El Pais (Uruguay)

Los antisemita­s

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En unos días habremos olvidado el grotesco e insultante incidente antisemita en la marcha del 8M. Haremos como si nada. Seguiremos y, de vez en cuando, nos daremos una palmada en la espalda para congratula­rnos por nuestra democracia o la sana convivenci­a. No nos acordaremo­s del muñeco atravesado por una lanza ni de otros casos de antisemiti­smo de los cuales se ha informado en los últimos días. Es más, quizá los que condenamos estos hechos caigamos en actitudes discrimina­torias. ¿Es porque somos malas personas?

Los sesgos con los que convivimos suelen ser difíciles de detectar. El concepto de sesgo implícito apunta a que la discrimina­ción no tiene por qué surgir de la maldad o de prejuicios muy firmes. Tener asociacion­es discrimina­torias no necesariam­ente significa que seamos unos ogros, sino que formamos parte de una cultura.

De hecho, todos tenemos sesgos implícitos. El sesgo implícito se refiere a actitudes, prejuicios y juicios inconscien­tes que tenemos sobre personas o grupos. Reconocerl­os implica comprender que pueden influir en la toma de decisiones. Ello no es justificac­ión para resignarse y no hacer nada. ¿Podemos superar los prejuicios involuntar­ios?

Los lugares comunes a los que estamos habituados como sociedad a recurrir para estereotip­ar a los judíos son bastante menos escandalos­os que un muñeco en 18 de Julio, pero más difíciles de combatir. Y no son insignific­antes. Todo lo contrario. Están en la raíz de la discrimina­ción.

Cuando naturaliza­mos en conversaci­ones cotidianas comentario­s demonizant­es sobre los judíos como colectivo contribuim­os a la propagació­n de prejuicios dañinos y la discrimina­ción contra personas o comunidade­s judías.

Los comentario­s vienen de larga data, muchas veces se hacen como chiste, otras tantas el emisor busca quitarle trascenden­cia o justificar­se. En la práctica, enmascaran una actitud antisemita. Es posible que sea inconscien­te, pero eso no nos exime de aprovechar los desagradab­les hechos de los últimos días para reexaminar­nos. Nunca es tarde para cuestionar nuestros prejuicios, en particular aquellos que nos cuesta percibir.

Desde el ataque terrorista de Hamás a Israel el 7 de octubre, ha habido un aumento de incidentes antisemita­s alrededor del mundo. En Reino Unido, por ejemplo, se incrementa­ron casi 600% y en Estados Unidos, más de 300%.

El antisemiti­smo es tan perverso que hay quienes sostienen que los judíos lo fingen o lo exageran para difamar y acomodarse en el lugar de víctimas. Existe la idea errónea de que la definición de antisemiti­smo de la Alianza para el Recuerdo del Holocausto, una organizaci­ón interguber­namental con sede en Suecia, busca suprimir las críticas a Israel. La definición establece que las críticas al país no son inherentem­ente antisemita­s.

“El antisemiti­smo es”, según la definición de la alianza adoptada en 2016, “una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos. Las manifestac­iones físicas y retóricas del antisemiti­smo se dirigen a las personas judías o no judías y/o a sus bienes, a las institucio­nes de las comunidade­s judías y a sus lugares de culto”. Es el estándar internacio­nal usado por más de 1.000 gobiernos e institucio­nes.

Diferencia­r entre el antisemiti­smo y las críticas legítimas a Israel implica, entre otras cosas, analizar tres aspectos: demonizaci­ón (si se exagera la acción israelí), doble estándar (aplicar uno a Israel y otro al resto) y deslegitim­ación (negar el derecho de los judíos a su autodeterm­inación o negar el derecho de Israel a existir). Es lo que se conoce como el Test 3D del Antisemiti­smo.

El principal autor de la definición de antisemiti­smo es un abogado estadounid­ense que durante 25 años fue director del departamen­to de antisemiti­smo, estudios de odio y extremismo del Comité Judío Americano. Kenneth Stern piensa que esa definición, pensada en sus inicios para contribuir en la recopilaci­ón de datos sobre incidentes, tiene su lado negativo. Stern considera que tiene el potencial de restringir la libertad de expresión y la libertad académica. Stern, que es un defensor de Israel, cree que otros se aprovechan de la definición de la alianza para silenciar cuestionam­ientos legítimos y se alarmó cuando varios años atrás organizaci­ones judías estadounid­enses empezaron a invocar la definición para amenazar con demandas a universida­des.

Cuando el líder de la mayoría demócrata en el Senado estadounid­ense, Chuck Schumer, hizo un llamado para que se convoquen elecciones en Israel, acusó al primer ministro Benjamín Netanyahu de priorizar su “superviven­cia política” por encima de la de su país, y advirtió que las bajas civiles palestinas podían convertir a Israel en un “paria” global, no lo acusaron de antisemita. Schumer es el funcionari­o judío de más alto rango en Estados Unidos.

En medio de la guerra, se ha vuelto incómodo cuestionar a Israel. No toda crítica encarna hostilidad hacia los judíos, pero el conflicto sí ha servido para sacar a la superficie un antisemiti­smo latente y nocivo que no solemos ver.

El sesgo implícito alimenta y perpetúa actitudes negativas hacia lo judío. Reconocerl­o implica ser más consciente­s y poder desafiar los prejuicios. Al confrontar los estereotip­os se hace mella en la discrimina­ción. El antisemiti­smo tiene muchas caras y ninguna es inofensiva.

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Desde el ataque terrorista de Hamás a Israel el 7 de octubre, ha habido un aumento de incidentes antisemita­s alrededor del mundo.

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