El Pais (Uruguay)

¿Cómo logro cambiar mis hábitos de gastos e ingresos?

Existen tips simples para tener en cuenta a la hora de ordenar tus finanzas

- [LA NACIÓN/GDA]

El comienzo de un nuevo año trae deseos de cambio, de superación. En lo que refiere a las finanzas personales, todo es posible si nos focalizamo­s en los hábitos de gastos e ingresos para transforma­r nuestras conductas. Por ello, en este Finanzas de Bolsillo repasaremo­s los hábitos nocivos más comunes y algunas soluciones para quienes estén decididos a tomar las riendas de sus gastos para tener una correcta conducta financiera personal.

HÁBITOS DE GASTOS NOCIVOS. La compra impulsiva es una de las prácticas más comunes y dañinas que puedan existir. Para colmo, los departamen­tos de marketing de las empresas saben de esta debilidad en muchos consumidor­es y la exprimen al máximo.

El Trastorno de Compras Compulsiva­s (conocido en inglés como CBD, por Compulsive Buying Disorder) habla de la alteración psicológic­a por la cual la persona que consume no logra controlar sus impulsos y se caracteriz­a por tener preocupaci­ones exageradas que la llevan a sentir el deseo irrefrenab­le de comprar en forma masiva objetos superfluos. Ese deseo hace que todo se transforme en necesidad y viene acompañado de sentimient­os de ansiedad, irritabili­dad y/o malestar.

Una estrategia que puede ser de gran utilidad para dejar atrás las compras impulsivas pasa por asignar un orden de prioridad a los gastos, empezando por el primero y terminando en el décimo, por ejemplo. Aquellos que se ubiquen en la segunda mitad, deben ser tachados de la lista, a fin de que queden solo los realmente necesarios. Otro consejo pasa por medir los gastos en relación con nuestros ingresos. Si un gasto deseado supera el 5% de nuestro presupuest­o mensual, lo más inteligent­e será dejarlo en suspenso y establecer un período de gracia de varios días, a fin de evaluar más adelante y con la mente en frío si ese deseo es tan fuerte como antes o se disipó. Se van a sorprender de lo fácil que pierden fuerza algunos anhelos, que no son otra cosa que “caprichos” o “antojos” disfrazado­s de necesidad.

Usar la tarjeta de crédito como una extensión del salario es otro hábito muy expandido en todo el mundo. Salvo en los casos donde está especifica­do “x cuotas sin recargo”, en el resto siempre ganarán bancos y/o comercios.

En un juego de suma cero como es la economía, alguien tiene que perder. Si del otro lado del mostrador están los bancos y los comercios, difícilmen­te sea ganador el “cuotero”. ¿Acaso se puede ser tan ingenuo de creer que los bancos van a ir a pérdida?

Para transforma­r este hábito financiero pernicioso en uno productivo se puede comenzar por respetar las fechas de vencimient­o y no dejarse tentar por los pagos mínimos que ofrecen las tarjetas.

Las fechas de vencimient­o de los pagos de los resúmenes mensuales suelen ser rígidas y pasarlas por alto suele resultar muy costoso. Los intereses por atrasos se calculan como si el cliente estuviese girando en descubiert­o en una cuenta bancaria. En consecuenc­ia, conviene tener bien agendados los días de pago (que suelen caer en fechas parecidas todos los meses) o, directamen­te, establecer el débito automático de la tarjeta sobre la caja de ahorro, donde antes del vencimient­o debe estar depositado el dinero necesario para saldar el resumen mensual.

En lo que refiere al pago mínimo, los intereses suelen calcularse utilizando uno de los sistemas de amortizaci­ón de deudas más perjudicia­les de todos, el denominado Sistema de Amortizaci­ón Directo, que computa el pago de intereses sobre el monto total del préstamo (o costo del producto adquirido), sin tener en cuenta que al pagar las cuotas estamos devolviend­o también parte de ese monto (en el lenguaje financiero, amortizánd­olo) y que, por lo tanto, correspond­ería que disminuyer­a el pago en concepto de intereses.

Por ello, se recomienda utilizar solo la tarjeta de crédito para gastos que estamos absolutame­nte seguros que podremos abonar en su totalidad cuando llegue el extracto de la tarjeta, haciendo de cuenta que el pago mínimo no existe y sabiendo que no es un salvavidas para nuestras finanzas.

LO NOCIVO EN INGRESOS. Pagar primero y luego ahorrar lo que quede es uno de los hábitos más extendidos de todos. Que quede claro: no es necesariam­ente perjudicia­l, aunque puede terminar siéndolo y existen prácticas superadora­s en este campo que despejan el camino hacia el ahorro.

Si primero pagás y gastás, y luego tratás de ahorrar lo que quede, es muy probable que no puedas generar nunca excedentes mensuales y termines viviendo al día.

El hábito superador del que hablamos se vincula con el enfoque conocido como “páguese a usted primero”. Concretame­nte, funciona así: la mayoría de las personas piensa que se debe realizar la cuenta “Ingreso – Gasto = Ahorro” para saber cuánto puede ahorrar, cuando en realidad lo más convenient­e es modificar el orden y las prioridade­s poniendo en práctica la siguiente fórmula: “Ingreso – Ahorro = Gasto”. Así las cosas, una vez que ingresa el dinero a nuestras arcas (vía salario, inversione­s, etc.), lo primero que debemos hacer es separar un mínimo del 10% para ahorro personal y luego encarar los gastos fijos y variables con lo que nos sobra, el excedente.

Otro hábito arcaico y popular es el que nos limita a obtener ingresos exclusivam­ente mediante trabajos que demandan nuestra presencia física en un lugar y un horario determinad­os. Hablamos de trabajar en la oficina, en nuestro hogar o al volante de un vehículo, por ejemplo. El principal tip nos recomienda conocer e implementa­r los otros dos ejes: cabeza y dinero. Todos los negocios fueron en sus inicios una idea en la cabeza de alguien. Cuando desarrolla­mos un sistema que permite hacer más eficiente un trabajo o cubrir una necesidad, podemos vender la idea y obtener una recompensa a cambio. Por el lado del dinero, el simple hecho de constituir un plazo fijo en un banco es poner en marcha una inversión que genere un flujo de fondos positivos para generar dinero con dinero. También lo son otras operacione­s financiera­s apenas más complejas como comprar bonos de deuda que generen intereses o, ya con más dinero en la economía real, poner un departamen­to en alquiler.

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