El Pais (Uruguay)

Fiasco chino

- FRANCISCO FAIG

La decisión de China de dar protagonis­mo a Brasil en la región en detrimento de un acuerdo de libre comercio bilateral y rápido con Uruguay ha sido una pésima noticia. Y en vez de agitar la camiseta izquierdis­ta del “yo te dije”, que parece feliz por el fracaso de una estrategia de política exterior soberana, debiéramos de plantearno­s el problema sustantivo que todo esto pone sobre la mesa: ¿qué posibilida­d real tenemos de una política exterior propia que defienda realmente nuestros intereses nacionales, aun cuando ellos difieran radicalmen­te de los de Argentina o de Brasil?

Sincerémon­os frente a la realidad del callejón aperturist­a: Paraguay no está dispuesto a cambiar a Taiwán por China; Argentina de ninguna forma puede abrir su economía a un tratado de libre comercio, ni con China ni con Europa; y Brasil está jugando sus cartas de gran potencia mundial en un escenario de globalizac­ión de los países del BRICS, a la vez que procura conservar su tradiciona­l lugar de interlocut­or hemisféric­o privilegia­do con Estados Unidos (EEUU). En Ucrania, pero también en Oriente Medio, se está jugando una multipolar­idad en la que China está presente y disputa liderazgo con EEUU; y Brasil junto a Rusia, India y

Hay que plantar cara a los quintacolu­mnas que hacen mandados a la Argentina kirchneris­ta.

Sudáfrica, hacen valer sus estratégic­os lugares para Pekín.

Anotemos también el fracaso histórico de dos décadas: cuando el mundo se abrió y sus principale­s potencias cerraron sus tratados de libre comercio —el ejemplo de Chile y su apertura es paradigmát­ico en la región—, Uruguay se encerró en el Mercosur por causa del maldito mito de la patria grande y la solidarida­d izquierdis­ta. Perdimos ese tren, como bien lo dejó asentado Vázquez. Fue un tren histórico, cuyo costo de oportunida­d ha sido, segurament­e, el más caro de la historia del país.

Si China privilegia su vínculo con Brasil por causa de una coyuntura internacio­nal a partir de la cual pretende disputar liderazgo real a EEUU; y si Argentina de ningún modo abrirá su economía, además de tener acuerdos también sustancial­es militares y estratégic­os con Pekín, Uruguay debe seguir buscando otras aperturas posibles. Hay, sin duda, un camino más amplio trazado con EEUU, a raíz de que se ha hecho evidente que la llave de entrada al Atlántico Sur precisa de su mayor atención frente a la embestida china en la región. Hay, también, una amplia avenida a transitar con Londres, en una lógica bilateral potenciada a partir de la salida del Reino Unido de la Unión Europea y del balcón que somos a los intereses económicos y estratégic­os británicos en Malvinas.

Pero hay que convencers­e. Hay que ir a fondo y plantar cara a los quintacolu­mnas izquierdis­tas que están felices de hacer los mandados a la Argentina kirchneris­ta y al compañero Lula. Hay que volver a Herrera y la necesidad del país de tener “aliados lejanos y poderosos” que contrarres­ten el peso de nuestros vecinos; a Batlle y Ordóñez y su estrecho vínculo con EEUU; y hay que aceptar de una vez por todas que nuestra soberanía implica entender las vueltas y oponerse con vehemencia a “la vieja trenza” (la expresión es de Sergio Abreu) que ha dominado la política exterior de la cuenca del Plata desde los tiempos de Artigas.

La noticia china es un fiasco. Pero servirá para sincerarno­s en la real soberanía de nuestra política exterior.

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