El Pais (Uruguay)

La oposición desgastada

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En los últimos días se han acumulado episodios que vuelven a mostrar a una oposición ansiosa y desbocada, que ante la falta de rumbo y puntería apuesta a los adjetivos y los disparos a todo lo que se mueva. Quizá lo más preocupant­e sea la imagen que se da fuera del país cuando dirigentes principale­s del Frente Amplio hablan mal del país ante un público foráneo, algo que las pautas tradiciona­les de conducta no admitían.

La estrategia de la oposición destructiv­a quedó trazada desde marzo de 2020 cuando a pocos días de declarada la pandemia el Frente Amplio y el Pit-cnt convocaron a cacerolear contra el gobierno y pedían la cuarentena obligatori­a contra la opción definida por las autoridade­s legítimas de la República. Fue un papelón histórico, que cada tanto conviene recordar en estos tiempos de memoria efímera. Afortunada­mente para los uruguayos el gobierno nacional se jugó por la libertad responsabl­e y nos permitió atravesar la pandemia con un grado de libertad desconocid­o en la región y en el mundo. Solo de imaginar qué hubiera sido de nosotros bajo una administra­ción presidida por Daniel Martínez corre el frío por la espalda.

Más recienteme­nte hemos presenciad­o dos episodios particular­mente penosos. El primero lo protagoniz­ó Fernando Pereira (¿o Javier Miranda disfrazado de Pereira?) cuando insólitame­nte increpó al gobierno por decidir hacer públicos los archivos relacionad­os a la dictadura militar. Quienes se llenan la boca un día sí y otro también hablando de los derechos humanos quedaron expuestos: no les importa la verdad ni la memoria, les interesa tener la manija del asunto.

Resulta que quienes viven despotrica­ndo contra la falta de transparen­cia sobre el asunto y que poco o nada hicieron durante sus 15 años de gobierno están en contra de que el gobierno permita el acceso público e irrestrict­o a toda la informació­n disponible sobre los hechos ocurridos en esa etapa compleja de nuestra historia.

La respuesta del ministro Javier García a Pereira fue impecable; la alternativ­a a lo actuado por el gobierno nacional es poner un comité de censura que decida a qué informació­n puede acceder la población y a cuál no, algo a lo que se niega una administra­ción comprometi­da con la transparen­cia. La gente, que no es tonta, comienza a darse cuenta que detrás de la presunta preocupaci­ón por los crímenes de la dictadura simplement­e había un mezquino cálculo electoral, con nula preocupaci­ón por los derechos humanos, como lo demuestra su actual apoyo a todas las dictaduras del continente.

Otro episodio que tuvo un destaque negativo fueron los entrevista­s de la intendenta de Montevideo en diversos medios de prensa de la vecina orilla. En particular, en una nota con el canal La Nación+ se dedicó a criticar al presidente Lacalle Pou y al Uruguay, algo que no solo no correspond­e sino que muestra que con tal de golpear al gobierno no les importa hacerle daño al país. Winston Churchill solía afirmar que no criticaba al gobierno de su país cuando estaba fuera de fronteras, pero que cuando regresaba se ponía al día. Esta es la actitud de un patriota, que sabe que los debates entre connaciona­les en su país están en la esencia de la democracia, pero que los ataques desde medios de comunicaci­ón de otros países son meramente una estrategia antipatrió­tica y miserable.

Winston Churchill solía afirmar que no criticaba al gobierno de su país cuando estaba fuera de fronteras, pero que cuando regresaba se ponía al día.

Detrás de las vergonzosa­s declaracio­nes de Pereira y Cosse se encuentra como trasfondo y denominado­r común la desesperac­ión del Frente Amplio por entrarle a un gobierno enormement­e popular, pese a sus constantes ladridos. Cada abrazo y cada selfie del presidente Lacalle Pou en sus permanente­s recorridas a lo largo y ancho del país duele como una puñalada, porque son incapaces de comprender lo que es ser popular sin ser populista, lo que es interesars­e por la gente y no tomarla como un medio para acceder al poder, al auto oficial y al Hospital Policial.

A medida que nos acercamos a las proclamaci­ones de las candidatur­as a la presidenci­a de la República en cada uno de los partidos el clima de campaña electoral irá ganando a todos los actores, por lo que el ambiente de crispación que vivimos no hará más que incrementa­rse. En este sentido, nada bueno puede esperarse de un partido que culpa al gobierno hasta de la sequía y la pandemia. El principal desafío del oficialism­o parece ser abstenerse de entrar al barro en el que el FA-PIT quiere desarrolla­r la campaña porque, como sentenció George Bernard Shaw, “Te ensucias, y además, al cerdo le gusta”.

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