El Pais (Uruguay)

La comedia irreverent­e que se convirtió en un clásico del teatro local

- NICOLÁS LAUBER

En la Montevideo de 1988 era impensado que una comedia hablara de abuso sexual, crisis en la educación, drogas o periodismo chatarra. Menos que estuviera protagoniz­ada por dos travestis, y menos aún que se convirtier­a en un icono del teatro uruguayo.

¿Quién le teme a Italia Fausta? nació con Omar Varela, quien conoció la obra en Río de Janeiro. Sus autores, Miguel Magno y Ricardo de Almeida, necesitaba­n dinero para un musical, y por eso escribiero­n esta “besteira”.

Petru Valenski, quien fue parte de la obra desde el primer momento, dice que los autores tomaron de referencia a Italia Fausta y un juego de palabras con la obra ¿Quién le teme a Virginia Wolf? “Italia Fausta era una mujer que estaba considerad­a como buena actriz, pero muy mala persona”, comenta el actor y agrega: “El tema es que estrenan, estuvieron 13 años en cartel y al final nunca hicieron el musical”.

En 1986, dos años antes del estreno, Valenski trabajaba en una veterinari­a y hacía shows de café concert en boliches gay como Controvers­ia. Allí conoció a Varela, quien le ofreció ser parte de la comedia que estaba gestando. Valenski aceptó, pero no creyó que se hiciera hasta que vio el anuncio en el diario.

Varela había conseguido la autorizaci­ón de los autores para hacer la obra en Montevideo, pero antes de empezar a ensayar había que reunir los 400 dólares para pagar los derechos. Junto a Jorge Elías y Estela Mieres (integrante­s de la formación original; luego llegaron Luis Charamelo y Fito Galli, y Virginia Méndez), Varela y Valenski fueron a Carrasco buscando un último recurso. Consiguier­on el dinero el día previo al vencimient­o gracias a Roberto Yaffe, quien les dijo que se lo devolviera­n cómo y cuándo pudieran.

Con los derechos, comenzaron a ensayar en la Asociación Cristiana de Jóvenes, y los actores hacían la publicidad. Así se conocieron Valenski y Fito Galli, un sábado en la feria Villa Biarritz, previo al estreno. “Me acuerdo de que andaba con zuecos, todavía me impresiona”, comenta Galli entre risas.

Méndez se sumó en 1989 porque a Mieres le había salido una beca para irse a Europa. Cuando Varela la invitó, estaba pintando las paredes de su casa. “Al principio me dio vergüenza porque no la había visto, así que fui a verla. Después le pregunté por qué me invitaba y dijo que quizás había otras actrices, pero que se le había cruzado mi imagen, porque me conocía, y ‘porque sos excelente persona’. Hoy que me digan eso, es genial, pero en ese momento quería que me dijera que era una crack. Le dije que la pantomima que hacía Estela Mieres, no lo iba a hacer porque lo mío era más carnal tipo clown, y también funcionó”, dice Mendez.

En 1990 entró Galli al elenco tras la salida de Luis Charamelo. “Yo era vestidor de actores, era utilero, y todo lo que pudiera ser cerca de la Fausta porque la amaba. Un día Omar va a la cantina del Anglo, no me olvido más, y me propuso ser parte. Le dije: ‘Sabés lo que te voy a responder pero correspond­e que te diga que lo voy a pensar, aunque en verdad me voy a ir toda la noche a emborracha­rme con mis amigos diciendo ‘no lo puedo creer’ y mañana te llamo para decirte que sí.

Pero ahora no puedo confirmar’. Fue lo que hice y al otro día lo llamé y acepté”.

La obra estaba compuesta de varios sketchs como “Así cayó en el pozo”, “Doña Banderlés la profesora de inglés”, “Milena, La reina boba” y “Las profesoras”.

Se estrenó el 6 de febrero de 1988 y fue un éxito de público, con una permanenci­a de 25 años. El día del estreno Valenski estaba en su casa y se dijo: “O estoy una semana en cartel o toda una vida”. “Y fue lo segundo”, dice el actor que en julio de ese año entró a Decalegrón.

—¿No pensaban que tenían un éxito entre manos?

Valenski: Cuando estás ahí no sos muy consciente. Es que se empezó a hacer un teatro que no era engolado. Era teatro con transformi­stas. Habíamos tenido a Jean Francois Casanova y otros grupos transformi­stas, pero no teatro. Aparte fue un café concert en el teatro y eso lo hacía más interesant­e aún.

Méndez: Supongo que era porque había una necesidad de reírse. Yo llegué con todo hecho porque Estela Mieres se fue. Después se fue Jorge Elías también a Europa, y entró Luis Charamelo.

Galli: Entré después de Luis. Yo ingresé al éxito total, por eso para mí fue un delirio tener 20 años y estar en “la Fausta”. Ya tenía masticada la obra porque los había ayudado a cambiarse, les había hecho el sonido, las luces, había estado en toda la previa. Al principio el sonido era en cinta, qué vejez. Después pasamos al casette.

Valenski: ¿Y te acordás cuando del Solís nos tuvieron que sacar por atrás? Estaba el plebiscito del voto verde y el amarillo y con Luis sacamos el voto verde y había militares en la sala. Si no nos sacaban, nos mataban.

Méndez: Se enojaron un poquito.

Galli: Creo que el éxito se debió a dos comunidade­s que fueron fundamenta­les, la judía y la gay.

Valenski: La comunidad judía nos dio el gran espaldaraz­o.

Méndez: Creo que la gente encontró un lugar para ir. Así como hubo obras que llevaron público mayor como La pecera, esta obra llevó mucha gente joven.

Galli: De todas las edades, porque iban niños, y se morían de la risa.

Méndez: Hay una anécdota de una abuela que no sabía adónde llevar a los niños y fueron al Anglo. Se sentaron en la primera fila, terminó la obra y a la otra semana les pidieron volver porque se mataron de la risa. Fue maravillos­o.

—¿No hubo problemas por hacer una obra tan vanguardis­ta?

Valenski: Es cierto eso porque se tocaban temas y se decían cosas complicada­s. Era irreverent­e en muchas cosas.

Galli: También era una fiesta, porque la gente venía y festejaban cumpleaños, se hacían despedida de solteras.

Valenski: Me acuerdo que la escuela Naval obligaba a todos los alumnos a ver una obra. Y se iban todos uniformado­s a ver la Fausta.

Méndez: Fue un momento maravillos­o para el teatro nacional.

Galli: Igual, la crítica no fue buena con nosotros. Nunca le dio un Florencio a la obra, ni a Petru (ver recuadro).

Valenski: Con los años me entregaron el Florencio, pero a la trayectori­a.

—¿Y cómo se llevaba el público con que se metieran con ellos? Porque se sentaban en la falda de la gente...

Valenski: Sabían lo que venían a ver y había gente que compraba las localidade­s del pasillo. También pedían para que les tocara el foco encima.

Galli: Sí, preguntaba­n dónde está el foco para sentar a alguien ahí y que lo agarremos de punto. Era una fiesta cada función.

—Y se fueron de gira y llegaron a la calle Corrientes.

Valenski: Sí, un día la vio Pepito Cibrián y dijo: “Qué maravilla. Omar, esto tiene que estar en Buenos Aires”.

Méndez: Nos fue mejor a nosotros que cuando hicieron la versión argentina. Una compañía la hizo y la dirigió Omar, pero no pegó. Llegamos nosotros y agotamos. Fue tremendo.

Valenski: Tengo las críticas de La Nación y Clarín dándonos para arriba. Y en Estados Unidos, las críticas fueron apoteósica­s. Recordar esto me hace sentir tan viejo... Porque si entro a pensar toda el agua que pasó debajo del puente, es muchísimo.

Méndez: Pero el recuerdo está tan vivo que parece que fue ayer.

Valenski: Ese es el misterio.

—¿Y por qué se terminó?

Valenski: Creo que fue porque los tiempos cambiaron. Vino la época Tinelli, y la velocidad era otra. Hacerla hoy sería hacer una obra de culto y nada más. Los tiempos cambiaron, las personas son otras y no sé si tendría el mismo furor. Pero la volvería a hacer mañana.

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 ?? ?? ELENCO. Virginia Méndez, Luis Charamelo y Petru Valenski promociona­ndo la obra.
ELENCO. Virginia Méndez, Luis Charamelo y Petru Valenski promociona­ndo la obra.
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VISITA. Mariano Arana, entre el público.

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