El Pais (Uruguay)

“La película va de gente y de amor”

- FERNÁN CISNERO

— Périphériq­ue Nord tiene una forma muy propia. ¿Cómo llegó a ella?

—Me importa el contenido, obvio pero me interesa la forma. Eso es es esencial y mi desafío es buscar un punto de vista, una forma, para contar una historia. Es un dispositiv­o que ya estaba en mi película anterior, que es algo diferente pero tienen una raíz en común: buscar una forma propia y original. En Périphéric ,lo que ves es lo que está rodado. Todo fue pensado antes.

—En eso de buscar la forma, está explícito en el nombre de su perro, Vertov, que remite al formalista ruso.

—Justo vi su primera película sonora (Entusiasmo, sinfonía del Donbass) en Cine Universita­rio acá en Montevideo. Obvio que es una referencia.

—El cine como un constructo­r de universos.

—La ciudad que ves en Périphéric no existe, es una construcci­ón de un montón de otras ciudades y no solo en Suiza. El cine que me interesa es el que construye una geografía inexistent­e.

—Inmigrante­s portuguese­s amantes del tuning en la noche de una ciudad construida.¿de qué va todo eso?

—Me gustan los autos, pero la película no es de eso. Va de gente y de amor. Está rodada de noche tiene que ver con el respeto por el trabajo de la gente que trabaja de día. El cine portugués tiene un vínculo con la inmigració­n pero siempre desde la perspectiv­a del trabajo y yo quería enfocarme en el hobby que es una manera de mostrar el trabajo sin mostrarlo.

—¿Cómo fue armando el mapa de esa geografía?

—La película funciona como un puzzle que se va desarrolla­ndo con las conversaci­ones que van aportando las piezas. Partimos de una idea de color pero una idea también de locaciones medio vacías como una representa­ción de lo que sienten ellos. Es gente medio

“Périphériq­ue Nord” se exhibe el jueves en Salto y el sábado en el Museo Atchugarry.

angustiada pero la película intenta ser una elegía a ellos. No me interesa hablar de gente que no me gusta. Y yo vengo de ahí, de la clase humilde. —Usa muchas veces un plano general fijo para las entrevista­s pero usted se mueve en el cuadro, casi como una coreografí­a. ¿Es para bloquear la escena o una ansiedad suya? —Hay una idea que el ritmo tiene que ver con la cámara y es mentira. Un plano fijo puede tener ritmo si hay cosas que pasan, si escuchas lo que se dice, si hay movimiento. En

Periphériq­ue hay planos de ocho minutos y la gente, creo, no se aburre porque pasan cosas. Y ahí están mis movimiento­s. La idea de coreografí­a es superimpor­tante.

—En esa construcci­ón el sonido juega un papel importante.

—Tiene que ver con eso de los planos generales. Quería que el público se acercase a los personajes por el sonido, no por la imagen. Me importa mucho trabajar la proximidad con el sonido porque la contempora­neidad es en imágenes. Toda la película es en sonido directo y mucho fue construido durante el rodaje.

—El auto está vinculado al arraigo y el desarraigo y están todos esos Audi y Mercedes Benz de los que alardean los portuguese­s al volver...

—Respeto eso porque es muy difícil estar afuera. Estuve en Suiza seis meses y no podría vivir ahí: es tan duro. No es como acá. Es medio triste. Tuve un accidente y estuve un montón de tiempo en el hospital y un amigo me decía “Paulo, Suiza no es un lugar para morir”. Por eso entiendo esa idea de volver a Portugal con un trofeo. Se sienten tan oprimidos que con esos autos se sienten parte de una comunidad. No tienen nada que ver con la humildad.

—¿Por qué el tuning?

—No es caro, es un desafío y es una cosa que puedes hacer en grupo y al mismo tiempo como dice (el director finlandés) Aki Kaurismaki, “en el auto de una persona, ves su personalid­ad”. Crean una complejida­d de sí mismos a través del auto. Y es tener una cosa de ellos en un país donde, por ejemplo, tener una casa es imposible. Su lugar es el auto.

—¿Cómo se estableció este vínculo con Uruguay?

—Vine por primera vez 2019 para mostrar en el festival de Cinemateca mi primera película y tenía un amigo de la escuela de cine que era medio brasileño, medio uruguayo y él trabajó en Periphériq­ue. Acá conocí a Diego Placeres que es medio brasileño y medio uruguayo y a Alex Piperno a quien volví a ver en Berlín cuando fue a presentar su película, Chico ventana. Y como ya teníamos tres integrante­s uruguayos, la nacionaliz­amos. Ahora estoy acá haciendo el montaje de otra película, La sabana y la montaña.

—Mi auto favorito de la película es su Celica rojo pero ¿cuál es el suyo?

—Ese auto es una construcci­ón de arte, no existe. A mi me encanta el Volkswagen G40 de Peter, el de la primera historia. De donde yo vengo había un montón de esos. Y es una locura como un auto tan chico puede llegar a una velocidad loca. Sí, el G40.

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