“Adaptar los buques a las profundidades del río”
@| En la mayoría de los casos, todos los procesos de dragado que se efectúan sobre cualquier espacio acuático para mantener profundidades de navegación, tanto de canales naturales y artificiales y asimismo espacios portuarios conexos, supone conformar una de las agresiones más profundas que la mano humana puede lanzar sobre el medio ambiente.
Un hecho probado en múltiples investigaciones elaboradas por diversos organismos donde se trasluce el impacto adverso que provoca el retiro y la posterior deposición de los materiales extraídos de los fondos marinos y fluviales, que afectan en grado superlativo a la vida acuática. Flora y fauna, más la calidad de las aguas, sufren un progresivo deterioro artificioso y agraviante sobre todo el entorno donde se establezca tamaña tarea.
El tema se halla a la vista donde hasta el más incipiente pescador artesanal podría informarnos del daño observable sobre nuestros recursos ictícolas.
En reciente carta publicada el 6 del corriente bajo la firma del Dr. Edison González Lapeyre se pone en el tapete que públicamente se habría propuesto una iniciativa de efectuar nuevos procesos de dragado, en este caso sobre los tramos inferiores del río Uruguay hasta la altura de Fray Bentos.
Dentro de su sapiente exposición surge un hecho que consideramos central en los terrenos del transporte marítimo y fluvial que es nada menos que esa lucha economicista entablada entre el calado de los buques y la profundidad del teatro acuático a ser navegado. Una ecuación que ya está sobre las mesas de trazado de los astilleros, impelida por muchas razones seguramente acentuadas por fuertes motivos de corte ambiental y ecológico, que a juicio de alguna inteligencia superior deberían ser razonablemente entablados y solucionados por fuera de los implacables números de la economía. “Adaptar los buques a las profundidades del río”.
En dicha carta subrayamos esta clarísima frase sustancial que bien vale extractar pues posee el reconocido peso y la erudición intelectual de una pluma que en los últimos años ha cubierto, sobre estas páginas y para fortuna del país, decenas de juicios sobre vivencias y acontecimientos de nuestra patria marinera, dejando suscritos criterios y nociones de notable relevancia que en todas circunstancias sabemos han calado hondo.
Solo el hecho de traer a colación que las grandes hidrovías europeas poseen una profundidad natural, bastaría para ir asumiendo por dónde vienen las grandes soluciones que el autor nos expone.