchísimos años. De ambos voy a volver a ocuparme ahora.
El libro, escrito por dos argentinas destacadas y competentes, tiene como subtítulo “el pequeño gigante que sorprende en América Latina”. Cuando leí eso en la tapa pensé: este libro debe ser un producto de ese encandilamiento cariñoso de los argentinos hacia nosotros, potenciado ahora por el absoluto desastre que reina allá; imaginé algo así como las declaraciones de Susana Giménez explicando por qué se vino a vivir en Punta del Este. Pero nada de eso. El libro de Silvia Naishtat y María Eugenia Estenssoro es un libro en serio y recomiendo su lectura.
El libro comprende una primera parte histórica e incluye luego una serie de entrevistas a políticos e historiadores contemporáneos. De todo ello las autoras extraen una resultado sintético: el Uruguay es una República de iguales. Ese concepto es algo que forma parte de eso que cualquier uruguayo siente y dice de su país cuando algún extranjero lo obliga a definirse. En niveles académicos lo escribió y lo hizo célebre Real de Azúa y posteriormente Rama. Es ese un relato en el que los uruguayos nos sentimos representados. De cuando en cuando se pone en escena y llena todo el escenario como cuando Sanguinetti y Mujica renuncian en simultáneo a sus bancas y dejar el Senado en un abrazo.
Después las autoras pasan a hablar de un Uruguay que les resulta admirable y del que los uruguayos no hablamos tanto. “Somos el segundo mayor productor de energía limpia del mundo. Somos el primer país que le dio una laptop a cada niño en la escuela. Somos el tercer país exportador de software per capita del mundo. Somos líderes en gobierno electrónico. Tenemos el mayor tendido de fibra óptica y telefonía de la región. Desarrollamos y testeamos los videojuegos más populares del planeta. Producimos satélites que están en órbita y sofisticados dispositivos médicos. Organizamos la primera copa mundial de robótica y llegamos al podio”. (pág. 247). Todo —agrego yo— en un mix interesante entre lo privado y lo estatal.
Si uno compara todo esto con la retórica que se oyó en el reciente acto por el 1° de mayo, incluido saludo a la revolución cubana, condena al capitalismo y los reclamos propios de cien años atrás, se quiere morir. Y aquí entra la charla.
El Frente Amplio no tiene contacto (ni aprecio) con el primer Uruguay.
Hace mucho tiempo, cuando Gustavo Leal era un joven indocumentado (al decir de García Márquez) pero promisor, dio una charla en la Asociación Psicoanalítica del Uruguay a la que fui invitado y asistí. Allí Leal expuso que no hay un Uruguay sino tres. Uno es el del Clemente Estable y de cultivadores de arroz que sacan 200 bolsas por hectárea. Otro es el Uruguay de las rutinas, de la instalación en la seguridad, la aversión al riesgo y al cambio (el Uruguay del empleo público y de Benedetti). Y un tercer Uruguay que es el de la marginalidad, por fuera de todo, sin proyecto y sin esperanza de nada.
Vienen tiempos electorales. El Frente Amplio no tiene contacto (ni aprecio) con el primer Uruguay; está cómodo y habla para el segundo Uruguay. El Partido Nacional en el gobierno ha tenido visión y discurso para el primer Uruguay… pero no todos sus dirigentes lo entendieron. Los tres Uruguay votan… pero hay un solo futuro para el Uruguay.