Se abren interrogantes sobre la tolerancia social al ajuste
■ La profundidad de la recesión y la caída del consumo no solo abren interrogantes acerca del margen de tolerancia social al ajuste, sino también sobre la viabilidad del plan económico en marcha. En febrero se encendió una luz amarilla con la caída del 11% en términos reales de la recaudación impositiva. Si se excluyeran los ingresos de tributos relacionados con el comercio exterior, como las retenciones y el impuesto a las importaciones, que se vieron beneficiados por la abrupta devaluación de diciembre pasado, el descenso de la recaudación hubiera llegado al 19%.
Semejante caída se explica en buena parte por el derrumbe de los impuestos ligados directamente a la actividad económica interna. El IVA DGI, que refleja el ritmo del consumo, registró en febrero una caída interanual del 12% en términos reales. El impacto también se reflejó en los tributos ligados al mercado del trabajo. Los impuestos asociados a la seguridad social exhibieron un descenso real del 23,1% interanual.
Luego que en enero pasado la economía argentina alcanzara superávit fiscal por primera vez desde agosto de 2012, la drástica caída de la recaudación de febrero abre dudas en torno a si el gobierno de Milei podrá sostener el resultado positivo de las cuentas públicas, un objetivo que según el propio presidente no será negociado. En un escenario para los próximos meses en el que se prevé un mayor gasto estatal por la recuperación al menos parcial de los ingresos de los jubilados —además del cumplimiento de pagos que vienen siendo pisados—, economistas advierten que el gobierno no tendrá otra alternativa que lanzar otra nueva ronda de ajustes si se prolongase la caída de la recaudación.
“El riesgo es que la economía caiga en un círculo vicioso conformado por ajuste del gasto, contracción de la actividad y del consumo, caída de la recaudación y, en consecuencia, la necesidad de un nuevo ajuste. Si cuando se acabe la etapa de la liquidación de la cosecha en el tercer trimestre del año no asoma ningún elemento que traccione a la economía como un incremento de las inversiones o de las exportaciones, habrá problemas para romper con ese círculo vicioso. En algún momento el gobierno tendrá que dar un golpe de timón y ajustar un poco la política económica para que haya algún incentivo al ingreso de capitales que impulse el nivel de actividad”, dijo a El País Fernando Baer, economista asociado en Quantum Finanzas, en Buenos Aires.