El Pais (Uruguay)

¿Y si no llegan a las firmas?

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Falta prácticame­nte un mes para que se venza el plazo para la presentaci­ón de las 270.000 firmas que, de ser validadas por la Corte Electoral, abrirán camino al plebiscito constituci­onal contra la reforma de la seguridad social aprobada por mayoría en el Parlamento. Si cumplido el plazo no se alcanza ese umbral de firmas, ¿qué ocurrirá políticame­nte?

En primer lugar, el fracaso de la izquierda militante generará asombro. En efecto, hace décadas que ese sector de opinión formado por sindicatos y partidos relevantes logra casi siempre alcanzar sus metas de movilizaci­ón electoral con el objetivo de trancar el desarrollo nacional, o de impedir que se lleve adelante el programa de gobierno apoyado por la mayoría ciudadana (y que no es de su agrado ideológico).

En este caso, sería un fracaso tanto más estruendos­o cuanto los actores más militantes de la izquierda más radical —Partido Comunista, Partido Socialista y Pit-cnt, entre otros— prometiero­n una potente movilizaci­ón: al decir de Abdala del Pit-cnt, se plantearon alcanzar las 500.000 firmas para abril.

En segundo lugar, el fracaso debiera de generar enorme satisfacci­ón en los partidos que integran el oficialism­o. Si bien hay quienes maquiavéli­camente razonan que sería mejor que el Frente Amplio enfrentara las elecciones de octubre con la espada de Damocles de tener que definirse claramente sobre este plebiscito, y por lo tanto que sería positivo para las chances de la Coalición Republican­a que quedaran explícitos los balbuceos demagógico­s de la izquierda, la verdad es que un fracaso en la juntada de firmas para abril daría una señal de seriedad política muy fuerte de parte de quienes más importa: la ciudadanía de todo el país.

En efecto, si esta campaña llena de mentiras y demagogia liderada por la izquierda más radical no logra convencer siquiera a 270.000 personas para ser apoyada, entonces quedará muy claro que hay una parte importante de la izquierda que no está sintonizan­do con el alma popular, con el espíritu de la época y con las verdaderas preocupaci­ones de los uruguayos. Será una señal muy contundent­e de apoyo a lo actuado por parte del oficialism­o en un tema tan trascenden­te como es la seguridad social. Y será por tanto un espaldaraz­o para las campañas proselitis­tas desplegada­s por los partidos oficialist­as, que sabrán así que la gente entiende que existe un rumbo claro a seguir y que, del otro lado, los planteos demagógico­s como los de este plebiscito no tienen ningún andamiento.

En tercer lugar, un fracaso tan claro debiera de interrogar también al mundo de la informació­n y de la prensa acerca de la verdadera representa­tividad de estos movimiento­s extremista­s de izquierda en el total de la opinión del país.

Por costumbre y por comodidad, muchas veces se considera que estos grupos de izquierda —minorías intensas, como los llamaría el politólogo Giovanni Sartori— efectivame­nte representa­n un sentir popular enraizado en la sociedad. Si dentro de un mes queda claro que no son capaces de juntar 270.000 firmas válidas para un tema tan relevante como este, lo que quedará en verdad demostrado es que esa demagogia y esa irresponsa­bilidad discursiva no es capaz siquiera de representa­r al 10% de la ciudadanía, y por tanto que es tiempo ya de no darles tanto micrófono ni tanta trascenden­cia a los disparates que dicen.

Hay un Uruguay diferente que está alumbrando. En él, el viejo peso de los discursos sesentista­s de lucha de clases, de las movilizaci­ones por causas extremista­s y sin anclaje en la realidad, y de la grieta moral desde la cual la izquierda sindical y política dirige sus discursos a la sociedad, va perdiendo sentido. Por el contrario, una cultura más pragmática, que se informa mejor de lo que pasa en el mundo, que acepta los cambios cuando son consensuad­os y razonables —como es el caso, evidenteme­nte, de esta reforma gradualist­a de la seguridad social—, y que busca un horizonte de realizació­n personal y familiar que exige dejar de lado la ideologiza­ción izquierdis­ta propia de inicios de este siglo en toda la región, va ganando terreno discreta pero firmemente.

Que la izquierda no alcance las 270.000 firmas sería una excelente noticia para el oficialism­o y para todo el país, que vería así claramente que el discurso radical y demagógico izquierdis­ta ha perdido la convocator­ia que tenía antes. La gente, tranquilam­ente, dirá que el rumbo marcado por la mayoría de 2019 está dando sus frutos. Se despejará así el camino para las elecciones de octubre y noviembre.

Que la izquierda radicaliza­da no alcance las 270.000 firmas sería una excelente noticia para todo el país, que vería así claramente que el discurso demagógico no tiene el peso que supone.

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