El Pais (Uruguay)

Urnas sísmicas en España y Turquía

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Las elecciones municipale­s y autonómica­s acaban de modificar drásticame­nte el mapa político en España, mientras que el balotaje en Turquía confirmó el avance inexorable hacia una modificaci­ón drástica del escenario geopolític­o global.

Mientras al resultado en las urnas españolas lo festejaron los gobiernos occidental­es de centrodere­cha, al resultado de la segunda vuelta en Turquía lo festejaron, además de los conservado­res religiosos y los ultranacio­nalistas turcos, el jefe del Kremlin, los ayatolas iraníes y el régimen de Xi Jinping. Sucede que la continuida­d de Erdogán implica la continuida­d del deslizamie­nto, cada vez más acelerado, de Turquía desde su alianza con las potencias de Occidente hacia el bloque que van conformand­o Rusia, China, la República Islámica y otros regímenes autocrátic­os en la nueva división del mundo.

Con la derrota del viejo líder socialdemó­crata Kamal Kilicdarog­lu, el ataturkism­o pierde otra oportunida­d de retomar la senda secular que fijó Atatürk al fundar la república sobre los escombros del Imperio Otomano.

En las urnas turcas ganó el conservadu­rismo religioso que continuará la reislamiza­ción de la sociedad, el Estado y las leyes que puso en marcha el victorioso Recep Rayyip Erdogán al desembarca­r en el gobierno hace veinte años. También ganó el turanismo, la ideología ultranacio­nalista que margina y somete a las minorías étnicas, en especial a kurdos, cristianos y alevíes.

Pero en términos geopolític­os, los que ganaron fueron Vladimir Putin, porque Erdogán parece entusiasma­rse más con un bloque centroasiá­tico asociado a China y a la potencia chiita del Golfo Pérsico, que con los aliados occidental­es que obtuvo la Turquía ataturkist­a desde mediados del siglo XX.

Desde el nuevo triunfo del sultánico presidente turco, la OTAN es un poco más frágil, aunque la salida de Turquía no es inminente porque en la alianza atlántica está siendo útil al Kremlin obstruyend­o el ingreso de Suecia.

Con menos proyección global, las urnas redefinier­on el mapa político de España. Ganó la centrodere­cha y, dentro de ella, el ala más dura, mientras que retrocedió el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y se derrumbó su socio izquierdis­ta Unidas Podemos. De tal modo, se abre paso al probable final del primer gobierno de coalición que ha tenido España.

Eso podría ocurrir en las elecciones anticipada­s que Pedro Sánchez anunció, a modo de reconocimi­ento de su derrota.

El PSOE ha perdido comunidade­s autonómica­s que constituía­n bastiones cruciales.

Mayor aún fue la derrota sufrida por el socio del gobierno de Sánchez. Unidas Podemos colapsó al punto de quedar en vías de extinción. El impacto también debilitó a la recienteme­nte escindida Yolanda Díaz y parece haber sido el empujón final al partido liberal-centrista Ciudadanos.

En el PSOE, levantó la voz el sector nostálgico de los tiempos de Felipe González. Llevaba tiempo callada y arrinconad­a el ala más centrista del partido. La silenciaba con arrogancia el “sanchismo”.

A VOX le fue bien, pero no tiene grandes motivos para festejar. Podría pasar a integrar los gobiernos de Comunidad Valenciana, Cantabria, Baleares, Aragón, Extremadur­a y La Rioja, si el PP decide sumarlos para asegurarse gobernanza. Pero la consolidac­ión de Isabel Díaz Ayuso como figura de los populares podría significar que la centrodere­cha ha generado el anticuerpo contra la derecha extrema.

Ahora resta ver si Pedro Sánchez tiene, o lograr urdir, un plan para revertir su caída en picada.

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