El Pais (Uruguay)

“En América Latina hay una fiebre por los TLC con China”

- DELFINA MILDER

—¿Cómo resumiría el momento en el que están las relaciones de América Latina y China y su evolución en estos 20 años?

—Cuando China llega a la región es más o menos cuando lanza su estrategia de salir afuera. La razón es su necesidad de garantizar­se su suministro futuro de recursos naturales. ¿Cómo entra? Con sus préstamos para proyectos normalment­e extractivo­s o para proyectos de infraestru­ctura. Y en ese proceso de 20 años, China pasa de ser un jugador secundario a ser el primer o segundo socio de todos los países de América Latina en términos de comercio, inversión, concesión de préstamos o construcci­ón de infraestru­cturas. ¿Qué situación tenemos hoy? En la Asamblea Nacional China, en marzo, el primer ministro saliente, Li Keqiang, pronunció un discurso en el que dejó claro que en China hay una palabra mágica: la autosufici­encia. Y menciona la seguridad alimentari­a —tema fundamenta­l para China— y los recursos naturales estratégic­os. Creo que esos son los dos drivers de por qué sigue aquí China. Y, en la parte política o geopolític­a, la lectura que hago es la siguiente: hay estos dos bloques (Estados Unidos y China) y hay una especie de desglobali­zación selectiva unida a una hostilidad ideológica. En ese contexto en el que China ve el declive de Occidente, el ascenso de Oriente, que ve cambios en el equilibrio de poder en el mundo, que ve un mundo volátil, que ve a Estados Unidos tratando de contenerla, lo que ella piensa primero es que el aislamient­o no es una opción. Por ende, lo que está tratando de hacer es influir en el orden mundial. Ese orden mundial basado en reglas del G7 y alrededore­s, China lo ve como hegemónico de Estados Unidos, y como excluyente de sí misma. Teniendo en cuenta todo lo dicho, su pretensión actualment­e es atraer a su órbita al llamado sur global. Ese componente geopolític­o no existía hace 20 años.

—Usted ha argumentad­o que la hostilidad de China hacia Occidente no se limita solo a lo retórico. ¿Qué ejemplos hay de esto, de acciones que se hayan considerad­o hostiles hacia Occidente, no desde el punto de vista puramente retórico?

—Australia es el ejemplo más reciente. Australia, que tiene una relación muy estrecha con China, hizo dos cosas. Primero, pidió una investigac­ión independie­nte sobre el origen del covid. Esto a China le sentó fatal. Y la otra: el gobierno australian­o de 2016, 2017, hizo un informe sobre el nivel de penetració­n de China en la sociedad australian­a. Lo que resultó de ese informe es que la sociedad australian­a estaba muy penetrada por China. La universida­d, los medios de comunicaci­ón, los gobiernos locales, los partidos políticos, excepto el gobierno central. Eso no se hizo público, pero provocó una adopción de leyes que hablan de injerencia y de donaciones, que no mencionan a China pero que obviamente todo el mundo entendió que eran por China. Ahí se inició una trifulca diplomátic­a y por eso ha habido un castigo comercial enorme. Y en cualquier caso, muchas veces China no necesita ejecutar una amenaza. Solo con la amenaza ya funciona. Y a veces ni siquiera tiene que hacerla, porque ya está en la mentalidad de muchos gobernante­s que tiene que haber un clima institucio­nal óptimo con Pekín para no compromete­r las relaciones comerciale­s. Eso explica que haya muy poca crítica a China.

Su pretensión actualment­e es atraer a su órbita al sur global”.

—Justamente en Uruguay hubo polémica por el saludo a los 100 años del Partido Comunista Chino.

—Claro. Partidos que en teoría están en las antípodas ideológica­s de lo que es el Partido Comunista Chino tienen una relación cordial con él. Eso se explica porque los chinos nos conocen tan bien, mucho más que nosotros a ellos, que son maestros en adaptar su mensaje a su interlocut­or. Entonces, música celestial para todos.

—Uruguay quiere concretar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, con o sin el Mercosur. Hace poco Ecuador firmó uno, Chile ya tiene uno... ¿Constituye un riesgo que un país como Uruguay dependa de un gigante como China?

—Yo creo que los TLC no son per se buenos o malos, depende cómo los negocias y de su contenido. China tiene cuatro firmados en América Latina. Sobre el de Ecuador no tenemos visión de campo, pero de los otros tres sí. El de Costa Rica, el gobierno ha dicho más de una vez que sus expectativ­as de exportar a China no se han visto cumplidas. El de Chile, por lo que he podido ver, es un ejemplo de éxito, de un cierto éxito, no por el cobre, sino porque ha conseguido diversific­ar su canasta exportador­a. Y luego está Perú. Pese a que se dice que en 13 años de vigencia las exportacio­nes a China han aumentado un 13% de media anual, cuando te vas a los datos, lo que arrojan es que el 85 u 86% son minerales y 10% harina de pescado. O sea, el 96% viene de sectores tradiciona­les que no aportan valor añadido. Este es un caso clarísimo que yo cuestiono que el TLC haya sido tan beneficios­o. Y yo tengo la sensación de que, de hecho, hay una especie de fiebre ahora en América Latina por los TLC con China. Como si tener el TLC ya fuese una garantía de que todo va a ser perfecto.

—¿Por qué cree que existe una fiebre?

—Es una combinació­n de dos cosas. Una, un poco la mitología del mercado chino. Si vendo un porcentaje muy pequeño de mi producto va a ser increíble; es la mitología del mercado consumidor chino. Y eso explica por qué muchos gobiernos tienen ese incentivo. Ahora bien, el problema de cerrar un

TLC con China que fuese muy beneficios­o, es que te mete en una dependenci­a, y eso también es peligroso. Pero no con China, con cualquier país. Cualquiera podría argumentar que con China es más peligroso porque el negocio es muy duro. En la parte de China yo tengo la sensación —es una sensación— de que ellos están incentivan­do estos TLC porque se acaba el modelo de entrar aquí con préstamos y con infraestru­cturas. Les interesa, como decía al principio, los alimentos, las materias primas. Es beneficios­o para ellos en lo económico, pero también tiene un componente político. Es en esa necesidad o voluntad que tiene China de atraer a su órbita a todo al sur global que muestran una zanahoria, que es el TLC. Es legítimo. Pero la pelota está en el tejado de los países receptores. La clave no es relacionar­se con China sí o no, o comerciar con China sí o no. La respuesta a esas preguntas es sí. El objetivo tiene que ser que la relación sea lo más equilibrad­a posible.

—Hoy China es mediadora entre Arabia Saudita e Irán, y pretende el mismo rol en la guerra en Ucrania. ¿Está queriendo proyectar una imagen de paz y estabilida­d a nivel internacio­nal?

—Déjame dar una vuelta antes de responder. Tenemos la ruta de la seda, la Iniciativa de la Franja y la Ruta, tenemos el Global Developmen­t Initiative, tenemos el Global Security Initiative y lo del Destino Compartido para la Humanidad. Cuatro iniciativa­s de Xi Jinping para el mundo. Eso tiene mucho de eslogan. Y una parte de la explicació­n es que lo que ellos quieren hacer es dotar de amabilidad su presencia en el extranjero. China no quiere ser percibida como agresiva, ni como problemáti­ca, ni como neocolonia­lista. Y entonces envuelve sus políticas en el extranjero alrededor de estos conceptos que son la paz en el mundo. ¿Por qué lo hace? Porque su expansión económica tiene problemas. Trae oportunida­des, obviamente, pero también trae muchos problemas, de la misma forma en que el desarrollo chino lo trajo en la propia China. Te realojan por la fuerza, no hay transparen­cia, hay corrupción, y eso se traslada a su actuación en el extranjero. China tiene problemas con toda la región de Asia Pacífico, con algunas excepcione­s. Y luego tiene sus problemas también en los organismos internacio­nales, a nivel económico; todo el problema de la falta de transparen­cia de los estándares de las malas prácticas de las dependenci­as que crea. Entonces sí, ella es la primera interesada en dar una imagen benevolent­e. Sobre mediar en el tema de la guerra en Ucrania y tal, hay muchas incongruen­cias en ese planteamie­nto. No deja de estar apoyando tácitament­e, de perfil, a un país que ha violado el primer principio de su política exterior, que es la integridad territoria­l de los Estados. Pero en suma, China busca que haya un orden internacio­nal más seguro para sus intereses. Todo lo que China hace en el exterior tiene una clave doméstica. La propia internacio­nalización de China empieza por esa necesidad estratégic­a de garantizar­se los recursos naturales. Y como todo en China, las respuestas no son lineales, ni blancas ni negras, ni sí ni no. Es algo siempre en medio.

Todo lo que hace China en el exterior tiene una clave doméstica”.

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