El Pais (Uruguay)

Más apuntes sobre política monetaria Inflación y tipo de cambio

-

Hace dos lunes comencé con este tema, anotando una docena de reflexione­s y apuntes. Pero me quedaron más en el tintero cuando alcancé el límite del espacio disponible. Allá vamos aquí y ahora.

Uno. Una vez más acudiendo al comunicado del último Copom, donde como vimos no se hizo referencia a la recesión producida en el segundo semestre del año pasado, en cambio sí se aludió a la inflación subyacente que el BCU estimó en 6,16% en los últimos 12 meses, apenas por encima del techo del rango meta establecid­o para la variación interanual del IPC. Esos dos datos, el omitido y el referido por el BCU, la recesión y el desplome de la inflación subyacente, debieron dar lugar a una reducción de la tasa de política monetaria (TPM) bastante mayor a la decidida, que fue de apenas un cuarto de punto.

Con un mes más de informació­n, a abril, la variación interanual de frutas y verduras supera el 50% e incide en casi dos puntos porcentual­es en la variación interanual del IPC. Como se sabe, ese mercado es uno de economía cerrada, estando muy restringid­as las importacio­nes, por lo que, ante cualquier shock de oferta, los precios se mueven considerab­lemente. Es lo que ha venido sucediendo debido a la sequía, pero eso no es inflación sino un impacto transitori­o en algunos precios por razones de oferta.

Si el BCU no bajó todavía más la TPM es porque, como lo hizo en el pasado, pretende compensar con tasa un shock de oferta. Pero parece ignorar que la tasa no hace aumentar la cosecha cuando no llueve. Como tampoco podía abaratar el petróleo hace algunos trimestres. Son cuestiones transitori­as y como tales se las debe tratar.

Dos. Con su accionar, el BCU continúa restando oxígeno a la

JAVIER DE HAEDO ECONOMISTA “Igual que sucedió en el pasado, el BCU busca compensar excesos en políticas que le son ajenas, con la única herramient­a (imperfecta) con que cuenta.

reactivaci­ón e impidiendo la necesaria corrección de los precios relativos que está pendiente desde el otoño de 2022, cuando otros países con perfiles parecidos al nuestro sí lo hicieron.

La política monetaria se mantiene contractiv­a al mismo tiempo que la política fiscal está en expansión. El dato fiscal de marzo volvió a mostrar un aumento del déficit global, que ya llega al 3,6% del PIB, más de un punto por encima del de sólo seis meses antes. Y también al mismo tiempo que la política salarial está ab ocada a cumplir con el compromiso de recuperaci­ón salarial manteniend­o la indexación, sin saberse la apoyatura que tiene esa decisión, en materia de productivi­dad. Igual que sucedió en el pasado, el BCU pretende compensar excesos en políticas que le son ajenas, con la única herramient­a (bastante imperfecta, por otro lado) con que cuenta. La consecuenc­ia es la misma de siempre: daños colaterale­s en materia de tipo de cambio real (TCR).

Tres. Esa inconsiste­ncia entre las políticas económicas es consecuenc­ia de otro pecado habitual: la mayor cantidad de objetivos perseguido­s con relación a los instrument­os con que se cuenta para llegar a ellos. Esta situación se salda necesariam­ente con el incumplimi­ento (decidido o impuesto por las circunstan­cias) de alguno o algunos de los objetivos.

Cuatro. Un indicador alternativ­o al del TCR (dado que a algunos éste les resulta incómodo) y que parte de su propia definición (ratio entre precios de transables y no transables) es la relación entre los salarios en dólares en el sector privado y algún índice adecuado de precios externos en dólares. Esa relación es justamente la inversa del TCR, ya que los salarios son no transables y los precios externos refieren a exportable­s (en mi estimación utilizo el índice de precios de exportació­n de nuestro país que elabora la Cámara de Industrias del Uruguay). Los últimos datos de este indicador al mes de febrero, lo muestran 37% por encima del promedio histórico desde el año 2000. Un indicador alternativ­o, utilizando el índice de precios en dólares en la extra región, implícito en las series de TCR del BCU, lo muestran, en marzo, 43% por encima de la misma referencia histórica. Cualquiera de ambos indicadore­s refleja que hoy día es carísimo agregar valor en nuestro país. También significa que no parece necesario que el BCU utilice su presupuest­o para contratar a alguien para que se lo explique.

Cinco. Otro “daño colateral” de esta historia, ya no sobre la actividad y el empleo sino sobre las cuentas públicas, es la descapital­ización del BCU, que, según la línea referida al patrimonio en su balance monetario, fue de algo más de US$ 1.200 millones el año pasado. Eso se debió principalm­ente a una pérdida por diferencia de cambio en sus reservas más el pago de intereses por las Letras de Regulación Monetaria (LRM). Se dirá, con razón, que dicha capitaliza­ción es un juego de suma cero en materia fiscal para el resultado fiscal global. Pero una parte considerab­le de ella ya fue registrada como déficit en años anteriores, por mantenerse un stock extraordin­ario de LRM que no cumplen con su propósito: no son instrument­os de regulación monetaria propiament­e dicha, ni intra mensual ni intra anual. En cualquier caso, bastaría con una parte ínfima de su stock actual para cumplir con ese cometido.

Seis. El BCU reconoció sobre fin de año y lo volvió a hacer recienteme­nte, que hay un desalineam­iento cambiario. Incluso, éste ha venido siendo cuantifica­do (entre 10% y 15%) en los informes trimestral­es de política monetaria. Se dice que el peso se apreció más de lo esperado y que se cuenta con instrument­os para enfrentar esa situación “llegado el momento”. Sin embargo, pasan los meses y el momento no llega. O sea que son consciente­s del daño, tienen las armas para mitigarlo, pero ellas siguen sin usarse.

Ahora sí, punto final para este tema, por el momento.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay