Abrazo insólito y vínculo imposible
Con la misma euforia con que había llorado en el Muro de los Lamentos y bailado saltando con judíos ortodoxos en las cercanías de las ruinas del Templo del Rey Salomón, el presidente argentino se arrojó sobre el Papa Francisco para abrazarlo y besarlo en el Vaticano.
El encuentro de Javier Milei y Francisco fue un acontecimiento de relevancia histórica por la excepcionalidad y la complejidad de la relación entre ambos.
Por cierto, no es la primera relación compleja entre un sumo pontífice y un gobernante.
A Pío XI y Pío XII les dificultó tratar con altos funcionarios alemanes porque les tocó el ascenso del nazismo y los genocidios que cometió el III Reich.
A Juan XXIII y Pablo VI les tocó la Guerra Fría y el trato con los primeros regímenes de la historia que proclamaban ateos y declaraban en sus constituciones la no existencia de Dios: la Unión Soviética y otros países comunistas del Pacto de Varsovia.
A Juan Pablo II le tocó la complejísima primera visita papal a su país, Polonia, en 1979, encontrándose personalmente con el general Jaruzelski, dictador comunista que perseguía al sindicato católico Solidaridad liderado por Lech Walesa.
Karol Wojtila tendría otros encuentros excepcionales y complejos, como con Fidel Castro en su visita a Cuba, donde la iglesia había sido duramente perseguida por el régimen. También Ratzinger, ya como Papa Benedicto XVI, tuvo encuentros difíciles con los hermanos Castro en Cuba.
Pero la particularidad de Jorge Bergoglio es que sus encuentros más difíciles fueron con gobernantes de su propio país.
Francisco recibió en Santa Marta a Cristina Kirchner con una delegación de dirigentes “camporistas”, después de que ella y su marido, Néstor Kirchner, llamaran “jefe de la oposición” al entonces cardenal y viajaran a cualquier lugar del país los 25 de Mayo para no asistir al tedeum que oficiaba el entonces cardenal en la catedral. A eso Cristina añadió la aprobación del matrimonio igualitario, al que Francisco se oponía duramente.
A Mauricio Macri lo recibió con cara fea para las fotos, por haber autorizado como jefe de gobierno porteño la unión civil entre personas del mismo sexo. Y con Alberto Fernández también hubo encuentros incómodos por haber impulsado la legalización del aborto durante su presidencia.
Pero la dificultad del vínculo con el actual presidente tiene una particularidad insólita: los insultos y las gravísimas descalificaciones que Javier Milei profirió contra el Papa argentino antes de convertirse en presidente.
No en off sino frente a las cámaras de la televisión, lo llamó “imbécil”, “hijo de puta”, “comunista” y “representante del maligno”.
Esta última descalificación tiene un rasgo oscurantista que parece revelar un vínculo de Milei con el “lefrebvismo”, la corriente eclesiástica ultramontana que promueve la visión anticonciliar de monseñor Marcel Lefebvre, enemigo abierto de Juan XXIII y Pablo VI que reclamaba volver a la liturgia tridentina suprimida por el Concilio Vaticano II.
A la dificultad que implican los insultos y la descalificación oscurantista con que Milei había atacado a este Papa, se suma que el anarcocapitalismo, la ideología del actual presidente argentino, está enfrentada con la Doctrina Social de la Iglesia desde sus antípodas.
Si el liberalismo, por sí sólo, va a contramano de la Doctrina Social de la Iglesia, el libertarismo resulta absolutamente antagónico con la filosofía socio-económica del catolicismo.
Como si todo eso fuera poco para dificultar el vínculo entre el jefe de Estado y el sumo pontífice, hay un componente más: el deseo manifiesto de Milei de convertirse al judaísmo.
Aunque desde Juan XXIII y Pablo VI el vínculo de la iglesia católica y el judaísmo es excelente y fluido, para el catolicismo y el grueso de las religiones dogmáticas, quienes cambian de religión incurren en apostasía.
Por lo tanto, para el Papa Francisco, lo que hará Javier Milei si abraza la religión hebrea, es convertirse en un apóstata, algo particularmente deleznable para las religiones dogmáticas.
Todas estas dificultades constituyen un caso extraordinario de complejidad en el vínculo entre un presidente y un sumo pontífice.
La continuidad de ese vínculo inédito es otro enigma argentino de este tiempo extraño.