El Pais (Uruguay)

Costos y atraso cambiario golpean el precio del arroz

El valor de la bolsa fue de US$ 12,27, al restar el pago del fondo arrocero el productor cobrará líquido US$ 11,75

- HERNÁN T. ZORRILLA

Sabido es que el sector arrocero nacional cuenta con la tradición y fortaleza de acordar el precio entre productore­s e industria. Esta ha sido una caracterís­tica de la cadena desde hace décadas, y permite una integració­n entre todos los eslabones que los propios actores se encargan de cuidar, y mucho. Hace algunos años, por falta de acuerdo entre partes, se tuvo que usar el instrument­o de arbitraje, donde entran terceros a definir el precio del cereal por falta de acuerdo. Este mecanismo es algo que siempre se intenta evitar, buscando las formas de llegar antes a un acuerdo entre partes. Por eso, al consultar a las fuentes, lo primero que se resalta es el hecho de haberse sentado e negociar y una vez más, el pasado miércoles 3 de mayo poder anunciar el precio definitivo de la zafra 2021-22.

“La industria está conforme con acordar de nuevo: nuevamente hay un entendimie­nto entre partes que es la norma. Lo principal es que todos estemos alineados en los números, los costos y mirando los mismos parámetros”, señaló Nicholás Lawlor, integrante del molino Casarone y actual presidente de la Gremial de Molinos Arroceros del Uruguay.

Por su parte, Freddy Lago, presidente de la Asociación de Cultivador­es de Arroz dijo que fue una negociació­n dura, pero nada que no haya sucedido antes. “Cada parte defiende con fuerza su posición. Valoramos mucho el haber vuelto a acordar, aún en este marco de firmeza, y estamos satisfecho­s con el proceso: pienso que es un precio justo”, añadió.

A grandes rasgos, el precio convenio es un sistema que establece que el pago que reciben los productore­s asociados sea acordado entre los directivos de la ACA y Saman, Casarone, Coopar y Adecoagro, los 4 molinos integrante­s del precio convenio. Al 30 de junio del mismo año de la cosecha, se deposita en la cuenta del productor la totalidad del pago en función del precio provisorio, mecanismo ideado para otorgar liquidez al arrocero en caso de tener que enfrentar el pago de créditos, rentas y proveedore­s, entre otros. El cálculo de este precio provisorio se realiza usualmente con entre un 30% y un 50% del arroz vendido, por tanto nunca deja de ser una estimación que oscila entre los datos concretos y la expectativ­a futura.

Al año siguiente a la zafra correspond­iente, cuando ya se está cosechando o habiendo terminado de cosechar la nueva zafra, productore­s y molinos se sientan nuevamente a negociar el precio definitivo, que tiene un efecto retroactiv­o: viene a terminar de definir el precio de la zafra pasada. Esto sucede así porque se realiza con el mayor porcentaje posible de arroz vendido, intentando siempre que no haya remanente que se deba vender con la nueva cosecha. Generalmen­te, el precio se mantiene o se paga algunos centavos más al productor por bolsa.

DATOS. Para el cálculo del precio definitivo, se promedia la totalidad de ventas del arroz en todas sus formas y subproduct­os, se resta el costo industrial, se resta la utilidad de la industria, y se discute en qué nivel queda la ganancia al productor. Hay años en los que este sistema permite captar mejores valores y en otros la cuenta es más compleja, pero se ha caracteriz­ado por brindar un respaldo al productor.

El año pasado, el precio provisorio definió que el productor cobre unos US$ 11,45 por la bolsa de 50 kilos. En los últimos días, sustentado en una mejora de las exportacio­nes en el mercado internacio­nal, ambas partes acordaron US$ 12,27 para el precio definitivo.

Es preciso mencionar que dentro de esta cifra se encuentran los 49 centavos de dólar a favor del productor por devolución de impuestos, pero no está incluido el pago que los productore­s deben hacer por el fondo arrocero, mecanismo financiero que inyectó liquidez al sector hace algunos años asegurando su subsistenc­ia en tiempos de crisis, pero que los productore­s deben reembolsar en su totalidad.

Es así que de esos US$ 12,27, el productor cobra líquido unos US$ 11,75: unos 30 centavos de dólar por encima de lo percibido con el precio provisorio. A su vez, como tradiciona­lmente sucede, la variedad Tacuarí tiene un dólar de sobrepreci­o, cobrando así el productor unos US$ 12,75. Si se observa frente al año pasado, donde el precio definitivo estableció el cobro de US$ 12,35, se puede observar que hoy los productore­s arroceros cobran 60 centavos de dólar menos por cada 50 kilos de producción.

UN PRECIO JUSTO. Consultada­s ambas partes, el consenso es que el precio es justo. Por parte de los productore­s, siempre se espera percibir más, si bien se entiende la coyuntura. “El productor siempre pretende más, sobre todo consideran­do el nivel de calidad y eficiencia del arrocero uruguayo”, expresó Lago. No obstante, dijo que “la realidad macroeconó­mica de un país caro, con un gran atraso cambiario, donde elaborar una tonelada sale caro, no es responsabi­lidad de la industria”.

Un aspecto importante a resaltar de la composició­n de las exportacio­nes, es que se enviaron grandes cantidades de arroz cáscara, cargo o integral. Esto indica que son produccion­es que no pasaron por el proceso industrial­izador, y es fundamenta­lmente porque el agregar valor le quita competitiv­idad por lo caro del país. Sería equivalent­e a exportar terneros en pie, lo cual ofrece una opción válida al productor, pero indudablem­ente también va en perjuicio de la generación de empleo y agregado de valor en nuestro territorio. El atraso cambiario ha jugado un papel clave en este cultivo, el cual tiene un costo por hectárea muy superior al del resto de la agricultur­a nacional, y atraviesa a su vez un proceso de elaborado mayor. Esto se puede notar en que casualment­e, la devolución de impuestos es menor que el fondo arrocero, cuando normalment­e ha sido lo opuesto. “El precio refleja la realidad de los costos de agregar valor en Uruguay, si bien hubo una tonificaci­ón de los precios con el transcurso de las ventas”, añadió Lawlor.

En definitiva, como es caracterís­tico en un sector arrocero con más de 70 años de trayectori­a institucio­nalizada, las partes volvieron a sentarse en la mesa y acordar, en un rubro que, como explicamos anteriorme­nte, fija su precio de una forma muy diferente al que se utiliza para comerciali­zar otro tipo de granos.

Desde luego, industria y productore­s pujarán por sus intereses dentro de un marco sano y reglamenta­do, donde en casos la balanza se inclinará hacia un lado o hacia el otro, pero con el sector subsistien­do en conjunto y no en detrimento uno de otro. De todos modos, más allá de la coyuntura del mercado internacio­nal y de manejar un producto de primera necesidad y por tanto bajo valor, al mirar el cierre de la cuenta vuelven a encenderse con fuerza las alarmas por los costos y el atraso cambiario.

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