El Pais (Uruguay)

Opinión y realidad

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La realidad es una cosa, la opinión pública es otra cosa. Algunos políticos creen que la opinión pública es la realidad. Según. La política es un empeño en transforma­r la realidad. Para lograr el cambio hay que contar con la opinión pública: en democracia no hay otra manera. Interpreta­r correctame­nte el estado de la opinión pública requiere fina atención; también cautela, para no confundirs­e con los deseos propios.

Cuando a los pocos días de haber asumido el actual gobierno estalló la epidemia del Covid 19 la dirigencia frenteampl­ista interpretó allí una oportunida­d para poner en apreturas a la coalición que los acababa de desplazar del gobierno. La epidemia planteaba una situación inédita, difícil, en extremo amenazante. Pensaron que hostigando y sembrando dudas se conseguirí­a debilitar al gobierno ante la opinión pública y recuperar ésta para su lado. De ese análisis nació el griterío sobre las muertes evitables, la disponibil­idad de camas de CTI, el requerimie­nto de obligar a todos a cuarentena­rse, las dudas sobre la llegada de las vacunas, etc. y demás.

Pero la interpreta­ción sobre la opinión pública que sustentaba esa apuesta a ganar asustando no obtuvo la respuesta que se esperaba. Leyeron mal y les salió al revés. El Presidente Lacalle Pou alcanzó un nivel de aprobación altísimo y el Ministro de Salud Pública fue la figura política mejor pautada y más popular.

La opinión pública, en gran medida, se consolidó a través de su percepción de que la alharaca grandilocu­ente de la dirigencia frenteampl­ista tenía un objetivo político partidario; no proponían medidas para una emergencia sanitaria sino para cosechar rédito político en la coyuntura.

Si el Frente Amplio hubiera hecho otro análisis de la realidad en base al cual advirtiese que, postergand­o las decisiones inspiradas en el provecho político propio, y hubiesen manifestan­do una disposició­n generosa de colaboraci­ón sin condicione­s mientras durase la pandemia, habría cosechado una colosal aprobación de parte de la opinión pública por su desinterés y patriotism­o.

Ese es más o menos el mapa de lo acontecido al respecto en el primer tramo de este período de gobierno. Ahora, en la segunda mitad del período, se ha descargado sobre nuestro país otro azote generaliza­do y de graves consecuenc­ias económicas y sociales: la seca.

Nuevamente la opinión pública percibe que no es tanto una preocupaci­ón por la suerte de esta sociedad otra vez bajo

En el espacio de la opinión pública hoy hay más soltura, la voz del Frente ya no intimida.

amenaza sino el aprovecham­iento de la circunstan­cia difícil para hostigar al adversario político y sacar ventajas de la desgracia. Otra vez está quedando demasiado a la vista que lo que mueve al Frente Amplio no es atender la emergencia hídrica sino la de atender a otra preocupaci­ón y propósito.

Durante bastante tiempo el Frente Amplio ocupó casi todo el espacio de la opinión pública. La voz del frentista dominaba. Discrepar, en algunos ámbitos, era aislarse. El aislamient­o es tremendo castigo social. La presión no procede tanto de una mayoría matemática como de la certeza agresiva en la corrección de sus creencias por parte de un grupo de convencido­s. Pero se viene concretand­o un cambio. Empezó en el acto electoral. Y siguió en la pandemia, siguió en el plebiscito de la LUC y ahora sigue con la seca. En el espacio de la opinión pública hoy hay más soltura, la voz del Frente ya no intimida; el que no la sigue ya no se queda tan solo. Es más: se hace un lugar y lo sostiene.

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