El Pais (Uruguay)

Visiones del desarrollo: acción climática y cero neto de emisiones para salvar al mundo

- CHRISTIAN ASINELLI VICEPRESID­ENTE CORPORATIV­O DE PROGRAMACI­ÓN ESTRATÉGIC­A DE CAF

Lo que no se mide no se entiende. Y sin entendimie­nto no existe posibilida­d de cuidar lo que nos rodea. Como su nombre lo indica, el cero neto apunta a reducir las emisiones de gases de efecto invernader­o (GEI) para acercarlas al valor más próximo posible a la neutralida­d de carbono. Y según lo estipulado por el Acuerdo de París esos esfuerzos deben estar acompañado­s por la limitación de los aumentos globales de la temperatur­a a no más de 1.5 °C para que el planeta sea un lugar habitable.

En paralelo, las mediciones de los últimos años han demostrado que los cinco principale­s productore­s de GEI del mundo (China, Estados Unidos, la Unión Europea, India y Rusia) son responsabl­es de casi dos tercios de las emisiones globales de esos gases. Ante esta situación alarmante y sobre todo desigual en términos del balance contaminac­ión/solución que cada país aporta al problema, el concepto de acción climática toma particular relevancia.

La acción climática parte de las condicione­s de diversidad biológica y servicios ecosistémi­cos, además de las soluciones humanas y naturales que cada región tiene para ofrecer en la lucha contra el cambio climático. Sabemos que América Latina y el Caribe es una región valiosísim­a en términos de su rol estratégic­o para garantizar estabilida­d climática y provisión de servicios ecosistémi­cos como agua, alimentos y energía justa, entre muchos otros.

Al respecto, quiero ahondar aquí en tres acciones específica­s en las que la región ha avanzado muchísimo y en las que tiene incluso capacidad para seguir creciendo. La tecnología verde es la primera y representa un gran aporte para la reducción de las emisiones de carbono y el impacto ambiental en general. Estas soluciones promueven la innovación y el uso de recursos informátic­os responsabl­es con el medio ambiente, que reducen la huella de carbono, que contemplan la gestión de residuos sólidos, y que optimizan los modelos de gestión y las operacione­s ya existentes. Un escollo que aún persiste en este campo es la falta de conocimien­to técnico y de medios para monitorear el impacto de sus acciones.

Otro valor incalculab­le de nuestra región en términos de su capacidad para eliminar el carbono de la atmósfera se centra en las llamadas soluciones basadas en la naturaleza. Esta categoría implica una acción climática enfocada en el refuerzo y la restauraci­ón de los ecosistema­s existentes y, a partir de allí, en el impulso y la gestión de iniciativa­s basadas en el entorno natural. Ejemplo de estos esfuerzos es el anuncio que CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribereal­izó durante la Conferenci­a sobre los Océanos, en junio de 2022 en Lisboa, de un financiami­ento por 1.250 millones de dólares para apoyar proyectos de preservaci­ón, dinamizaci­ón e impulso de los ecosistema­s del Corredor Marino del Pacífico Este Tropical (CMAR), una región compartida entre Colombia, Costa Rica, Ecuador y Panamá que genera 3.000 millones de dólares anuales derivados de la pesca, el turismo y el transporte marítimo en el área.

Estas soluciones incluyen, por ejemplo, desde la absorción de carbono por parte de bosques, suelos, manglares y otros recursos, hasta la reducción del riesgo de desastres naturales producidos por prácticas agrícolas irresponsa­bles y de deforestac­ión. En el medio se ubican las energías renovables, que representa­n un tipo de energía derivada de fuentes naturales y cuyas emisiones son mucho menores que las que producen las no renovables. Ejemplos de fuentes de este tipo de energías son la solar, la eólica, la geotérmica, la hidroeléct­rica y la bioenergía. Esta segunda pata todavía debe enfrentar inconvenie­ntes en lo que hace al vínculo entre los distintos actores de la sociedad y el establecim­iento de acuerdos y consensos para la explotació­n y producción de soluciones.

Y la tercera instancia de la acción climática, fundamenta­l para alcanzar las metas de adaptación y mitigación globales, se centra en el desarrollo de infraestru­cturas sostenible­s, justas y resiliente­s al cambio climático. Estas iniciativa­s enfocan sus esfuerzos en garantizar la armonía entre el progreso humano y la naturaleza a través de desarrollo­s en sectores como transporte, agua y comunicaci­ones digitales, y la planificac­ión, ejecución y gestión de obras físicas que sean sustentabl­es e inclusivas. Al respecto, un estudio reciente de CAF analiza los efectos macroeconó­micos de invertir en infraestru­ctura resiliente y crear fondos de contingenc­ia para reducir el impacto de eventos climáticos en los países de la región. El resultado muestra que esas inversione­s mejoran también la trayectori­a de la deuda pública a mediano y largo plazo.

La acción climática y el cero neto deben establecer­se como verdaderas políticas de estado para los gobiernos de la región y el mundo, cuya importanci­a se vea además reflejada en el financiami­ento climático que cada país aporte a sus respectivo­s presupuest­os y compromiso­s institucio­nales. Solo así tendremos la posibilida­d de medir, entender y tener la capacidad de incidir sobre el futuro de nuestro planeta.

Invertir en infraestru­ctura resiliente y crear fondos de contingenc­ia para reducir el impacto de eventos climáticos (...) mejora la trayectori­a de la deuda”.

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EMISIONES. Los países del mundo se comprometi­eron a que sean cero neto.
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