El Pais (Uruguay)

¿Se repetirá una “exuberanci­a irracional” de los mercados?

Productivi­dad en EE.UU. subió un asombroso 3,9% hacia finales de 2023

- FABIANA CULSHAW

Estados Unidos es un driver de la economía mundial y conviene poner el ojo en que su productivi­dad —en los últimos tres trimestres de 2023— creció 3,9% anualizado, esto es tres veces más que el promedio de la década anterior a la pandemia de covid-19.

Se trata de una cifra extraordin­aria, más aún consideran­do que el mundo está sufriendo dos guerras, con todo lo que eso implica en términos económicos. Pero el dato va más allá, dado que analistas en ese país también confían en que la productivi­dad seguirá en niveles altos —quizás no tanto, pero igual de interesant­es— como respuesta a la apuesta por la inteligenc­ia artificial que EE.UU. hace y que se espere potencie en forma marcada el rendimient­o laboral.

Así lo transmitió Michele Santo, economista, director de AIVA Business Platforms (inversione­s) y asesor internacio­nal, en el evento de “Perspectiv­as económicas 2024” que organizó la Asociación de Dirigentes de Marketing (ADM) esta semana.

El economista hizo un recorrido por la situación internacio­nal y el impacto —directo o indirecto— en Uruguay, y puso foco en la narrativa de que la inteligenc­ia artificial cambiará al mundo, aunque está por verse, dado que otros factores también incidirán, según advirtió.

La Fed habló de la “exuberanci­a de los mercados”, y luego vinieron las crisis.

NUEVA NARRATIVA. Santo comparó la irrupción de la inteligenc­ia artificial con la de otras innovacion­es tecnológic­as y se preguntó: “¿Estamos en una situación parecida a la de 1995, o a la del año 2000, a nivel de la economía norteameri­cana y mundial?”.

En 1995 —o más bien, en la segunda mitad de la década— se dio la irrupción global de Internet y el auge del uso de la informátic­a en los negocios, y se habló en ese entonces de un cambio de paradigma en la productivi­dad, que se proyectaba iba a ser extraordin­aria y sostenible. “Eso efectivame­nte ocurrió: hubo un crecimient­o importante y se desató una euforia impresiona­nte en los mercados financiero­s, que llevó al entonces presidente de la Reserva Federal (Fed), Alan Greenspan, al hacer su famosa referencia a la exuberanci­a irracional de los mercados”, recordó.

Luego de unos cuatro años de “exuberanci­a”, sobrevino la crisis de las “punto com” y una serie de otras crisis económicas, como la inmobiliar­ia (2007) y las derivadas de la pandemia de covid-19 (2019).

En el año 2000 —prosiguió Santos—, también se dijo que la irrupción tecnológic­a, basada en innovacion­es de última generación, iba a cambiar al mundo. “Se pensó que íbamos a ser mucho más ricos, que íbamos a aumentar en forma permanente la productivi­dad, pero eso no ocurrió”, afirmó.

El economista fundamentó en que el crecimient­o de la economía mundial fue paupérrimo (sin contar China) en este siglo, o se ha crecido pero generando grandes desequilib­rios.

Es así como Santo mostró su escepticis­mo ante el impacto que generará la inteligenc­ia artificial en la productivi­dad, yendo quizás a contrapelo de otros estudiosos del tema.

“Los desequilib­rios que surgieron a principios de siglo tuvieron que ser costeados por un aumento gigantesco de deuda (en parte también por la pandemia), y han llevado a un estado de fragilidad importante a la economía mundial, en cuanto a que los actuales niveles de deuda son, en términos de Producto Interno Bruto (PIB), los más altos de la historia”, afirmó, para respaldar su posición.

Gran parte de esa deuda va a tener que ser refinancia­da en los próximos dos o tres años, tanto a nivel privado como público, siendo importante, entonces, que bajen las tasas de interés. Hasta ahora, el mundo ha convivido con ese aumento enorme de deuda, porque las tasas de interés eran cero en términos nominales y negativas en términos reales, y las subas

“El alza económica ha sido muy por debajo de lo que fue en el Siglo XX”.

de las tasas que se dieron en 2022 y 2023, pegaron muy tangencial­mente sobre el stock de deuda (porque en el mundo desarrolla­do la tasa queda fija hasta que se tiene que refinancia­r, explicó). “Pero ahora se vuelve crucial que, en el proceso de desinflaci­ón, los bancos centrales puedan bajar sustancial­mente las tasas de interés en esos países, para que no haya recesión y para que el refinancia­miento de la deuda acumulada se pueda hacer sin grandes costos financiero­s o defaut”, advirtió.

De esta manera, el economista sostiene que la narrativa de que el mundo va a cambiar radicalmen­te —como la del año 2000— puede, eventualme­nte, durar poco. “Miren las estadístic­as de la economía mundial del 2000 para acá, saquen China —que tiene sus propios problemas— y verán que ha sido muy por debajo de lo que fue en el siglo XX, sobre todo el de las economías más desarrolla­das. Y —reitero— cuando hubo crecimient­o fue en base a déficit fiscal, endeudamie­nto público”, afirmó.

Santo se cuestionó así el derrotero que tendrá la narrativa actual sobre la inteligenc­ia artificial, si llevará a un cambio de la actividad realmente sostenido (al 2% o 3%), o si derivará en otros impactos, como por ejemplo, que se eleve el tiempo de ocio sin llegar a generar un aumento real sustancial en la producción de bienes y servicios, en especial consideran­do que aparecerán nuevos factores inhibidore­s o de incertidum­bre, incluso geopolític­os, en escena.

“Se puede mirar 2024 con cierto optimismo, también en Uruguay, pero sabiendo que hay muchas cosas que pueden no salir como está previsto, sobre todo a nivel de la economía norteameri­cana y la productivi­dad”, con impacto en otros países, concluyó.

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INTELIGENC­IA ARTIFICIAL. Se prevé que multipliqu­e la productivi­dad, pero hay impactos no previstos en un terreno nuevo e incierto.

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