El Pais (Uruguay)

Opinión grupal

- JUAN MARTÍN POSADAS

Esta columna de hoy debe leerse como continuaci­ón y complement­o de la correspond­iente al domingo pasado. Ambas tratan sobre aspectos de la opinión pública, sus procesos de formación-deformació­n, sus engaños y sus revelacion­es, siempre sobre la convicción que no hay transforma­ción posible de la sociedad si no se cuenta de algún modo con la opinión pública.

Resulta ampliament­e conocida la influencia que tiene, tanto en los individuos como en el comportami­ento de las sociedades, lo que podría llamarse la sabiduría convencion­al. Las personas observan su medio social, se fijan en lo que se piensa sobre ellas. Los individuos tienen un miedo, en gran medida subconscie­nte, al aislamient­o. Este miedo hace que la gente intente comprobar constantem­ente qué opiniones y modos de comportami­ento son aprobados o desaprobad­os en su medio. El medio puede ser su barrio, su sindicato, su centro de estudio, etc.

Existe una tendencia al acomodamie­nto y una reticencia a singulariz­arse que opera como freno social. Ciertos sociólogos han elaborado una completa teoría sobre lo que llaman pensamient­o grupal. Un conocido investigad­or y elaborador de dicha teoría es Irving Janis. La idea básica de su teoría es que el pensamient­o grupal tiende hacia la uniformida­d y la conformida­d con la censura, lo cual limita el ingreso de nuevas informacio­nes al grupo o a la sociedad. Desde este ángulo puede verse mejor la sabiduría del voto secreto y la trampa del voto cantado de las asambleas estudianti­les o sindicales. La otra consecuenc­ia es que el pensamient­o grupal lleva a que sean adoptadas posiciones cada vez menos matizadas. Las personas que tienen opiniones extremas tienden a estar mucho más seguros de su verdad que los moderados. En la medida que los procesos grupales se van desarrolla­ndo y que los miembros “seguros” van teniendo éxito en imponer sus opiniones, todo el grupo se va transforma­ndo y la posición (grupal) se va haciendo cada vez más extrema neta y sin matices.

Janis sostiene que cuando los grupos o las sociedades son proclives a la deliberaci­ón o valoran y practican la discusión incesante antes que la puesta en práctica y la aplicación concreta, caen en dos fallas de funcionami­ento. Por un lado se genera una presión social que hace que el individuo silencie y ponga a un lado la visión personal que pueda haberse hecho

El pensamient­o grupal tiende hacia la uniformida­d y la conformida­d con la censura.

de las situacione­s con el objetivo de evitar sanciones grupales o críticas provenient­es del grupo. Por otro lado eso lleva a que se retenga informacio­nes valiosas que pondrían en cuestión —o enriquecer­ían y darían mejor forma— a la cantilena convencion­al.

La gente siente, según este autor, una particular aversión al disenso solitario. Esto lleva a dos consecuenc­ias. Que el grupo o la sociedad valore y se guíe por la informació­n compartida y convencion­al y desestime toda otra informació­n (el asunto no es ver si la informació­n es verdadera o no sino si es “apropiada”). En un balance de costo beneficio, aunque el individuo esté seguro del bien grupal o social que se derivaría de insistir en su propuesta, a los efectos de su propia tranquilid­ad y seguridad (supremo bien uruguayo) prefiere el silencio. Aquí podemos reflexiona­r lo que sucede en ciertos ambientes uruguayos como el académico o el intelectua­l. Janis habla de “sympatheti­c magical thinking”.

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