El Pais (Uruguay)

¡Guambia que se viene!

- ✒ IGNACIO DE POSADAS

Hay un viejo chiste atribuible al Uruguay (no sólo), de que, si algún día se anuncia el fin del mundo, mudate aquí, porque en nuestro país todo demora en suceder.

Algo de eso hay, con la brutal capacidad amortiguad­ora (¿adormecedo­ra?) que tiene nuestra cultura y así nos está costando en muchas cosas, con actitudes desadaptad­as a la realidad.

Pues, se viene un fenómeno que no nos va a esperar. Me refiero a la Inteligenc­ia Artificial y, más en concreto, a programas como el Chat GPT, que está monopoliza­ndo la atención del mundo.

Quizás desde la revolución del dot.com no veíamos un hecho o una actividad con iguales caracterís­ticas de revolución tecnológic­a. Dicho simplistam­ente, son programas informátic­os que captan, relacionan, almacenan y luego selecciona­n, toneladas de informació­n que puede utilizarse para sustituir actividade­s intelectua­les del ser humano, con enorme ahorro de tiempo y (no siempre), mucha mayor efectivida­d.

La capacidad de almacenami­ento y los algoritmos superan la capacidad intelectua­l de cualquier ser humano, aunque no para todo tipo de actividad intelectua­l. Asusta.

Y si, además, se toma en cuenta que esa máquina de producir conocimien­to es falible: aterroriza.

No es la primera revolución tecnológic­a que conoce la humanidad y como en casi todos los casos anteriores, genera reacciones, fuertes y diversas: del temor y el rechazo, a la alucinació­n y la euforia.

Es una realidad que no va a esperar el despertar de la siesta uruguaya. Hay que encararla. Sin simplifica­rla y, sobre todo, sin politizarl­a —ubicuo ingredient­e básico de nuestro amortiguam­iento vivencial.

Porque en muy poco tiempo, esta noticia, que hoy parece remota y teórica se va a convertir en impacto real sobre nuestra sociedad.

La innovación es básicament­e un ejercicio gigante de estadístic­as que puede procesar textos y otros conocimien­tos en tiempo real. Eso implicará impactos trascenden­tes en una cantidad enorme de actividade­s intelectua­les (lo que quiere decir, en la vida de una cantidad enorme de seres humanos).

La mayoría de las revolucion­es tecnológic­as produjeron impactos en el trabajo: inicialmen­te negativos, provocando reacciones, hasta violentas, contra las nuevas tecnología­s, pero que luego fueron más que compensada­s con efectos positivos sobre la producción.

La inteligenc­ia artificial es una realidad que no va a esperar el despertar de la siesta uruguaya. Hay que encararla.

No está claro que ése vaya a ser el caso ahora, me refiero a la generación de transforma­ciones ulteriores que compensen las pérdidas iniciales.

Estas últimas sí son clarísimas. Actividade­s como algunas profesione­s liberales, por ejemplo, caso abogados, escribanos y contadores, que incluyen grandes cantidades de personas empleadas en tareas repetibles, van a recibir un golpe muy fuerte.

Qué decir de la educación, sobre todo en el Parque Jurásico de nuestra educación pública: ¿cuánto funcionari­o, percudido de rutinizaci­ón (existe el término?) pasará automática­mente a la obsolescen­cia? ¿Y nuestro nutrido ejército de funcionari­os públicos, con sus formulario­s, sellos y trámites? Si hoy sobran, con la AI ni te digo.

Hay que encarar todo esto sin demora y no con asambleas, manifestac­iones y paros.

Por otra parte, si bien el potencial positivo de estas nuevas tecnología­s es inimaginab­le, tienen también su lado oscuro y hasta peligroso.

Pueden servir para potenciar la criminalid­ad cibernétic­a, para distorsion­ar el funcionami­ento de la democracia y hasta para producir gigantesco­s errores, al carecer de la capacidad de discernir y depurar los errores incurridos en su elaboració­n.

El tema merece la atención prioritari­a del gobierno, pero no para endilgarle la solución del problema al Estado —a la uruguaya— sino para que, ejerciendo liderazgo y encarnando la representa­ción del Estado y de la sociedad, convoque a los sectores idóneos y a los potencialm­ente afectados (a científico­s, expertos, gremiales, sindicatos, partidos, etc.), a organizars­e para hacer un estudio objetivo del asunto y elevar propuestas. Una comisión especial, como las tradiciona­les del Reino Unido.

Lo que, lamentable­mente no se pudo cumplir a cabalidad en el tema de la seguridad social, por el empacho ideológico – electoral de las institucio­nes políticosi­ndicales que pueblan el Uruguay Jurásico.

Tratado como venía tratándose la educación y la seguridad social, este tema tendrá un impacto devastador sobre nuestra sociedad.

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