El Pais (Uruguay)

El horno y el agua

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Yde golpe volvió al tapete el horno de Ancap, ese de precio millonario que compró Raúl Sendic allá por el 2014 cuando fue presidente del organismo, para aumentar la explotació­n de la planta de cemento portland de Paysandú. Su costo original fue de 53 millones de dólares y su instalació­n rondaba los 100 millones de dólares, a lo que habría que agregarle los costos de seguro y vigilancia por tener esas “instalacio­nes”.

Como además se trabajaba a pérdida en ese rubro (y sigue ocurriendo cada vez con mayor generosida­d), desde que llegó al país permanece en sus contenedor­es, descansand­o en los pastizales, cerquita del Río Uruguay. Nunca se tuvo muy claro los estudios de factibilid­ad de esta inversión que no es nada barata. Es más, cuando fueron requeridos, la respuesta fue el silencio.

Lo patético es que la Federación de Ancap ha sido desde siempre la defensa de la adquisició­n del horno (aunque no se utilice nueve años después de comprado, seis de los cuales bajo los gobiernos del Frente Amplio Pit-cnt que lo trajeron). Obviamente que la decisión de las actuales autoridade­s de Ancap de rematar el horno no cayó bien en el ámbito sindical, que insisten en el negocio de portland pese a que es sistemátic­amente deficitari­o (el año pasado la pérdida fue de US$ 25 millones y sigue sumando).

Esto de Ancap, el horno y su cemento portland viene hoy a colación porque es parte del despilfarr­o frenteampl­ista que agravó la crisis del agua. Durante el gobierno de Mujica se invirtió en “juguetes” (la Regasifica­dora, el puerto de aguas profundas, el Fondes, las inversione­s en las plantas de portland, el Antel Arena, etc.).

Cuando Tabaré Vázquez asumió la segunda presidenci­a con Danilo Astori nuevamente en el Ministerio de Economía, se encontró con poco capital para gastar en cosas imprescind­ibles. Y cuando intentó terminar con lo superfluo, recibió un planchazo de Mujica y sus 30 legislador­es firmemente alineados, junto con la manija de Carolina Cosse (en ese entonces una mujiquista llevada al Ministerio de Industria).

Vázquez y Astori habían anunciado y pretendían dejar de lado la construcci­ón del Antel Arena para priorizar las inversione­s en la cuenca del río Santa Lucía por la contaminac­ión del agua. El costo andaba por los 150 millones de dólares.

Pero no, para Carolina Cosse la prioridad absolutísi­ma del país era el Antel Arena y no estaba sola en este planteo: el expresiden­te José Mujica coincidía con Cosse y amenazaba al gobierno con el manejo de sus 30 legislador­es. A Vázquez y Astori no les quedó otra que meter violín en bolsa y resignarse.

Este repaso es parte del pasado inmediato uruguayo, de los quince años ininterrum­pidos con el Frente Amplio y el Pit-cnt en el gobierno, donde los 10 primeros se desarrolla­ron con el viento a favor de un excepciona­l auge económico en el mundo. Donde contó además con mayorías parlamenta­rias automática­s para hacer lo que se le antojara y ahora, excluido del poder por el pueblo, solo se dedica a los reclamos interminab­les y las críticas permanente­s.

Este gobierno de Lacalle Pou y la Coalición Republican­a, se encontró a la semana de haber asumido con una epidemia mundial desconocid­a que obligó en sus dos primeros años a priorizar absolutame­nte todo por la salud de los ciudadanos y alcanzó, igualmente, la cifra de 7.625 muertos en el país (en el mundo superó los 15 millones).

El Frente Amplio gastó mucho dinero durante sus 15 años de gobierno, pero lo hizo en caprichos onerosos (Regasifica­dora, Antel Arena) y no en obras necesarias para el país.

Esa realidad y esa lucha la llevaron adelante prácticame­nte solo el gobierno y la coalición que lo respalda, mientras que la oposición buscaba la zancadilla permanente­mente.

Superado el Covid, hoy vuelve a presentars­e otro panorama de crisis. El país vive una sequía que mete miedo, las lluvias han desapareci­do prácticame­nte y la falta de agua amenaza a los uruguayos. La pandemia tenía una ventaja: las vacunas; llegaron y solucionar­on el problema. En cambio los aguaceros no dependen del hombre, más allá del cuidado del ambiente; se manejan con otros parámetros que no se pueden controlar.

Pero eso no impide que cada vez que hay una posibilida­d, por pequeña o absurda que sea, la oposición arranca contra el gobierno. Éste podrá tomar todas las medidas que se puedan, pero absolutame­nte ninguna va a recibir el apoyo de la oposición. Por más necesarias que parezcan, siempre estarán en contra y siempre habrá algo para criticar,

Es lo que han hecho en estos tres años de oposición y es lo que seguirán haciendo por muchos años más.

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