El Pais (Uruguay)

Aquel rey de la fiesta de los 90 COPPOLA Volverse un personaje que es tan conocido

Juan Minujín habla de la serie sobre el manager y amigo de Diego Maradona, que se estrenó en Star +

- GUILLERMO COURAU, LA NACIÓN/GDA

Los motivos que han puesto a la década del 90 y a sus protagonis­tas en el centro de proyectos artísticos, debates, investigac­iones y videos de Tiktok son dignos de reflexión. Se percibe una necesidad constante de conectar muchos aspectos del presente —desde culturales hasta políticos— con aquella década suntuosa, desbordada y en muchos aspectos obscena. Y en el centro de la escena: Guillermo Coppola. “Guille”, “Guillote”, un personaje que nació secundario y fue escalando hasta volverse gran protagonis­ta, por carácter transitivo, como así también por (de)mérito propio.

El empleado de banco, el hijo pródigo; el manager, el amigo y “protector” de Diego Maradona tanto en el cielo como en el infierno, el gran contador de anécdotas. Mil y una vidas que se convertían en terreno fértil para ser llevadas a la pantalla.

Darle forma a esa usina de historias fantástica­s, algunas con ribetes de leyenda, fue la tarea que se propusiero­n el director Ariel Winograd, y Juan Minujín hace ya dos años. El resultado, inabarcabl­e, pero prolijamen­te condensado en seis episodios, está a disposició­n de fans y detractore­s desde ayer en Star+. La serie se llama Coppola, el representa­nte, pero es mucho más que eso. Tanto como para que su protagonis­ta dudara seriamente antes de aceptar el papel.

—La mayoría de tus colegas habría aceptado sin dudar, ¿qué era lo que te preocupaba en ese momento?

—El personaje era muy atractivo, fascinante en sí mismo, pero quería ver si podíamos ir más allá de las anécdotas que uno ya conoce. Él es muy público, lo venimos viendo desde hace 15 o 20 años en la televisión. Me interesaba mucho saber el encuadre que pensaba darle el director, si iba a ser una especie de museo de sus anécdotas o se iba a poder entrar en otra dimensión por fuera de ese personaje tan público.

—Quedó un poco de ambas.

—El desafío que buscamos entre todos fue ver qué había detrás de ese gran anfitrión que cuenta historias graciosas y floridas. Y después por supuesto, conocer también cómo era esa vida atravesada por Maradona. Cuando vi que ese era el camino me entusiasmé muchísimo.

—¿Cuándo te propusiero­n el papel te veías parecido? Porque la sensación general era que no tenían nada que ver.

—Un poco sí, pero hay un trabajo muy bueno de los caracteriz­adores, de la gente vestuario, de la directora de arte. La caracteriz­ación soy yo, pero también es la ropa, los objetos, las cosas que lo rodean. Por suerte a Winograd le parece muy importante ensayar, algo que no es habitual. Hicimos una previa de un mes y medio en donde yo iba casi todos los días a la productora a pasar letra con otro actor, o solo con él. La gente tiene muy presente al Coppola de ahora, a su forma de hablar, a sus gestos. Además, es mucho más gracioso. Pero cuando ves las entrevista­s en los 90, era muy serio, taxativo. Había que ser fiel con ese retrato, y no quedarse solamente con el tipo de la fiesta. Lo más difícil fue encontrar la manera de pensar de una persona como Coppola.

—¿Y cómo piensa?

—Es una persona que le da mucho valor a la amistad, a la lealtad, hace un culto de eso. Lo más interesant­e fue encontrar la dimensión de sus relaciones humanas. Lo que a él le pasaba con sus parejas, o con Maradona. Y también cómo lo habían atravesado otros momentos clave de su vida, como su encuentro con Enzo Ferrari, con Berlusconi, con el presidente del Nápoli. Eso de ir escapando para adelante todo el tiempo. La serie arranca en 1985. Los primeros capítulos son más luminosos porque así era su vida entonces: Maradona en Nápoles, después el Mundial del 86. Todo muy para arriba, pero luego se va complicand­o más la cosa.

—Claro, el asesinato de su socio y amigo Poli Armentano, todo el episodio del jarrón, la cárcel. ¿Qué recuerdo tenés de esa época? —Recuerdo el escándalo del jarrón, como todos los que atravesamo­s esa época, pero no tenía muchos más detalles. La verdad es que tampoco sabía

Juan Minujín ya interpretó a otro argentino famoso: Jorge Bergoglio

“Lo más difícil fue la encontrar la manera de pensar de alguien como Coppola”

tanto de Coppola antes de hacer la serie, tuve que investigar mucho para el proyecto. No era un fan de sus anécdotas, lo tenía muy relacionad­o a Maradona y no mucho más. —Ya habías hecho de un joven Jorge Bergoglio en Los

dos papas, otro personaje contemporá­neo.

—Claro, lo que pasa es que Bergoglio era un personaje más lejano. No tuve acceso a él y el archivo que había sobre la época que me tocó era muy poco. En este caso el volumen del material era descomunal, ■ —Cuando uno compone a un personaje tan subrayado en sus modismos como es el caso de Guillermo, cuesta “sacárselo”. En otras palabras, ¿cuánto tardaste en dejar de hablar arrastrand­o la “s”?

—(Risas) Fue una convivenci­a muy intensa porque lo ves tanto que uno ya tiene un camino trazado de por dónde ir. En un punto te ayuda mucho tener una referencia tan clara a la hora de componerlo, pero también tiene sus cosas. Me acuerdo que cuando terminé de grabar, enseguida empecé otro proyecto, y me había quedado el movimiento de manos, los gestos, y la “s”.

—¿Te preocupa lo que pueda opinar al ver la serie? —Tengo curiosidad de qué va a decir cuando la vea completa. Desde el inicio nos dio mucha libertad para trabajar. Además me parece que es importante entender que se trata de una ficción basada en la vida. Lo que hice no fue una imitación, sino una interpreta­ción de una energía que él tiene. Siempre fue muy elogioso con mi trabajo, pero debe ser difícil que hagan una serie sobre vos, tus altibajos. Y tuvo altibajos muy pronunciad­os. además fui a la casa de Guillermo varias veces, tenía su Whatsapp y lo contactaba si tenía alguna duda. Fue muy positivo siempre, en ningún momento controló qué se decía o qué no, más allá de que hubo un consenso con los guiones.

—La serie comienza en Nápoles, ¿cómo fue la experienci­a de filmar en una ciudad tan emblemátic­a para Maradona y para Coppola?

—Estuvimos dos semanas. Es una ciudad que le tiene un amor a la Argentina y a Maradona muy singular. La gente todavía hoy es fan, chicos jóvenes que habían heredado el fanatismo de sus padres. Muchos de los extras se acordaban de esa época y nos tiraban datos.

—¿Por qué fascinan tanto los 90 y sus personajes?

—Creo que porque cada dos o tres décadas empezamos a revisar lo que pasó. Conectamos con nuestra propia adolescenc­ia, con nuestra juventud. Tanto “Wino” como yo tenemos edades parecidas y a los dos nos entusiasma­n las mismas cosas. Después, este Coppola es fascinante en sí mismo, imaginate que la gente quiere que vaya a contar anécdotas a su cumpleaños. No cualquier personaje es digno de convertirs­e en protagonis­ta de una serie, pero él sí.

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