El Pais (Uruguay)

Cumbre del G7: Ucrania, China y los nuevos desafíos de la IA

Los líderes de las siete economías más grandes se reúnen hoy en la ciudad de Hiroshima

- DAVID E. SANGER /

El presidente Joe Biden comenzó ayer jueves su breve viaje por Asia en Hiroshima, una ciudad que se dedica a recordarle al mundo lo que sucede cuando una guerra brutal se convierte en una nuclear. Allí se preparó para discutir con sus aliados más cercanos sobre dos temas cruciales: cómo armar mejor a Ucrania cuando entra en su contraofen­siva contra los invasores rusos y cómo frenar, o detener, la espiral descendent­e en las relaciones con China.

Ambos son ahora temas familiares para los líderes del G7, que se han mantenido sorprenden­temente unidos desde que Rusia comenzó su invasión a Ucrania hace 15 meses. Pero en algún momento durante los tres días de discusione­s, también se espera que los líderes del G-7 se aventuren en un nuevo territorio: las primeras conversaci­ones entre las economías democrátic­as más grandes del mundo sobre un enfoque común para regular el uso de programas de inteligenc­ia artificial generativa como GPT-4.

La inteligenc­ia artificial no estaba en la agenda inicial cuando el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, invitó a los otros seis líderes, junto con el primer ministro Narendra Modi de la India y, por video o en persona, el presidente Volodimir Zelenski de Ucrania, a la cumbre.

Pero a medida que el nuevo modelo de lenguaje de inteligenc­ia artificial de Openai hizo que las naciones de todo el mundo se enfocaran por primera vez en las posibilida­des de desinforma­ción, caos y destrucció­n física de infraestru­ctura crítica, el asesor de Seguridad Nacional de Biden, Jake Sullivan, comenzó a llamar a sus contrapart­es para buscar un acuerdo común.

No está nada claro que los líderes del G-7 (Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Canadá, Italia y Japón) puedan sostener una conversaci­ón sobre una tecnología que pareció irrumpir en la escena tan rápido, aunque desarrolla­da hace años. Los esfuerzos anteriores para lograr que el G7 aborde problemas de seguridad cibernétic­a mucho más sencillos generalmen­te se convirtier­on en lugares comunes sobre “asociacion­es público-privadas”, y nunca ha habido una discusión seria sobre las reglas para guiar el uso de armas cibernétic­as ofensivas.

Los funcionari­os estadounid­enses dicen que, en el caso de los chatbots, incluso una discusión básica vaga puede ayudar a establecer algunos principios compartido­s.

LA GUERRA. Pero cuando los líderes del G-7 se reúnan a partir de hoy viernes, será Ucrania quien dominará la conversaci­ón, en un momento crítico para Zelenski y para las principale­s democracia­s occidental­es que ahora tienen la misión urgente de lograr lo que Biden llama el “derrota estratégic­a de Rusia en Ucrania”.

Biden suele decir que Rusia ya está derrotada. Pero el temor que impregna a las siete grandes democracia­s aquí es que, a menos que la contraofen­siva tenga un gran éxito, Ucrania se hundirá en un conflicto sangriento y congelado en el que la mejor esperanza sería un armisticio, que recuerda al que puso fin a los combates en la Península de Corea hace 70 años.

Tal confrontac­ión parecía casi imposible de imaginar en 1997, cuando el presidente Bill Clinton y el primer ministro Tony Blair de Gran Bretaña invitaron a Rusia a convertirs­e en miembro de pleno derecho del grupo, ampliándol­o, durante casi dos décadas, en el G-8. Rusia fue “suspendida” después de la anexión de Crimea en 2014 y se retiró del grupo tres años después.

Ahora, con sus tropas ya tratando de destruir los depósitos de armas rusos antes de la contraofen­siva, Zelenski acaba de completar una serie de visitas rápidas a las capitales europeas para reforzar el apoyo al continuo gasto en armamento y ayuda militar. Se espera que se dirija virtualmen­te a los líderes del G7 en Hiroshima, pero ha habido conversaci­ones detrás de escena sobre si correr el riesgo de que vaya personalme­nte.

De cualquier manera, tendrá una gran audiencia. Además de India, estarán presentes como invitados los líderes de Australia, Corea del Sur, Brasil, Indonesia y Vietnam. Es parte de una estrategia más amplia de Biden y sus aliados para atraer a naciones que, en diversos grados, han sido indiferent­es a la guerra en Ucrania, negándose a condenar a Rusia con demasiada dureza, a aplicar sanciones o a suministra­r armas a Ucrania.

Cuando estuvo en Gran Bretaña, el primer ministro Rishi Sunak le dio a Zelenski un abrazo de oso y le dijo a los periodista­s: “Necesitan el apoyo sostenido de la comunidad internacio­nal para defenderse del aluvión de ataques implacable­s e indiscrimi­nados que han sido su realidad diaria durante más de un año. No debemos defraudarl­os”.

Gran Bretaña y los Países Bajos han estado presionand­o a Washington para que permita que Ucrania comience a entrenar en el uso de aviones de combate F-16. Pero así como Biden se mostró reacio al principio a entregar las baterías de misiles Himars y Patriot y otras tecnología­s, ahora se muestra cauteloso con el F-16, un avión que fácilmente podría alcanzar y golpear el Kremlin.

Por lo tanto, parece probable que Estados Unidos argumente en Hiroshima que los aviones de combate, aunque simbólicam­ente impresiona­ntes, serían tan caros que convendría enviar a Ucrania sistemas mucho más útiles y económicos, incluidas las defensas aéreas que han demostrado ser sorprenden­temente exitosas en derribar los misiles rusos.

Biden siempre ha sido cauteloso (demasiado cauteloso en la mente de Zelenski y algunos aliados de la OTAN) acerca de darle a Ucrania armas que él cree que podrían conducir a una rápida escalada de la guerra y a las renovadas amenazas de Putin de usar arsenal nuclear.

Gran Bretaña comenzó a darle a Ucrania otra arma de precisión con mayor alcance que el Himars de Estados Unidos, un sistema de misiles llamado Storm Shadow.

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