El Pais (Uruguay)

Trump vuelve a ser funcional a Putin

- CLAUDIO FANTINI

Si bien es una cantera humana de exabruptos que no suelen tomarse en serio, la frase de Donald Trump que generó un tembladera­l en la OTAN revivió las sospechas que danzan a su alrededor desde que compitió en las primarias republican­as del 2016. El magnate neoyorquin­o utilizó la misma munición que usó contra la alianza atlántica cuando ocupaba el Despacho Oval: atacar a los países que se atrasan en los pagos de la cuota que deben aportar. Pero esta vez pasó una línea roja, haciendo sonar más fuertes las alarmas que cuando insinuaba la intención de sacar a Estados Unidos de la coalición militar.

“Que Rusia haga lo que carajo quiera” con los aliados que no pagan lo suficiente en el sistema defensivo, disparó Trump. Insinuó además que alentaría a Rusia a “atacar” a esos países morosos impidiendo que la OTAN salga en su defensa.

La vieja sospecha que despertó ese estropicio verbal es que el ex presidente está más cerca de Vladimir Putin que de los socios europeos de EE.UU.

La primera señal en ese sentido apareció en las primarias que terminó depositánd­olo en el Despacho Oval. En un par de ocasiones, Trump dijo admirar al presidente ruso y puso como ejemplo a seguir el modelo autocrátic­o de liderazgo que ejerce el jefe del Kremlin.

El ex espía del MI-6, Christophe­r Steele, descubrió en los viajes de Trump a Rusia las pistas de un posible vínculo inconfesab­le entre el magnate norteameri­cano y el presidente de Rusia. Más allá de que Trump verdaderam­ente admira y se identifica políticame­nte con el autócrata ultraconse­rvador que impera en el gigante euroasiáti­co, las investigac­iones de Steele mostraron pistas sobre una posible capacidad de chantaje de Putin sobre el líder republican­o. O sea, el jefe del Kremlin tendría instrument­os para mantener a Trump bajo su control.

Esa sería la razón por la que batallones de hackers rusos bombardear­on la campaña de Hillary Clinton y volvieron a colaborar con Trump cuando buscó la reelección que finalmente perdió frente a Joe Biden.

También explicaría las tantas veces que el estridente líder republican­o actuó de manera funcional a los planes geopolític­os del presidente ruso. Desde apoyar a los partidario­s británicos del Brexit, hasta debilitar a la OTAN generando tensiones

El ex presidente republican­o parece estar más cerca de Vladimir Putin que de los socios europeos de Estados Unidos.

internas y procurando que Estados Unidos abandone esa coalición militar.

Entre las últimas muestras de este supuesto oscuro vínculo, están los meses que lleva la obstrucció­n de los legislador­es trumpistas a la aprobación en el Congreso del paquete de ayuda militar que Ucrania necesita con urgencia. El accionar de los congresist­as leales al magnate lleva meses debilitand­o al ejército ucraniano y, por ende, colaborand­o con el fortalecim­iento de las fuerzas rusas en la porción de Ucrania que ocuparon.

La obstrucció­n que está dejando a Kiev sin las armas y municiones necesarias para mantener alguna posibilida­d de triunfo, generaron el pesimismo que recorre Europa sobre el desarrollo de la guerra, lo que a su vez repercute en dificultad­es de los gobiernos europeos para mantener la ayuda a Ucrania. Nadie quiere poner dinero en una causa perdida.

El exabrupto de estos días podría no ser más que eso, una barbaridad más en un prolífico autor de barbaridad­es verbales. Pero son demasiados los elementos que obligan a sospechar sobre las causas de semejante estropicio.

La pesadilla norteameri­cana que empezó a plantear Alexander Hamilton en el siglo 18 y reflejó Richard Condon en su novela “El candidato manchurian­o”, escrita en 1959, deambuló en las palabras de Trump diciendo que alentaría a Putin a atacar a miembros de la alianza atlántica a los que no defendería. Hamilton, uno “los padres fundadores”, se había obsesionad­o con el peligro de que un agente al servicio de otra potencia llegara a la presidenci­a de Estados Unidos. Antiguo pánico que Condon convirtió en novela, creando un personaje que combatió en la Guerra de Corea y pasó años recluido en un campo de detencione­s de Manchuria, donde le lavaron el cerebro convirtién­dolo en un agente del comunismo cuya misión era escalar en la estructura del poder norteameri­cano.

Lo inverosími­l de este tiempo es que un líder que da razones para ser blanco de la peor de las sospechas políticas en Estados Unidos, tenga el apoyo de los conservado­res que podría depositarl­o nuevamente en la Casa Blanca.

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