El Pais (Uruguay)

El votante del Frente Amplio (II)

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Juan Pedro Arocena | Montevideo

@| El 2024 nos encuentra haciendo un esfuerzo por entender cómo operan los dos principale­s factores de captación de voto frenteampl­ista: la autopercep­ción ideológica y el pensamient­o de grupo. Comenzando por el primero, si es verdad que existen en Uruguay casi 600.000 votantes del FA que se identifica­n como de izquierda o extrema izquierda, correspond­e tratar de develar cuáles son los elementos en que se basa el fenómeno.

El FA actual está prácticame­nte monopoliza­do por partidos cuyos fundamento­s ideológico­s (nunca explícitam­ente abandonado­s) provienen del marxismo leninismo o del marxismo a secas, del comunismo o cuando menos del socialismo real y en todos los casos, de la revolución social. Para corroborar­lo, alcanza con leer los estatutos o las declaracio­nes emanadas de los últimos congresos del PCU, del MPP o del PS o dialogar con cualquier cuadro medio de la militancia frenteampl­ista.

A diferencia de la “percepción ideológica”, la ideología es un conjunto sistematiz­ado de ideas que constituye la base del pensamient­o de un colectivo político. Pero como tal, ella no opera en la forma de pensar de cientos de miles (más de la mitad) de los votos frenteampl­istas. Si así fuera, la batalla por las ideas estaría ganada porque el último medio siglo (o cuando menos los últimos 35 años si tomamos como hito de partida el colapso soviético) se ha obstinado en mostrarnos los sucesivos fracasos a que conduce cuando alguien desde el gobierno se propone llevarla a la práctica.

La caída del socialismo real a principios de los 90, dejó a la ideología sin propuesta alternativ­a en medio de una gran orfandad académica. Las hambrunas del comunismo (en la URSS y en China comunista) replican ahora en Cuba, que a 65 años de su revolución, no produce suficiente leche para alimentar a los niños menores de 7 años y ha recurrido al Programa Mundial de Alimentos (ONU) para solucionar la emergencia alimentari­a. Eso no impide que el Foro de San Pablo declare en 2023, que Cuba es “Patrimonio Universal de la Dignidad”.

En este estado de cosas, mantener los postulados originales de la doctrina (a los que adhieren una amplia mayoría de los partidos del FA) se asimila a una especie de disparatar­io análogo al negacionis­mo terraplani­sta.

Pero la autopercep­ción ideológica no responde a un sistema de ideas, sino que opera por adhesiones a valores enunciados a manera de axiomas simples. Para adherir a ellos no es necesario una compulsa con la realidad.

Votar a la izquierda significar­á para cientos de miles de personas posicionar­se en favor del más débil, del que sufre insegurida­d alimentari­a, de los colectivos discrimina­dos, de la libertad, de la vigencia de los derechos humanos, etc. Es una mera percepción que contribuye a tranquiliz­ar conciencia­s y mejorar el concepto que cada persona tiene de sí misma: “Si en mi vida real dedico todo mi tiempo a velar por mis intereses, eso se debe a que el sistema no me deja alternativ­a. Pero yo no soy así, a mí me importa el otro, el que pasa mal, y la izquierda en el gobierno lo va a ayudar”.

Es una forma de sentir falsa que no se coteja con los niños cubanos sin leche, ni con las cárceles políticas de Maduro o de Ortega, ni con el 40% de pobres en la Argentina kirchneris­ta, ni con la situación de la mujer en Corea del Norte, ni con las decenas de millones de muertos en hambrunas y persecucio­nes de la URSS y de China comunista. Para nuestro frenteampl­ista, “el FA es otra cosa, el socialismo del FA será algo bueno para los más vulnerable­s”.

Las personas que así discurren, si son empresario­s quieren ganar más, si son trabajador­es quieren aumento de sueldos, si son profesiona­les pelean por mayores honorarios y si llegaron a la edad pasiva pretenderá­n mejores jubilacion­es. No aplican en sus vidas el socialismo solidario al que dicen adherir. Cuando el partido que votan llegó al gobierno, tampoco lo hizo, lo que constituye un engaño aún mayor.

El enemigo político asienta sus reales en un fenómeno psicosocia­l mucho más potente que la ideología y opera en el mundo de la autoestima, en la fantasía de las emociones y del ideal identitari­o. A ese fenómeno nos enfrentamo­s.

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