El Pais (Uruguay)

“Seis meses en el purgatorio y no dos años en el infierno”

- INÉS SANTAEULAL­IA

—¿Qué hará como presidente en los próximos meses?

“Estaba tranquilo, la oposición no tenía los votos para destituirm­e”.

—Gobernar con un enfoque especial en cuatro temas: seguridad ciudadana, salud, educación e infraestru­ctura, intentando hacer en seis meses lo que teníamos previsto hacer en dos años.

—¿Se siente cómodo gobernando por decreto?

—En primer lugar, no es que uno gobierna solo por decreto. La regla establecid­a en el artículo 148 de la Constituci­ón dice claramente que puedo dictar decretos ley de emergencia económica, nada más, y que deben de pasar por la revisión de la Corte Constituci­onal. Por lo tanto, no estoy solo. Hay un contrapeso al Poder Ejecutivo en la Corte Constituci­onal.

—Hacer campaña desde la Presidenci­a y sin el contrapeso de la Asamblea ¿no puede desvirtuar el proceso electoral?

—Esta es la primera experienci­a de Ecuador en la aplicación del artículo 148, que le permite al presidente disolver la Asamblea. Le voy a confesar con claridad: el régimen en Ecuador es un régimen presidenci­alista y este artículo 148 correspond­e más a un régimen parlamenta­rio. Hay una suerte de híbrido ahí. Nunca me ha gustado, pero no me quedó más alternativ­a que aplicarlo frente a un bloqueo de parte de la Asamblea que produjo una crisis política sin solución.

—¿Quién está detrás de eso que usted considera una persecució­n política?

—En dos años de Gobierno ha habido cuatro intentos de destitució­n. No quiero creer que esto se produce porque mi Gobierno ha incautado en dos años 420 toneladas de droga, que equivale a cinco veces lo que incautaron los dos gobiernos anteriores en los 15 años previos a mi gestión. Y no quiero creer tampoco que estoy frente a un juicio político por haber luchado contra la corrupción.

—¿Quiere decir que hay nexos entre el narco y la política?

—Eso es lo que quiero decir. Lastimosam­ente, en los 15 años previos a mi Gobierno se produjo una suerte de vinculació­n entre la política y el tráfico de drogas.

—¿Realmente cree que habría perdido la votación y lo habrían destituido?

—La decisión que tomé va más allá de ese análisis. Yo fui a la Asamblea, di la cara, me defendí y di argumentos claros. En primer lugar, se trata de contratos firmados en el Gobierno anterior, no en el mío. En segundo lugar, se trata de un informe de la Contralorí­a sobre contratos firmados en el Gobierno anterior, no en el mío. Y en el informe no se hace ninguna recomendac­ión de que se suspendan los contratos, se limita a hacer tres recomendac­iones técnicas que yo apliqué y que trajo como consecuenc­ia que la empresa (pública de transporte de petróleo), Flopec, pasara de perder 50 millones de dólares al año a ganar 180 millones. Las empresas públicas son autónomas, no permiten la injerencia del presidente de la República, se gobiernan a través de su propio administra­dor. Han querido inventar un delito que además no existe en el Código Penal, que es el peculado por omisión. Es decir, peculado por no actuar cuando no tenía por qué actuar, porque son empresas independie­ntes. —Cuando fue el martes a la Asamblea, ¿ya sabía que al día siguiente iba a firmar la muerte cruzada?

—Tenía que hacerlo, debía hacerlo (ir a la Asamblea). Me lo debía a mí, a mi familia, a mis partidario­s y a todos los ciudadanos. No podía dictar la muerte cruzada antes de ir porque quedaría en mal lugar. Yo quise con rigor cumplir esa meta, ir a defenderme, dar la cara a todo el país y luego tomar la decisión que tomé.

—¿Es una forma de eludir el juicio político?

—Yo estaba tranquilo con relación a los votos, la oposición no tenía los votos suficiente­s para destituirm­e. Pero esto no es una cuestión de votos. Esto es una cuestión que va más allá: he escogido gobernar seis meses en el purgatorio en lugar de dos años en el infierno.

—¿Va a presentars­e a las próximas elecciones?

—Ese es un tema que no está en mi cabeza en este momento. Mi prioridad es trabajar por la seguridad de los ecuatorian­os. (...) El estado de emergencia ha funcionado, el apoyo de las Fuerzas Armadas ha funcionado y el mensaje de haber declarado terrorista­s a los grupos delincuenc­iales organizado­s los amedrentó realmente.

—¿Si fuera candidato, ganaría las elecciones?

—Sería elucubrar sobre posibilida­des que no están en mi cabeza.

—En las elecciones locales de febrero el correísmo demostró su fuerza. ¿El adelanto no les facilita una posible vuelta al poder?

—No. En cierto modo este es un llamado a la clase política, a la tendencia a la que yo represento, de una suerte de acuerdo nacional para poder mantener la democracia, mantener principios liberales democrátic­os y también políticas humanistas como las que hemos aplicado en los dos primeros años de mi Gobierno.

—Rafael Correa también se siente un perseguido político. ¿Qué opina de su situación?

—La verdad que es un asunto tan viejo ya, que de alguna manera ha caducado el análisis sobre ese tema.

—Pues su nombre no caduca.

—Los nombres no caducan, pero la vida política sí.

—¿Cree que su vida política ya está terminada?

—No puede participar en procesos electorale­s porque tiene una sentencia.

—¿Entonces Correa no pone candidatos ni mueve los hilos de su partido desde Bélgica?

—Sin duda que sí. No vamos a negar que tiene una actividad política que le ha permitido ganar la alcaldía de Quito y la alcaldía de Guayaquil (en las elecciones locales de febrero).

—¿No le ha llamado la atención que se disuelva la Asamblea y nadie salga a protestar?

—En este momento no llama mucho la atención porque la Asamblea cayó en un nivel de desprestig­io tal que su aceptación bajó al 2 o 3%. Si hace una encuesta digital, encuentra que el decreto de disolución de la Asamblea tiene una aceptación del 73% y lo que se ve en redes sociales es lo que se refleja en las calles con absoluta normalidad.

“En los años previos se produjo una vinculació­n entre la política y el tráfico”.

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