Timón al iceberg
La entrevista a Fernando Pereira que publicó Búsqueda en su edición de ayer, es por demás reveladora de la estrategia del Frente Amplio de cara a los futuros comicios. Está claro que en la primera parte, cuando critica la reciente crisis de la coalición con Cabildo Abierto, Pereira no hace más que aprovechar una circunstancia desgraciada que debió atravesar el gobierno, por la inexperiencia política y el estilo autoritario de uno de sus socios.
La cosa se pone interesante cuando desarrolla su análisis de la realidad actual. Para él “hay dos proyectos: el Frente Amplio y el Herrerismo”. Es evidente que con esa simplificación del amplio espectro oficialista, intentarán polarizar la opinión ciudadana en el viejo esquema de buenos y malos, indios y cowboys. Tergiversando el aporte histórico del Herrerismo al agregarle el mote pueril de “neoliberal” y omitiendo el de los batllistas del Partido Colorado y socialdemócratas del Partido Independiente, Pereira expresa la intención frenteamplista de “construir mayoría parlamentaria”, para con eso hacer un “cambio de timón, porque no aspiramos a un gobierno, sino a construir un ciclo progresista y que eso provoque cambios profundos para las próximas generaciones”.
Aparentemente, los quince años entre 2005 y 2020 no fueron un suficiente “ciclo progresista” que provocara “cambios profundos en las próximas generaciones”, por lo que los estrategas de la oposición están armando un nuevo sueño, tal vez similar al que vendieron en 2004, que terminó con un despertar a los sopapos: Pluna, Ancap, Regasificadora, Antel Arena, Tren de los Pueblos Libres, Envidrio y tantos otros.
Es la regla de oro de la comunicación política: el oficialismo ofrece la certidumbre de la continuidad y la oposición, la esperanza de un cambio.
Esa dialéctica siempre es desigual, porque alentar la disconformidad suele ser más fácil que convencer de lo que está bien. Por eso, y para avanzar un período más en el proyecto de país que empezó a concretar en este, el relato de la Coalición Republicana debe ser diferente al que devela ahora el presidente del FA. Seguramente será, además, más sólido y creíble.
Si ellos apuestan a la polarización entre progresismo y neoliberalismo, nosotros debemos clarificar la opción verdadera, que es entre populismo y república, entre colectivismo y libertad.
Entre quienes no fueron capaces de encarar los dos grandes cambios que el Uruguay requería —educación y sistema previsional— y quienes tomamos ambos toros por las astas y los impulsamos.
Entre quienes malgastaron recursos públicos para glorificar candidatos o ayudar a los amigos políticos, y quienes ponemos las cuentas en orden para que crezca la economía.
Entre quienes todo lo resuelven agregando y aumentando impuestos, y quienes aflojamos esa cincha para que el empleo y el salario mejoren en forma genuina. Entre quienes se suman a protestas pueriles y demostrativas de infantilismo, con tal de pegar al gobierno, y quienes ponemos por delante el respeto irrestricto a la legalidad, sin miedo a ejercer la autoridad conferida por el voto ciudadano.
La oposición está lanzada a la batalla persuasiva con las cartas a la vista. Corresponde al oficialismo formular su propio discurso, combatiendo la vieja cita de Goebbels de que una mentira repetida mil veces se toma por realidad.
Es imprescindible que los partidos de
Si ellos apuestan a la polarización entre progresismo y neoliberalismo, nosotros debemos clarificar la opción verdadera, que es entre populismo y república, entre colectivismo y libertad.
la coalición empiecen a acordar bases programáticas comunes, independientemente de los matices que quiera dar cada uno. Confrontar la caricatura de “gobierno herrerista” mostrando la rica diversidad de partidos que comparten los valores antedichos y se identifican en la más acendrada tradición democrática nacional, contraria a un marxismo caduco que aún hoy pretende simplificar las complejidades sociológicas, económicas y culturales, con eslóganes del siglo XIX.
Alcanzará con invitar a la gente a imaginar lo que hubiera sido la gestión de la emergencia sanitaria, en manos de quienes aplaudían al presidente clase A del país vecino y clamaban por encierro generalizado y subsidios inflacionarios. Bastará con comparar la economía del país peronista-kirchnerista, que tanto aplauden los dirigentes del FA incluso hoy mismo, con la baja de impuestos, recuperación del empleo y el salario y abatimiento de la pobreza que la Coalición logró en el nuestro, dentro del mismo período.
Si prometen un nuevo “ciclo progresista” y un “cambio de timón”, mejor imposible. Porque no será difícil convencer a la ciudadanía de la inconveniencia de embarcarse en semejante Titanic.