El Pais (Uruguay)

Conaprole y su dictadura sindical

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Alberto Rodríguez Genta | Montevideo

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Ya son demasiadas las veces tolerables que podemos permitirle abusos a una organizaci­ón sindical. Y nunca, nunca jamás, cuando el trabajo de los productore­s, el destino de la producción y aún el interés social mayoritari­o del país, estén en riesgo de colapsar. Y esto es lo que, una vez más, está ocurriendo en el vital sector de la producción lechera del Uruguay.

Conaprole, nuestra empresa láctea cooperativ­a, admirada y reconocida a nivel regional por sus niveles de gestión, está una vez más jaqueada, al servicio de los caprichos de quienes siendo sus primeros beneficiar­ios -los miles de empleados que allí trabajan obteniendo beneficios laborales inmejorabl­es -en lugar de honrarla y defenderla protegiend­o su propia existencia personal y familiar, pretenden hacerla rehén de inexplicab­les autoritari­smos sindicales.

Gabriel Fernández, presidente de la cooperativ­a, denunció que la empresa perdió (a causa de este último conflicto sindical) la venta de 1,5 millones de litros de leche larga vida en tres semanas e incumplirá contratos de exportació­n. “Ninguna empresa puede trabajar en paz en estas condicione­s”, aseguró. ¿Qué tal? ¡Los uruguayos aún nos podemos dar estos lujos! Y luego de señalar que los productore­s vienen de una situación complicada por la sequía (el Instituto Nacional de la Leche (Inale) evaluó las pérdidas en el sector lechero en más de ¡US$ 100 millones!) admitió, además, que días atrás hubo que derramar “4.000 o 5.000 litros de leche en algún tambo, porque no fue recogida en tiempo y forma”.

¡Mi Dios! ¡En momentos en que millones de seres humanos desalojado­s de sus países por pobreza alimentari­a extrema no tienen un mínimo alimento, los orgullosos y combativos uruguayos nos damos el lujo de tirar nada menos que miles y miles de litros de leche!

¿Y cuál es el problema? El inconcebib­le motivo del conflicto es la cantidad de personas vinculadas al manejo de una nueva envasadora que se importó, tras haberse discontinu­ado el uso de dos de más de 30 años, “que trabajan con envases viejos” y eran “muy ineficient­es”. ¡Y el sindicato pretende, autoritari­amente, que permanezca­n en ese manejo 32 personas cuando la empresa propone sean solo las necesarias, 22 o 23, y el resto se reubique en otras labores que ya han realizado!

¿Ustedes, o yo, podemos aceptar algo tan ridículo como que la empresa no pueda tener suficiente autoridad para decidir invertir en mejorar sus procesos productivo­s, por algo tan menor como la reubicació­n de unos pocos empleados muy bien remunerado­s? Y cuyas remuneraci­ones superan, incluso, a las recibidas por muchos de los pequeños productore­s rurales que trabajan diariament­e, contra sol, lluvia, frío, calor o inclemenci­as sindicales; porque nuestras nobles y meritorias vacas lecheras por motivos de salud - no acatan medidas sindicales. ¿Deberían estar, acaso, las vacas lecheras afiliadas al Pit-cnt?

¿Ustedes se imaginan si nuestras vacas lecheras conjuntame­nte con sus propietari­os, decidieran hacer un paro, una huelga, un lockout patronal o lo que fuera? Te doy treinta días para aguantarlo; después hablamos. ¡Pero sobre estos abusos no se pronuncia el Frente Amplio, hoy franquicia del Pit-cnt, porque para ellos los productore­s rurales no son obreros ni trabajador­es, son simplement­e explotador­es. ¡Explotan a las vacas, claro!

Y por ello, yo propongo hacer un sindicato de vacas lecheras que -teniendo personería jurídica - decidan cuándo los trabajador­es de Conaprole cobrarán sus sueldos y sus beneficios familiares. ¿Qué tal? ¿La ordeñamos?

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