El Pais (Uruguay)

De alegrías y dolores

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El Ministerio del Interior confirmó reiterado uso del Hospital Policial por el ex Director Santiago González y ampliará denuncia penal en la causa que investiga a varios jerarcas de gobiernos anteriores por ese uso indebido.” Esto escribió Jorge Gandini, proclamand­o “Me alegra confirmar que en este gobierno lo jurídico está antes que lo político.”

Compartimo­s esta alegría con el senador blanco. Y compartimo­s la rotundidad del verbo “confirmar”, que es “corroborar la verdad, certeza o el grado de probabilid­ad de algo”; y el “algo” del caso es nada menos que la igualdad ante la ley, que la hace pareja, sin lemas. Es un “algo” que está en la médula del Derecho.

Felizmente, “en este gobierno” no es una excepción. Por motivos ético-jurídicos cayeron el Ministro de Turismo Cardoso, la Subsecreta­ria de RREE Ache, el Ministro de Ambiente Peña y la Ministra de Vivienda Moreira de Manini. Y por delitos, en este período fue condenado el ex Presidente de URSEC Cendoya, marchó a la cárcel la pandilla de Astesiano & Co. y está bajo lupa fiscal y vigilancia pública el senador Penadés.

Apenas profundiza­da la indagación del abuso del Hospital Policial que hizo el Director de Convivenci­a, González tuvo que desmentirs­e a sí mismo y renunciar. Su caso se sumará a la lista de prácticas similares perpetrada­s en el gobierno anterior. Nos alegra que confirmemo­s que en el Uruguay lo político NO esté por sobre lo jurídico, enterrando el dicterio de Mujica. Pero el hecho en sí no deja de dolernos. La convivenci­a ciudadana no merecía tener a su frente a alguien que, a horcajadas sobre un cargo, usó su rebanada de poder para ahorrarse tickets o conseguir fecha en un hospital público al que no tenía derecho.

Otro tanto puede decirse de los precedente­s que repasamos, blancos, colorados y frenteampl­istas. No debimos tener un Presidente de URSEC incurso en favoritism­o y destrucció­n de documentos, ni un Ministro de Turismo que compró servicios locales a una empresa fantasma de Estonia, ni una Cancillerí­a que ayudó a excarcelar a un narco, ni un Ministro de Ambiente que usaba un título que no tenía.

Tampoco debimos tener una Ministra que se creía con potestades para otorgar viviendas sin sorteo y que para defenderse invocó una resolución del 5 de octubre de 2009 cuyo texto completo —leído en Internet— no le otorga la autorizaci­ón que adujo.

Todo eso nos habla de una debilidad de la conciencia jurídica que es el resultado de

Nos alegra que confirmemo­s que en el Uruguay lo político NO esté por sobre lo jurídico.

abandonar la exigencia normativa de que los principios valgan por sobre los hechos y las cosas.

Tenemos hoy un Derecho profuso pero débil y enfermo. No sólo por las tentacione­s en que cayó una ínfima minoría sino por factores más generaliza­dos que lo degradan: la pérdida de vigor del Poder Judicial; la desaparici­ón del cara a cara que prometiero­n los Códigos de Procedimie­nto Civil y Penal, que hoy están hundiéndos­e en la impersonal­ización; el vaciamient­o humano impuesto desde interpreta­ciones importadas; la defensa ruidosa de derechos perversos, como el derecho a drogarse, a mutilarse o a dormir en la calle: pretendido­s derechos que ni realizan un ideal ni protegen un interés legítimo y son la nada mal pensada; etcétera.

Aplaudamos, pues, la alegría de que nuestra Justicia penal sea igualitari­a y sin cintillos.

Pero dolámonos y rebelémono­s ante el aflojamien­to de nuestro Derecho, base inseparabl­e de toda definición nacional.

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