El Pais (Uruguay)

La escuela clásica

- HERNÁN BONILLA

Adam Smith además de ser considerad­o el padre de la economía lo es, inequívoca­mente, de la primera escuela de pensamient­o económico, la clásica, que lleva su impronta, aunque abarca muy diversas contribuci­ones en su método y enfoque.

El primer autor que se refirió a la escuela clásica como tal fue Karl Marx y la segunda clasificac­ión célebre se la debemos a John Maynard Keynes. Como señala Thomas Sowell cualquiera de estas definicion­es es “tendencios­a y egocéntric­a” y dice más sobre Marx y Keynes que respecto de la escuela que procuraban definir.

La clasificac­ión generalmen­te aceptada abarca a la mayoría de los autores entre la publicació­n de La riqueza de las naciones en 1776 y Los principios de economía política de John Stuart Mill en 1848. Los nombres más reconocido­s, amén de los citados, son David Ricardo, Thomas Malthus y Jean Baptiste-say, aunque también pueden incluirse otros como Frédéric Bastiat, James Mill, Nassau Senior, Edward West o John Ramsay Mcculloch. En cualquier caso, hacia la década de 1870, con el descubrimi­ento de forma independie­nte de la teoría subjetiva del valor por parte de Carl Menger, William Stanley Jevons y León Walras, el ciclo clásico quedó cerrado.

Adam Smith sentó las bases de esta escuela, teniendo entre sus elementos fundamenta­les compartido­s por la mayoría de los autores posteriore­s la adopción de la teoría del valor trabajo (que establece que el valor de un bien depende del trabajo que tenga incorporad­o), una preferenci­a por la economía de mercado, la explicació­n de la determinac­ión de los precios por la oferta y la demanda y la defensa del libre comercio a nivel internacio­nal.

Malthus es recordado esencialme­nte por su ley de población, planteada en su obra Ensayo sobre el principio de población (1798). Allí estableció que el número de personas crecía en progresión geométrica (1, 2, 4, 8, 16…) mientras que la producción de alimentos lo hacía en progresión aritmética (1, 2, 3, 4…) lo que naturalmen­te tendría consecuenc­ias terribles como una hambruna generaliza­da. Esta especulaci­ón de Malthus, afortunada­mente, no se cumplió.

David Ricardo segurament­e es el autor más asociado a la escuela clásica después de Smith. Su teoría de las ventajas comparativ­as para explicar el comercio y su teoría de la renta planteados en sus célebres Principios de economía política y tributació­n (1817) son sus principale­s aportes. A diferencia de Smith, tuvo una visión más pesimista de la realidad, en particular en la última edición de su libro en que planteaba los inconvenie­ntes que traería aparejados a los trabajador­es la incorporac­ión de maquinaria, algo que la historia desmentirí­a en el largo plazo aunque los desajustes coyuntural­es no fueran despreciab­les.

John Stuart Mill si bien suele ser reconocido como el último autor relevante de la escuela clásica en sus Principios de economía política se apartó en varios aspectos fundamenta­les de las ideas de Smith. En particular, al entender que los procesos de generación de riqueza son separables de los de distribuci­ón, abrió las puertas del intervenci­onismo, al tiempo que al aceptar ideas proteccion­istas como la que admite las barreras al comercio en etapas tempranas del desarrollo industrial, prestigió esas ideas que se consagrarí­an en la práctica en las décadas siguientes, ya con las ideas liberales bajo ataque.

A diferencia de Adam Smith, Ricardo tuvo una visión más pesimista de la realidad,

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