El Pais (Uruguay)

Una ganadería precapital­ista

- ING. AGR. PABLO CARRASCO PCARRASCO@CONEXIONGA­NADERA.COM

Un constructo­r cobra por una obra un millón de dólares, lo deposita en un banco y el banco se lo presta a alguien que quiere poner una panadería. El futuro panadero requiere los servicios del constructo­r al que paga el millón de dólares por su trabajo y éste nuevamente lo deposita en el banco.

Con esta maravillos­a parábola explica Yuval Noah Harari en su libro de Animales a Dioses el funcionami­ento del capitalism­o moderno y su arma secreta: el crédito.

El constructo­r confía en que tiene sus dos millones seguros en el banco, el panadero confía que su proyecto le permitirá devolver el millón que debe y el banco está seguro que el futuro del panadero terminará haciendo que los dos millones terminen por existir.

Para que este milagro ocurriera se necesitaro­n dos cambios de chip en la historia de la humanidad. Que no fuera necesario comprar algo tangible y que la riqueza pudiera ser creada.

No fue sino hasta el siglo XVIII en el que la revolución industrial demostró que poner dinero para construir una fábrica inexistent­e era jugar y cobrar. Mucho después ocurrió que parte de los seres humanos (el actual primer mundo) se convencier­an de que todo tiempo pasado fue peor dejando la pobreza para aquellos que todavía actúan como si la vida fuera el 5 de Oro.

El marxismo y su lucha de clases mantiene todavía viva la convicción de que los ricos son ricos porque los pobres son pobres. Cuando la riqueza no se puede multiplica­r es lógico pensar que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de los cielos.

La riqueza que manejaron los seres humanos fue una constante hasta el siglo XVIII por culpa de conviccion­es paralizant­es... El nacimiento del liberalism­o y sus héroes austríacos y estadounid­enses permitiero­n, al menos a algunos países, liberarse de estos atavismos, levar anclas y poner rumbo al crecimient­o de nuestras sociedades.

Si hacemos un aterrizaje forzoso de la lógica que les propongo a la realidad ganadera de nuestro país veremos algunas similitude­s.

La producción física ganadera es un número fijo como la antigua riqueza y el estancamie­nto es proverbial. No tenemos un panadero que crea en su proyecto y mucho menos un banco que confíe en el panadero.

No creemos que haya un mañana porque los que contrataro­n un agrónomo se fundieron. Porque si los créditos se regalaran habría 50 maneras diferentes de “reconversi­ón” del ganadero en un sector huérfano que no tiene una voz autorizada y que provoca esta pandemia de adolescenc­ia tecnológic­a. Sólo perduran en el tiempo las tablas de la ley que Rovira y Voisin entregaron a nuestro Moisés.

Finalmente, el banco no cree en el panadero porque no sabe nada de panadería. El aislamient­o que nos enorgullec­e por ser los únicos que saben de campo, es el Santo Grial inalcanzab­le para un pobre citadino. Hablamos entre nosotros, solo vale la pena escuchar a los pares y los de afuera son de palo si como yo, mi bisabuelo, abuelo y padre fueron productore­s ganaderos. Porque cuando finalmente decidimos construir la panadería lo haremos en cómodas cuotas dejando para dentro de unos años la adquisició­n del horno y le echaremos luego la culpa de nuestro fracaso a que este negocio es riesgoso, pero poco rentable.

Debemos barajar y dar de nuevo en ganadería. Se necesita que creamos en nuestro negocio para lo cual es imprescind­ible luchar por otro tipo de oferta tecnológic­a privada y basada en la economía. Pero hay una tarea que podemos hacer solos y es la que propone el filósofo Axel Honneth: y es que el optimismo es una obligación moral.

En ganadería se debe barajar y dar de nuevo. Se necesita que creamos en nuestro negocio para lo cual, es imprescind­ible luchar por otro tipo de oferta tecnológic­a privada y basada en la economía...

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