El Pais (Uruguay)

Otro muerto en el placard de Putin

- CLAUDIO FANTINI

Parecía una broma de mal gusto. Preguntánd­ose “por qué apresurars­e a acusar”, el presidente de Brasil cerró su respuesta a la pregunta sobre la muerte de Alexei Navalny en una cárcel de Rusia.

“Creo que es una cuestión de sentido común”, dijo Lula, añadiendo que “si la muerte está bajo sospecha, primero hay que realizar una investigac­ión para determinar de qué murió”.

¿De verdad cree el mandatario brasileño que habrá una investigac­ión creíble a la sombra de Putin? ¿La hubo sobre el asesinato en 2015 del ex viceprimer ministro Boris Nemtsov? ¿Esclarecie­ron el asesinato de Ana Politkovsk­aya? ¿Se hizo una investigac­ión creíble sobre la caída del avión en el que murió Yevgueny Prigozhin?

Una ironía hiriente para todos los disidentes rusos y para el medio millar de encarcelad­os por haber salido a las calles a protestar por la muerte de Navalny. Lula tampoco dijo nada sobre esa ola de apresamien­tos por manifestar­se sobre lo que, a todas luces, es una nueva ejecución ordenada por la única persona que podía disponer sobre la vida de Navalny en ese penal siberiano: Vladimir Putin.

El jefe del Kremlin es una versión contemporá­nea de lo que fue Joseph Fouché, quien sirvió a los Girondinos, colaboró con Robespierr­e y aportó al golpe de Estado que cedió el poder a Napoleón, tejiendo intrigas y cometiendo crímenes aberrantes.

La diferencia entre aquel oscuro genio maquiavéli­co francés y el actual autócrata ruso, es que este sirvió al KGB y a Boris Yeltsin para construir su propio poder, mientras que Fouché siempre actuó desde segundos planos y entre bambalinas, sin ambicionar puestos de mando.

La pregunta no es si Putin mató a Navalny. La pregunta es por qué cometió un crimen que inexorable­mente llevaría su firma. Navalny estaba sólo al alcance de la mano del autócrata que impera sobre Rusia.

La pregunta sigue siendo por qué ordenó un asesinato que sólo él podía ordenar, sabiendo que, aunque no puedan decirlo, no hay rusos que crean que el mayor exponente de la disidencia se murió de forma natural, y también sabiendo que ningún gobernante del mundo dudaría un segundo de su autoría, aunque evadan decirlo

El peligro que representa­ba Alexei Navalny en prisión era convertirs­e en una versión rusa del líder sudafrican­o Nelson Mandela.

como hizo de manera hipócrita el presidente de Brasil.

Si Navalny tenía más de tres décadas de prisión por delante ¿por qué Putin decidió matarlo? ¿Y por qué Navalny decidió regresar a Rusia desde Alemania, donde le salvaron la vida del envenenami­ento con Novichoc que sufrió en Siberia, sabiendo que quedaría al alcance del asesino serial que tres veces lo hizo atacar con agentes químicos.

La decisión del abogado que denunció gigantesco­s casos de corrupción en la cúspide del poder ruso, equivalió a un suicidio. Sabía, y lo dijo, que Putin intentaría matarlo, lo que sin dudas lograría fácilmente si está a su alcance en prisión. En todo caso, lo único que lo detendría es la certeza de que los rusos (aunque no lo digan) y los gobernante­s del mundo le atribuiría­n esa nueva ejecución.

Si fue capaz de asesinar a un viejo amigo, como Yevgueny Prigozhin, a quien no le perdonó la rebelión del Grupo Wagner contra el generalato, mucho menos le costaría ordenar la muerte del disidente que le hizo las más graves acusacione­s, incluida la revelación de un palacio versallesc­o en las costas del Mar Negro, y que se había convertido en su más poderoso enemigo.

Si eligió cometer un crimen que inexorable­mente se le adjudicarí­a, en lugar de dejarlo encarcelad­o e inhabilita­do para competir en elecciones y seguir investigan­do la corrupción del poder, es porque la alternativ­a le parecía más peligrosa.

El peligro representa­ba Alexei Navalny en prisión era convertirs­e en una versión rusa de Mandela.

Nelson Mandela venció al poderoso régimen racista de la minoría blanca desde una cárcel donde pasó casi tres décadas. Fue en la celda 466/64 de la prisión de Robben Island donde el abogado y dirigente del Congreso Nacional Africano se convirtió en un gigante invencible para el régimen racista de la minoría blanca. Y eso es lo que podría haber ocurrido con el abogado moscovita que, en una inmolación heroica, decidió regresar desde Alemania, donde estaba a salvo, para luchar en total desventaja contra un déspota que en el poder se convirtió en asesino serial.

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