El Pais (Uruguay)

Cumplió su sueño y abre camino para los que vendrán

- MANUELLA SAMPAIO

Para mi estar hoy en la comedia es ver que aquel norte que yo tenía desde los 16 años se consolidó”, dice con brillo en los ojos Mauricio González, el primer actor negro de la Comedia Nacional.

González ingresó al elenco estable del teatro nacional hace un mes junto a otros ocho actores selecciona­dos tras un concurso de oposición y méritos —el octavo en la historia de la Comedia— al que se presentaro­n 240 aspirantes.

El actor de 39 años acaba de regresar de Buenos Aires, dónde vivía hasta hace un mes. Ahora, en su Montevideo natal, empezará una nueva fase.

Creció en La Teja y desde chico, cuenta, lo artístico le llamó la atención. “Una vuelta me tocó acompañar a una amiga a la Casa de Cultura del Prado. Ella quería hacer teatro y ese día hicimos una lectura juntos. Después de eso, el profesor Camilo Bentancour­t me dijo que volviera”, cuenta a El País.

Desde aquel momento recuerda que el interés por la actuación jamás lo abandonó. Pero en 2002, cuando asistió por primera vez a una obra de la Comedia Nacional—diktat de Enzo Corman, dirigida por Jaime Yavitz— decidió que quería dedicarse a eso. “Supe que quería poder proyectar aquello en la gente, lo que yo sentí viendo la obra”, recuerda.

Aquel día salió tan impactado de Sala Verdi que buscó saber cómo podría empezar su camino en el teatro. “Le pregunté a alguien de la Casa de la Cultura qué había que hacer para estar ahí y me dicen ‘tenés que ir a la Escuela Multidisci­plinaria de Arte Dramático (EMAD), pero mira que va a ser difícil que entres, no hay morenos’”.

Aquella frase le impactó, pero no se echó para atrás. Empezó a formarse en La Gaviota, donde hizo escuela de la mano de grandes maestros como Delfi Galbiati, Liliana Olagaray, Juver Salcedo, Roberto Fontana y Norma Berriolo. Un verdadero “dream team”, dice orgulloso.

“Cuando estoy ahí, un día le pregunto a Delfi Galbiati: ‘si la Comedia Nacional representa lo nacional, porque no hay negros?’. Se dio un pequeño debate y me dijo que aún no se había dado, pero me alentó y ese fue mi norte”, cuenta.

González llegó a cursar la facultad de Psicología de la Udelar, pero faltando un año para licenciars­e, su vocación artística le habló más alto. “Tenía más cosas de teatro en mi mochila que cosas de psicología” comenta.

“¿Vas a poder vivir de eso?”, recuerda, sin embargo, fue la preocupaci­ón de sus padres cuándo decidió que se dedicaría a actuar. “Mi familia luchó mucho para tener un negocio propio, entonces mis padres siempre quisieron que me dedicara a la empresa, pero cada uno tiene su destino y es muy importante seguir hacia donde te tira el corazón, sino nos traicionam­os a nosotros mismos”, dice quien reconoce haber elegido una profesión “difícil”.

“Mucha gente va dejando en el camino, la vida te pasa por encima, tenés que pagar cuentas y si formás una familia es aún más complejo. Por eso he tomado decisiones, como la de irme, dejar mi familia y mis amigos, para poder seguir este camino y vivir de eso”, cuenta quien en 2007 fue nominado al premio Florencio Sánchez por su actuación en

El Regreso del Gran Tuleque. “Ahí tuve mi primer espaldaraz­o de seguir en eso”, dice.

En 2012 hizo el primer intento de cumplir su sueño de ingresar a la Comedia Nacional. “Concursé, quedé en una buena posición, pero no llegó a darse en aquel momento”.

Después de mucho camino recorrido en el teatro independie­nte, actuando en obras como Nuestros Caballos Eran Blancos, Barranca Abajo, Santito Mío, El hombre de la máscara de hierro, Antes/después, La

Orestíada y otras. En 2013 recibió la invitación de Paseo de la Plaza para actuar en el circuito comercial porteño donde estuvo dos años en la obra Quién es el Señor Schmidt dirigida por Javier Daulte.

“Era el sueño del pibe. Estaba con Puma Goity y Laura Oliva, Carlos Defeo, Fabián Minelli, me dio un conocimien­to de ese círculo que no tenía. En la medida que yo* iba trabajando, también invertía en mí. Hice cursos y entrenamie­ntos, pude hacer lo mismo o un poco más de formación de lo que hice acá. Es como si hubiera hecho dos escuelas, la uruguaya y la argentina”, explica.

En 2016 regresa a Montevideo para dirigir La culpa la tuvo el tranvía de Cristina Merelli en el teatro Stella D’italia. “Estuve acá, probé, pero había algo de allá que me llamaba, había tenido una oportunida­d de hacer una película y conseguí por primera vez una representa­nte, entonces volví”.

El regreso a Buenos Aires fue atravesado por difíciles tiempos pandémicos. Registrado como actor, pero sin poder actuar, recuerda apenas haber podido sobrevivir. “Fue duro, pero aún en aquel momento difícil tenía el corazón caliente, porque estaba buscando hacer lo que amo, mi pasíón”, dice el actor que estrenó el año pasado el unipersona­l Mandinga, el diablo que vino de Africa, con dirección Yamil Ostrovsky en la Sala Sinergia Gualeguayc­hu, en Buenos Aires (foto).

REPRESENTA­TIVIDAD. “Es como un techo de vidrio, algo que vos no ves pero que te impide crecer. Entonces es muy importante el verse en estos lugares para saber que se puede acceder. Los actores negros que yo veía, los sacaba del exterior”, señala sobre el racismo velado y la falt a de representa­tividad en la profesión que eligió.

Este 2023 pudo finalmente concretar aquel sueño que empezó cuando aún era un niño y que nutrió a lo largo de los años. Actualment­e está ensayando para la obra La zapatera prodigiosa que estrena en julio con dirección de Maria Dodera.

“Siento una responsabi­lidad porque esto es parte de una lucha social, abre el abanico de posibilida­des para los que vendrán”, dice sobre ser el primer actor negro de la Comedia Nacional. “Estar ahí te da la posibilida­d de dejar una huella en la cultura uruguaya”, añade entusiasma­do.

El actor sonríe, lleva la mano al mentón, piensa, sonríe de nuevo y, se le nota: no podría estar más feliz. “Seguí mi corazón y llegué a este lugar. Esto para mí es emocionant­e”, dice con voz temblorosa. “Es un honor estar en la Comedia, más que un trabajo es un sueño cumplido”.

“Que yo ocupe este lugar, abre el abanico de posibilida­des para los que vendrán”, dice Mauricio González.

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