El Pais (Uruguay)

Las ventajas de consumir alimentos fermentado­s

Los fermentos artesanale­s aportan múltiples nutrientes y nuevos sabores

- TATIANA SCHERZ BRENER

Para alimentarn­os mejor, a veces debemos mirar hacia atrás y retomar prácticas que existen desde antes de que la industrial­ización se adueñara de nuestra dieta. Tal es el caso de la fermentaci­ón, un proceso descubiert­o hace al menos diez mil años que ahora está en auge. Algunos de los alimentos fermentado­s que están incorporán­dose a la dieta de los uruguayos son el miso, el tempeh y el natto.

MISO. La fermentaci­ón es un proceso natural, propio del metabolism­o de muchos microorgan­ismos. Ocurre cuando ciertas bacterias o levaduras transforma­n determinad­as sustancias orgánicas en otras, mejorando el sabor, la textura y las propiedade­s nutriciona­les de algunos alimentos.

Los alimentos fermentado­s son fundamenta­les en la gastronomí­a asiática. El miso, por ejemplo, es de origen japonés y se hace tradiciona­lmente a base de soja y algún cereal inoculado con el hongo Aspergillu­s oryzae, expuso Andrea Billar, fundadora de Hakko Fermentaci­ón Natural. Tiene una textura similar al hummus, pero es más salado y espeso.

El proceso se inicia cuando las esporas del hongo —cuerpos microscópi­cos que forman un polvo— entran en contacto con el cereal (usualmente arroz) y la legumbre (usualmente soja). En Hakko utilizan soja orgánica y también hacen versiones con garbanzos, porotos negros y lentejas. Además, se agrega sal.

La magia sucede en una cámara de fermentaci­ón: “Es un proceso controlado porque el hongo necesita cierta temperatur­a y humedad para desarrolla­rse”, explicó Billar.

La fermentaci­ón modifica el alimento de tal forma que podamos aprovechar todas sus propiedade­s. La soja es “una legumbre extraordin­aria”, pero difícil de digerir para nuestro organismo. Entonces, la acción del hongo Aspergillu­s oryzae convierte los antinutrie­ntes —aquellos que interfiere­n en nuestra digestión— en nutrientes accesibles.

Además, el miso de fermentaci­ón natural y sin pasteuriza­r contiene micronutri­entes como hierro, manganeso, vitamina K y del complejo B, cobre, zinc, riboflavin­a, fósforo, magnesio, calcio, potasio y selenio, indicó Billar. También presenta “una importante cantidad de ácido dipicolíni­co, un alcaloide que tiene la particular­idad de unirse a metales pesados y otras toxinas, y expulsarla­s del organismo”, sostuvo.

A la hora de elegir un miso, es importante chequear su lista de ingredient­es. “Hay algunos que vienen con azúcar, coloran

tes o conservant­es, y eso no es para nada necesario”, comentó la experta.

Lo más común es incorporar­lo en caldos o sopas. “Puede agregarse en la cocción, pero, como es un alimento sin pasteuriza­r, lo ideal es ponerlo a último momento o directamen­te en el plato, para no perder los microorgan­ismos”, sugirió. También puede usarse como sustituto de la sal en salteados de verduras, guisos y salsas, entre otros.

TEMPEH. Los japoneses no son los únicos que desarrolla­ron el arte de fermentar. El tempeh es de origen indonesio y se produce a partir de granos de soja y esporas del hongo Rhizopus oligosporu­s. Pinar Koksel, fundadora de Aminoteka, expuso: “Después de pasar por la cámara de fermentaci­ón, los granos de soja quedan cubiertos por un micelio blanquecin­o que los une formando un bloque compacto y firme”.

Los ingredient­es son solo tres: legumbre, cultivo de Rhizopus oligosporu­s y vinagre de manzana. El resultado: una proteína vegetal. En Aminoteka utilizan soja orgánica y también tienen versiones de tempeh mixto (a base de garbanzos, quinoa roja y semillas de girasol), tempeh verde (a base de arvejas) y tempeh marinado (cortado y condimenta­do de modo que solo baste con dorarlo en el sartén lado a lado para comerlo).

Tanto el tempeh clásico como el mixto están certificad­os por la Universida­d de Manitoba (Canadá) como una proteína completa, lo que significa que “tienen todos los aminoácido­s esenciales para nuestro organismo”, afirmó Koksel. Una vez más, la fermentaci­ón permite aprovechar los beneficios de las legumbres sin los problemas digestivos que estas suelen ocasionar. De esta forma, el tempeh se destaca por la calidad de su proteína, que es de mayor digestibil­idad y tiene niveles más altos de aminoácido­s esenciales que otras proteínas vegetales.

Además, es un alimento rico en fibra y libre de colesterol y sodio. Contiene niveles muy bajos de grasas saturadas y carbohidra­tos y es una fuente de micronutri­entes, indicó la fundadora de Aminoteka.

El sabor es neutro y su estructura hace que sea muy versátil en la cocina. Puede comerse en sándwiches, ensaladas, tacos, milanesas o incluso solo, marinándol­o y cocinándol­o en la sartén. A su vez, pueden hacerse platos más elaborados: “Lo han usado hacer pasta e incluso para una preparació­n dulce”, contó Koksel.

NATTO. Otros alimentos fermentado­s se hacen con bacterias. Uno de ellos es el natto, de origen nipón, que parte de semillas de soja y bacillus subtilis var natto. Tras una fermentaci­ón controlada, los granos quedan recubierto­s por una viscosidad producida por la propia bacteria para protegerse.

Además de transforma­r los nutrientes de la soja y hacerla digerible para nuestro organismo, el natto tiene natoquinas­a,

La fermentaci­ón es un proceso natural del metabolism­o de microorgan­ismos.

Estos alimentos fermentado­s son de fácil digestión y gran fuente de nutrientes.

una enzima que ayuda a tratar enfermedad­es cardiovasc­ulares. También es una fuente importante de vitamina K2, la cual potencia la salud del sistema óseo y cardiovasc­ular.

Para consumirlo no es necesario calentarlo ni cocinarlo, pero, debido a su sabor fuerte, Billar recomienda condimenta­rlo y comerlo con arroz, ensaladas, guisos o sopas. Lo mejor es que sea de producción artesanal: “Los ingredient­es deben ser tres o cuatro, y nunca llevar azúcar o colorantes”, dijo Billar.

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FERMENTOS ASIÁTICOS. Las culturas de Asia están muy vinculadas a la fermentaci­ón: el tempeh es de origen indonesio, y el miso y el natto son de procedenci­a nipona.
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NUTRITIVOS. Los alimentos fermentado­s aportan macro y micronutri­entes para nuestro organismo.

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