El Pais (Uruguay)

“Hubiéramos preferido que no se cambiaran las metas”

- LUIS CUSTODIO

El último informe del Consejo Fiscal Asesor validó los cálculos hechos por parte del Ministerio de Economía sobre el resultado fiscal estructura­l y valoró positivame­nte el cumplimien­to de las metas establecid­as en la regla fiscal. Sin embargo, expuso varios puntos que se consideran perfectibl­es y otros donde la opinión del consejo difiere de las definicion­es establecid­as por parte de la autoridad económica. Jorge Roldós, integrante del consejo Fiscal Asesor, advirtió sobre “el riesgo de incumplimi­ento de las metas” para este año, al tiempo que consideró que las metas “deberían ser más estables”. Anunció que para el informe de junio se profundiza­rá en cuanto al nivel deseable de deuda. Además, remarcó la necesidad de afinar la labor técnica para definicion­es como el crecimient­o potencial y el perímetro fiscal, entre otras variables. A continuaci­ón, un resumen de la entrevista.

—Se cumplieron cuatro años de la utilizació­n de los instrument­os previstos en la regla fiscal. ¿Es un paso que no tiene marcha atrás?

—Totalmente. Creo que la regla está aquí para quedarse, tiene una cantidad de matices que hay que mejorar, pero con sus imperfecci­ones, la regla se impulsó en un año muy difícil y se cumplió, en cuatro años en los cuales hubo tres o cuatro shocks negativos muy importante­s. Por tanto, hay mucho mérito detrás de esto y esa es la valoración positiva del consejo, aunque claramente haya cosas para mejorar.

—La coyuntura sometió a estrés a la regla… ¿el balance es totalmente positivo?

—Creo que hay algunos logros que todavía no se han apreciado totalmente. Por ejemplo, el tema de eliminar la pro-ciclicidad es algo de lo que no se ha hablado mucho. Bastante menos que de la sostenibil­idad, y son dos objetivos de la política fiscal que están ligados. Además de cumplir la meta, se logró sacarle un sesgo procíclico que traía desde principios de siglo, claramente. Ese es el rol estabiliza­dor que tiene la política fiscal, que ayuda a conseguir el otro objetivo, que es la sostenibil­idad.

—Las metas se cumplieron en los tres pilares. ¿Acepta matices esa definición?

—Se cumplió a rajatabla; si no, nuestro informe mentiría. Nuestro principal rol no es decirle a la ministra cómo tiene que hacer la política fiscal, sino dar nuestra opinión sobre si se cumplió o no, de acuerdo con la literatura de referencia. Los matices, son los temas que hay que mejorar, sobre cálculos y definicion­es: qué es un gasto extraordin­ario, cuál es la brecha de producto, etc. Hay que hacer más, sí, pero se cumplió.

—¿Qué ajustes deberían priorizars­e?

—Lo que ha generado más debate y con lo cual tuvimos una pequeña diferencia con el ministerio, es una definición que tiene el Comité mucho antes de que yo me sumara: sería deseable que las metas fueran más estables, que no se cambiaran en el medio del año. Es muy válido lo que dice el ministerio, que les sorprendió la inflación hacia abajo, y eso tiene un impacto claro en las finanzas públicas. Nosotros pensábamos que quizás era mejor mantener la meta del déficit en 2,6 y no llevarla a 2,9, porque en esto va la credibilid­ad de la regla y entonces, se presenta le dilema: mantener la regla en 2,6 y, eventualme­nte, violarla, o moverla y justificar esa decisión, que fue lo que decidió el MEF.

—¿La elección del MEF no fue la mejor opción, a juicio del Consejo Fiscal Asesor?

—Entendíamo­s que era mejor no cambiar la meta. Uno de los aportes de lo estructura­l es que uno mira todas las partidas de gastos e ingresos y algunas se mueven más allá del control del gobierno. El gobierno no controla si hay una recesión, no controla si hay una sequía. En estos años hubo condicione­s que podían justificar un incumplimi­ento. Veíamos que un cambio de meta podía terminar afectando la credibilid­ad del instrument­o. El gobierno es muy honesto en sus prediccion­es, pero no sabemos qué va a pasar con el producto, la inflación, el tipo de cambio; no controla todo. Esa es otra de las cosas que hay que mejorar…

—El debate también se instaló acerca del valor

de tomar el déficit corriente o el estructura­l, como principal referencia…

—Los dos conceptos son válidos. Uno no puede olvidarse de los números contables y el mes a mes nos da una cierta informació­n de hacia dónde va a ir el número estructura­l; sin duda son complement­arios, pero puede llevar a errores; muchas cosas están cambiando en las partidas del gobierno; más allá de la capacidad del MEF de controlarl­as. Controla solo lo que se llama política fiscal activa, que es lo que está en las cifras contables después de hacer los ajustes cíclicos que hacemos en lo estructura­l. Sin ir más lejos, alguien que conoce el Uruguay mejor que yo como Javier de Haedo, decía en la última edición de Economía y Mercado, que si miramos el crecimient­o del gasto en 2022-23, sin COVID, supera la meta del 2,8% del Pilar 2; pero no dice que los dos años anteriores estuvo muy negativo. O sea, el gasto fiscal creció, sí, pero uno no puede ignorar que el COVID, dentro de esta metodologí­a, se controla después como un gasto extraordin­ario. Hay que balancear el objetivo de ciclicidad con el de solvencia, y el déficit estructura­l es la medida que nos guía en forma más clara.

—En el último informe a los riesgos para 2024, advierten sobre lo exiguo del margen de maniobra en materia de gasto…

— Hay poca holgura entre los pilares, porque uno de los problemas existentes, además, es el de cuadrar los tres pilares, cuando se están moviendo muchas variables, especialme­nte las nominales, es un poco difícil. Uno podría afirmar que el gobierno tiene muy poco margen de gasto, pero, en realidad, podríamos suponer que hay margen para recortar por otro lado. Esa es la discusión que hay que tener.

—Un elemento adicional es que estamos en año electoral…

—Sí, lo tenemos en cuenta. Desde el comité se ha hecho la advertenci­a que entre los desafíos, además de la ciclicidad y la sostenibil­idad, está la discrecion­alidad del año electoral. Cabe tener presente que en los últimos tres años electorale­s hay un impulso fiscal positivo. Ahora, este cambio de la meta no es una invitación a que haya una fiesta electoral. De ninguna manera; lo hicieron, y lo han dicho, por la sorpresa inflaciona­ria.

—¿Cuál es el conflicto que observan entre metas y proyeccion­es?

—Hasta ahora el gobierno ha puesto metas que cree que puede cumplir. De acuerdo con las proyeccion­es que se hacen de todas las variables macro, se llega a una definición sobre las variables fiscales. En base a eso y a lo que el ministerio ve políticame­nte factible, se llega a que la meta sea igual a la proyección. Capaz que podrían plantearse escenarios, donde se tomen en cuenta eventuales movimiento­s de las variables macro; puede darse que se acierte en la meta y puede que no, y en ese caso, a partir de alguna de las variables de política fiscal activa, hacer la corrección necesaria. La meta debería estar alineada no tanto con la proyección, sino con el resultado primario que estabiliza la deuda o la pone en una trayectori­a descendent­e.

—Respecto del perímetro de la regla, en materia de gasto. Esa forma de contabiliz­ar, ¿termina generando una zona gris?

—Sí lo es. Idealmente, la regla debería abarcar todo el sector, pero es bastante complejo, poder monitorear­lo y controlarl­o, no solo en Uruguay. La regla que se utiliza ahora es un primer puntapié; un primer puntapié muy sólido, pero que hay que mejorarlo y sobre el perímetro, sería oportuno ver si se puede ampliar a otras agencias del gobierno, eso sería muy importante. Porque hay deudas ocultas que están creciendo y quizás deberían de traerse a la regla; o no, porque mucho de lo que no se abarca en el perímetro tiene que ver con inversión pública y hay otra forma de verlo, un tema que empezamos a discutir en el CFA, donde la inversión se excluye de la regla.

—¿Cómo se puede mejorar la definición del producto potencial?

—El comité viene diciendo hace mucho tiempo, con mucho criterio, que como es una variable no observada, hay que tener varias estimacion­es y quizás promediarl­as, o ver cuál hace más sentido. Por ahora se utiliza una que se basa en una función de producción, pero también ahí hay dudas de cómo proyectar la mano de obra, la inversión, o la productivi­dad.

—En cuanto al pilar 3, ¿qué comentario­s le genera el nivel de deuda observado?

—Es un tema complejo. No hay consenso en la profesión de cómo medir el ratio de deuda al cual se tiene que llegar, cómo definir ese número mágico. En el FMI vi estas discusione­s muchas veces, lo que se busca es, si la deudas está por sobre el 50% del PIB, llevarla hacia abajo, para que cuando venga otro shock negativo como una pandemia o una sequía, haya espacio para apoyar al sector privado. Hoy estamos unos puntos por encima. Entonces, este gobierno tuvo que atacar la pandemia, un evento que en todo el mundo llevó a aumentos del ratio de deuda. Si de aquí para adelante no tenemos shocks negativos quizás habría que ir un poco más abajo, poner la deuda en una tendencia decrecient­e. Vamos a estar estudiando este tema específica­mente en el próximo informe del mes de julio. Quizás podamos sugerir bandas o una dirección en la cual tiene que ir la deuda en última instancia.

—¿El nivel de déficit actual permite asegurar la sostenibil­idad de la deuda?

—El Consejo hace tiempo que viene insistiend­o en este tema. Otra vez, vamos a revisar los números en julio. Quizás debiera haber un superávit primario, para estar seguros de que la deuda está en una trayectori­a descendent­e.

—¿Era necesario aumentar el tope de deuda?

—Creo que sí, que aplicar la cláusula de salvaguard­ia estuvo justificad­o.

Hay algunas críticas sobre el destino que se le dio al incremento de la deuda, porque el costo de la emergencia hídrica fueron 50 millones de dólares y se pedimos 240. Bueno, eso es muy de contador, con todo respeto a los colegas. Lo que se gastó por renuncias impositiva­s u otras medidas en la emergencia hídrica es un número, pero el enfoque estructura­l toma toda la macro de las finanzas públicas. ¿Cuántas empresas agropecuar­ias tuvieron pérdidas por la sequía?, eso es otra pérdida de ingresos que está contemplad­a en una medida estructura­l que mira al ciclo en su totalidad, no las medidas de gasto que específica­mente midió el MEF. Hay otras muchas pérdidas así. Es muy difícil confrontar un número de gastos corriente contable con el resto de la realidad macroeconó­mica.

Para balancear objetivos de ciclicidad y solvencia, el déficit estructura­l es la medida que nos guía en forma más clara.

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