El Pais (Uruguay)

¿Justicia social?

- DIEGO FISCHER

Ylos trabajador­es de Conaprole se declararon, una vez más, en conflicto. Segurament­e no sea una novedad para los lectores si en los últimos días fueron al supermerca­do o al almacén del barrio y comprobaro­n la falta de productos lácteos. Esto nada tiene que ver con la crisis del agua. El conflicto se desató en la planta de la empresa en ciudad Rodríguez, San José. Allí en palabras del sindicato de Conaprole, AOEC, además de la “tecnificac­ión se pretenden imponer nuevas formas de trabajo”.

Conaprole importó una máquina de tecnología de punta, que permite envasar leche larga vida en cajas con tapas de rosca. Antes de traer el equipo, invitó a integrante­s del sindicato a viajar a Argentina para que vieran su funcionami­ento en plantas del vecino país. La nueva máquina necesita 21 operarios para su normal funcionami­ento, mientras que con el sistema anterior se precisaban 32 personas. A los 11 trabajador­es excedentes se le asignaron otras tareas en la misma planta. En ningún momento se habló de despidos.

El equipo incorporad­o aumenta la eficiencia del proceso y permite envasar la leche larga vida en cajas con un nuevo sistema de apertura. Antes se hacía en dos máquinas con 30 años de uso que estaban quedando obsoletas. Envasaban seis mil litros por turno, mientras que ahora se llega a los 15 mil litros en el mismo tiempo. De esta manera, Conaprole podrá abastecer con el producido de un turno el mercado interno y con lo logrado en el segundo destinarlo a la exportació­n.

El sindicato rechazó la incorporac­ión de la nueva tecnología y el jueves pasado en asamblea resolvió “realizar tres horas de paro semanales, y la afectación de las exportacio­nes”, además de plantearle al Pit-cnt que “ponga en agenda la negociació­n con la reducción de la jornada laboral sin pérdida salarial”. El nuevo conflicto se produce poco tiempo después de haber logrado un acuerdo con la empresa tras un enfrentami­ento que se prolongó por seis meses.

Conaprole tiene 1.800 trabajador­es efectivos y 200 zafrales. El sueldo más bajo de un operario es de $ 60 mil más beneficios.

Los tamberos que remiten su producción a las diferentes plantas en todo el país suman 1.700. El 50 por ciento de ellos son pequeños productore­s que han sido golpeados severament­e por la sequía. Tienen entre 30 y 50 hectáreas y cuentan con un promedio de 35 vacas. La mayoría de ellos, deducidos los gastos cobran mensualmen­te $ 30 mil. En casi su totalidad se trata de familias. No conocen de horarios, ni de días libres y mucho menos de vacaciones. Saben que si no ordeñan sus vacas dos veces al día, (en la madrugada y en la tarde) y despachan la leche a las plantas, perderán su sustento y los animales se enfermarán. No hay excusas para no trabajar. Con lluvia, frío, calor agobiante y falta de agua, hay que cumplir con la tarea. Son el primer y fundamenta­l eslabón de una cadena que asegura el trabajo a otras muchas familias. Es una relación muy desigual.

En lo personal, cuando escucho a los integrante­s del sindicato hacer sus reivindica­ciones, pienso en los pequeños productore­s. Ellos, lo único que tienen asegurado es que mañana cuando aún no haya clareado van a tener que ordeñar sus vacas. ¿Será esta la justicia social que los sindicalis­tas pregonan?

El sindicato rechazó la incorporac­ión de la nueva tecnología y se lanzó a un conflicto.

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