El Pais (Uruguay)

Algo no anda

- elpepepreg­unton@gmail.com

Lo han probado todo. El cacerolazo y el apagón cuando en la pandemia reclamaban la cuarentena obligatori­a. Los videos, cuidadosam­ente producidos por el SMU, en que médicos militantes afirmaban que los CTI estaban saturados y que se avecinaba el Apocalipsi­s. Los llamados a pedirle ayuda al gobierno argentino para conseguir las vacunas rusas. Los cuestionam­ientos a que algunos sectores de actividad no paralizara­n sus actividade­s. Los pedidos para demorar el regreso de los niños a las aulas. Las “muertes evitables”.

No dio resultado. Así que llegó la LUC. Y fue un volver a empezar. Probaron con la privatizac­ión de la educación. Con los desalojos exprés. Con el gatillo fácil de la Policía. Con la criminaliz­ación de la protesta. Con que la portabilid­ad numérica mataría a Antel, con que el gobierno legislaba para favorecer a los “malla oro”.

No funcionó. Pero no aflojaron. Comenzó a crecer, de manera sostenida, la conflictiv­idad sindical. Se empezaron a suceder los paros. Hasta que llegó el caso Marset. Y poco después, el de Astesiano. Y entonces empezaron a hablar de corrupción en el gobierno. Todos los días, un nuevo chat. Cuando la atención decaía, aparecía otra “revelación”. Otro capítulo. Todo cuidadosam­ente guionado para que la telenovela mantuviera su alto rating. Empezaron a hablar de corrupción en el gobierno. De una organizaci­ón delictiva que operaba en el cuarto piso de Torre Ejecutiva. De una fiscal que hacía lo que se le indicaba desde Presidenci­a.

El gobierno sintió el impacto. Las encuestas mostraron una caída en la aprobación de su gestión. Pensaron que ya lo tenían. Hasta comenzaron a vaticinar un triunfo, en primera vuelta y con mayorías propias, del Frente Amplio en las elecciones de 2024.

Echaron el resto. Declararon la guerra a la transforma­ción educativa. Comenzaron las ocupacione­s de liceos públicos. Y las provocacio­nes a la autoridad policial que, afortunada­mente, no cayó en la trampa. Paralelame­nte, se multiplica­ron los paros. Elevaron al máximo la percepción de “descontent­o social”. Y llegó la reforma jubilatori­a a la que, por supuesto, se opusieron frontalmen­te. Suponía, dijeron, trabajar más años para jubilarse con menos dinero.

¿El resultado?

A tres años y dos meses de haber asumido el gobierno las encuestas de opinión pública indican que la gestión del presidente Luis Lacalle Pou tiene la aprobación del 46% de los uruguayos (Cifra y Factum). En ambos sondeos, la desaprobac­ión oscila entre el 34% y el 43%. Es decir, pese al desgaste que siempre supone el gobierno, siguen siendo más los que apoyan al gobierno que los que no lo hacen.

Para colmo, los mismos sondeos indican que la intención de voto de los partidos de la coalición es hoy más alta que la que exhibe el Frente Amplio, que parece estancado en el 41%, levemente por encima de los 39% que recogió en 2019.

Evidenteme­nte no alcanzó. ¿Y entonces? ¿Será que hay una parte importante de los uruguayos que se cansó de los paros, las ocupacione­s, la denuncia constante, la oposición sistemátic­a y el palo permanente en la rueda?

Bueno, a no resignarse. ¡Ahora, a defender el agua!

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