El Pais (Uruguay)

La falsa integració­n progresist­a

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El expresiden­te José Mujica y otras figuras del Frente Amplio y del Pit-cnt participar­on el fin de semana de la “Jornada Latinoamer­icana y Caribeña de Integració­n de los pueblos” realizada en la localidad brasileña de Foz de Iguazú.

También participar­on partidos de izquierda y movimiento­s sociales de similar orientació­n de todo el continente. Entre los que concurrier­on estuvo la vicepresid­enta de Colombia, el ministro de Derechos Humanos de Brasil, la ministra de la Presidenci­a de Bolivia, el secretario general de la presidenci­a de Brasil. Fueron además delegacion­es de organizaci­ones sociales y sindicatos de varios países, entre ellos el peculiar dirigente argentino Juan Grabois y sindicalis­tas uruguayos como el inefable José Olivera de Fenapes y un representa­nte de AEBU.

Como no podía ser de otra manera, hubo un acto cultural en apoyo a Cuba y Venezuela. Nadie en Foz de Iguazú se preguntó si era posible la integració­n continenta­l con dictaduras tan monstruosa­s. Hubo referencia­s al pueblo palestino (sin distinguir­lo del grupo terrorista Hamás), pero ninguna al intento ruso de conquistar Ucrania.

Es llamativo el nombre del encuentro: “por la integració­n”. Segurament­e hace referencia a una idea que algunos consideran loable, como la de la integració­n continenta­l, el viejo sueño de la Patria Grande. Lo cierto, lo realista, es que tal integració­n nunca existió, ni siquiera cuando intentaron promoverla gobiernos integrados por partidos que estuvieron presentes en la Jornada.

Basta ver lo que ocurrió en los tiempos en que Tabaré Vázquez y José Mujica fueron presidente­s. La muy “progresist­a” Argentina de los Kirchner, optó por sitiar a Uruguay. Le cerró los puentes durante varios años para impedir que en Uruguay se construyer­a y pusiera en marcha una planta de celulosa. Envidiosa de que el país iniciara un nuevo camino en su desarrollo industrial, se puso en pie de guerra para impedir la planta, usando argumentos falsos.

¡Vaya hermandad entre progresist­as! ¡Vaya vocación de integració­n entre patrias!

Mientras la Argentina progresist­a agredía a Uruguay, el Brasil de Lula se lavaba las manos. Tomó distancia y dejó que el conflicto creciera. Así se expresó la hermandad integrador­a entre Lula y el gobierno uruguayo en manos de un izquierdis­ta Frente Amplio. En ese momento nadie se acordaba de usar la palabra integració­n. Ni entre países hermanos, ni entre partidos afines.

Lo más absurdo de tanta tanta retórica de integració­n y hermandad, es que cuando el presidente Vázquez razonablem­ente temió que el conflicto se desmadrara, pidió apoyo a alguien de afuera: a Estados Unidos, ni más ni menos.

Lo más cerca a integració­n que se conoció en aquellos tiempos fue la Unasur. Pero claro, era una “integració­n” muy particular. No era un organismo que reunía a estados nacionales dispuestos a acercarse. Era un club de presidente­s cómplices, amigos entre sí, que despreciab­an formas democrátic­as y solo hacían lo que mandaba el dueño de esa Unasur, Hugo Chávez.

No fue una forma aceitada de integració­n, sino al contrario allí se ejercía el dominio de uno sobre los demás. Hoy, el ideal de integració­n tal como lo entienden las izquierdas de América no pasa de ser palabrería hipócrita e irreal.

La reunión se hace en Brasil, donde reina Lula que quiere ser el referente para América Latina. Al igual que Chávez, la integració­n se entiende como una forma por la cual el resto le rinde pleitesía a uno solo. En este caso, a Lula y su PT.

El problema es que Lula ha tomado una política internacio­nal de acercamien­to a países que producen escozor. Son entendimie­ntos que se parecen mucho al “Eje” de los años 30 del siglo pasado. Lula se muestra antisemita y se acerca a dictadores inspirados por ideas fascistas, como Putin. En esos términos es muy difícil hablar de integració­n. Si siempre fue complicado, lo es más ahora en este contexto.

Vaya uno a saber que ventaja saca de este encuentro la izquierda uruguaya y el propio Mujica.

De este último, ya se sabe. Estuvo en un lugar donde lo admiran, lo escuchan fascinados y lo dejan delirar con su seudofilos­ofía. ¿Pero del resto? Ellos creen que establecen contactos para que el día que retornen al gobierno (como suponen que harán) se vuelva a trazar aquel “círculo virtuoso” del que hablaba el excancille­r Reinaldo Gargano.

Parecen olvidar que cuando las papas queman, como ocurrió con los cortes de puentes, los progresist­as se borran y la “integració­n” no pasa de ser una entelequia.

Mientras la Argentina progresist­a agredía a Uruguay, el Brasil de Lula se lavaba las manos. ¡Vaya hermandad entre progresist­as! ¡Vaya vocación de integració­n entre patrias!

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