Entre mallas y cunas de oro
Jorge Antunes Montes | Montevideo
¡Y dale con la guerra de clases! Desde la izquierda siempre encuentran la ocasión para instalar el tema. Es una constante que se mantiene a más de un siglo y medio de su creación ideológica. Su intención es dividir en buenos y malos.
Quiero ser tajante al respecto y decirles que, en lo personal, opino que no hay mayor capitalista que un buen comunista.
Podría justificar esta afirmación con el sólo argumento que, a pesar de su ideología, en cuanto se hacen de algunos dólares, salen a comprar el celular americano de última generación o se van de excursión a Miami y esto, ya bastaría para confirmarlo.
Pero voy a analizarlo desde un punto de vista más concluyente y para eso amerita decir que los comunistas no califican a las personas por su bondad, principios o valores, su apego al estudio, al trabajo, su empatía con sus semejantes, su solidaridad; en resumen, con los aportes que hacen a la sociedad como individuos.
Ellos utilizan otros parámetros. Simplemente las catalogan en función a la cantidad de capital monetario que han acumulado y, en base a esto, dividen a la sociedad entre trabajadores explotados y despreciables burgueses explotadores, lo que justifica la consabida “guerra de clases”.
A partir de esta discriminación, despectivamente identifican con el mote de “nacidos en cuna de oro” o “mallas de oro”, a todos aquellos que con sus esfuerzos y virtudes han lograron hacerse legalmente de algún capital.
Y las preguntas que me vienen al respecto desde hace mucho tiempo son: ¿a partir de cuánto dinero se pasa a ser una mala persona e inmundo capitalista? ¿Y si los hijos que nacen en estas familias son una mala persona desde su gestación?
Parece un cuestionamiento absurdo, pero no lo es tanto. Reconozco habérselas planteado incluso a personas con ideología de izquierda, sin haber logrado ni una absurda respuesta y menos aún coherente.
A esta altura de mi vida tengo la sospecha o, más bien la certeza de que, si se establece esta premisa la mayoría de esos dirigentes políticos y sindicales que inoculan este veneno para dividir la sociedad, quedarían al descubierto porque seguramente están por encima de esos valores monetarios.