El Pais (Uruguay)

“El humor no es una cuestión de géneros, sino de práctica”

- MANUELLA SAMPAIO

En su vida, el termómetro para hacer algo es saber cuánto le divierte. Es por esto que, aunque se graduó de farmacéuti­ca y estudió teatro, luego entendió que lo suyo era hacer reír. “Con el teatro yo me sentía extraña, para mí era terrible la posibilida­d de olvidarme del texto. Y en el stand up, la cagada se agradece”, dice y se ríe Connie Ballarini en charla vía Zoom con El País. “El error es bienvenido, porque hacés algo con eso. Entonces a mí me relaja” .

La comediante argentina es un fenómeno. Hace giras agotadas por Latinoamér­ica y cada vez que anuncia shows de este lado del charco pasa lo mismo: cuelga el cartel de sold out a los pocos días. Es por eso que, a las tres funciones que tenía en Teatro Stella este fin de semana en Montevideo (además de las dos funciones también agotadas en el Teatro Waldemar Bonilla de Maldonado), sumó una cuarta mañana, a las 21.00, para la que quedan las últimas entradas a la venta en Redtickets.

“Dedicarme a la comedia fue como exacerbar aspectos míos. Me sentía más honesta y cómoda. Descubrí en el stand up algo que me apasiona, porque iba por la vida tomando nota, observando cosas; esa curiosidad siempre estuvo, lo que pasó después fue que empecé a materializ­arla”, dice la humorista de 42 años que arriba del escenario habla de manera explícita sobre relaciones sexoafecti­vas y, sin reparos, trae el tabú al centro de la conversaci­ón.

Ese estilo la llevó a protagoniz­ar especiales de Comedy Central y participar en programas de televisión como La culpa es de Colón en su versión mujeres. Tras dos temporadas al aire por Telefe, giró con sus excompañer­as de programa con el espectácul­o Las chicas de la culpa. Junto a Malena Guinzburg también presentó el podcast Correo no deseado, original de Spotify, y hace una semana lanzó Teléfono descompues­to, que ahonda —desde la comedia, por supuesto— en las memorias de la infancia y de la adolescenc­ia.

En sus shows hay un ida y vuelta con el público y cuenta que, al habilitar ese intercambi­o, abrió paso a que ocurrieran cosas insólitas como, por ejemplo, un pedido de casamiento y hasta una discusión entre exnovios en medio del público. Todo eso, además de volverse anécdota, hace de la función un espacio único, fresco e imprevisib­le.

De su camino en el humor, los temas que aborda y cómo lo hace, esta charla.

—Hace 15 años que te dedicas al stand up. ¿Qué cosas fuiste descubrien­do sobre el humor y sobre vos misma arriba del escenario?

—Lo lindo del stand up es que uno va creciendo y tu comedia también cambia.

Hay una búsqueda de la identidad que uno tiene como artista, y la fui encontrand­o cuando empecé a hacer mi unipersona­l, cuando empecé a estar sola. Porque cuando apenas comenzás, capaz que estás con cuatro personas más y cada uno hace 15 minutos. Y es distinto lo que se genera en 15 minutos que en una hora y

pico con el público. Cuando empezamos éramos siempre una mujer con cuatro hombres, era “el cupo de mujer”, como si todas habláramos de lo mismo. Era una cagada porque teníamos menos posibilida­des de subirnos al escenario y de alguna manera otra mujer ahí era competenci­a, te lo ponían de esa manera. Entonces claro, si está ella, no estoy yo; era horrible. Y por suerte fue y va cambiando, y te das cuenta de que podés armar equipo. Por otro lado estaba eso de “las mujeres no son graciosas” y el humor no es una cuestión de género, es una cuestión de posibilida­des, de práctica, como todo. Hay algo de energía en cada función, que termina siendo única. Y más allá de que tengo mi material, es una comedia que se arma en conjunto y eso me parece superrico. En las risas, en los silencios, se siente un timing, hay un diálogo que no es hablado. Lo que me pasó con el tiempo es estar más cómoda en esto, porque también es riesgoso y hay que tener cintura.

—Hay una tendencia cada vez mayor en el stand up de que el comediante pregunte cosas al público y con esos insumos desarrolle el show. Vos fuiste una de las primeras de esta nueva generación en implementa­r eso, y lo hacés con frecuencia. ¿Qué te llevó a buscar ese diálogo en lugar de hacer un monólogo?

—Siempre me pasó que me sentía muy rara subiendo al escenario para empezar a sacar mi material de una. Necesitaba unos cinco* minutos para hacer una lectura. Entonces hablaba un poquito y después empezaba. Siempre me gustó hacer eso, pero lo que pasa es que antes no lo grababa. Y a mi me causa mucha gracia cuando dicen: “Eso está armado”. Porque es imposible de armar, y además sería una idiota si lo hiciera, no me divertiría. Se trata de habilitar el diálogo y todo lo que puede suceder ahí. Además, yo también aprendo, me parece hermoso hablar con la gente y ahí me doy cuenta de las posibilida­des que existen dentro del show, por eso siempre juego con que en ese espacio no se juzga lo que el otro dice.

—En una entrevista de hace un tiempo dijiste que te gusta meterte en lugares incómodos, y hablás mucho de sexo en tus shows. Vivimos un tiempo de revisión y de nuevas sensibilid­ades para abordar varios temas, pero parece que la mujer hablando de determinad­as cosas todavía es algo que incomoda mucho. ¿Cómo lo ves? —Siempre a la mujer nos juzgan 10 mil veces más. Es una lucha que trabo conmigo misma también, porque imaginate: mujer, comediante y hablando de cosas sexuales... No sabés las barbaridad­es que me dicen a veces. Y la verdad es que me afecta. Charlo en terapia de todas estas cosas, porque soy una persona y leo los comentario­s sobre mi trabajo. Y también, obviamente, fui criada en esta sociedad supermachi­sta en la que ser mujer comediante y estar hablando de sexualidad es encarado como: “¡Ay, qué grosera, qué ordinaria!, ¿no puede hablar de otra cosa?”. Pero hablo de lo que se me canta, aunque sea difícil, porque abajo del escenario soy mi peor hater. Por otro lado, cuanto más crítica conmigo misma me pongo, más rebelde soy arriba del escenario y digo: “¿Sabés qué? Me voy más a la mierda” (se ríe). Me pasa que voy cambiando un montón el material, pero hoy en día quedó, sí, casi todo sexual, y es porque me divierte. ¿Por qué no? Me parece que es super enriqueced­or para todos, porque venimos de una educación sexual de mucho tabú y es lindo que la gente sepa que está todo bien hablar de estos temas. Ahora justo empecé a hacer un material sobre la masturbaci­ón y me acuerdo que una amiga me decía hace unos años: “¿Para qué me voy a pajear si estoy en pareja?”. Y son esas boludeces que te quedan y te das cuenta de que sí, hay que hablar, me pareces uper enriqueced­or romper esas cosas que no te das cuenta y se instalaron en nuestra cabeza. Y con el humor se rompe todo mucho más lindo y más sano. —¿En qué momento te diste cuenta de que no solo podías dedicarte al humor, sino que además te iba bien?

—No soy muy consciente, porque me agarra un miedo. Es redifícil, estoy todo el tiempo generando contenido, es un laburo constante, pero hermoso, porque por ahí hay gente que no está tan bien económicam­ente, pero elige ir a verme porque quiere reírse y sabe que reírse es salud. En la pandemia me cayó fuerte esa ficha: todos necesitamo­s distraerno­s, el humor es salud posta. Entonces que me elijan, cuando a veces cuesta comprar una entrada, es refuerte y yo lo tomo con mucha responsabi­lidad. Por eso lo doy todo en cada función, porque estoy superagrad­ecida.

Es un fenómeno de la comedia y regresa hoy a Montevideo para cuatro funciones en el Teatro Stella.

 ?? ?? SHOW. La humorista argentina de 42 años llena salas en varios países de Latinoamér­ica y en España.
SHOW. La humorista argentina de 42 años llena salas en varios países de Latinoamér­ica y en España.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay