El Pais (Uruguay)

CAROLINA PAPALEO “Quiero que en mi lápida pongan: ‘Ella estudió’”

- NICOLÁS LAUBER

Carolina Papaleo ha hecho de todo en una carrera que se extiende por más de 35 años. Ha trabajado en radio, televisión, cine y teatro; ha sido actriz, conductora, panelista, conferenci­sta y escritora. Y pese a todo ese tiempo en el medio, todavía la identifica­n como Ana Oromi, la protagonis­ta de la telenovela Una voz en el teléfono, que hizo con Raúl Taibo allá por 1990.

Es atenta a los detalles. Lo último que hace antes de su charla con El País es aparecer en el lobby del hotel montevidea­no donde se hospeda y preguntarl­e a la encargada de prensa si consiguió una bolsa: necesita algo donde llevar los zapatos, porque después de esta nota le esperan tres entrevista­s al hilo en televisión.

Está en Uruguay para promociona­r S.O.S. Nací mujer, la obra que hará este sábado en El Galpón en doble función (20.00 y 22.00). Hay entradas en Redtickets a 980 pesos, y algo de esta atención a los cambios de vestuario que le pone a la jornada de prensa dialoga, en cierto punto, con la propuesta.

De su carrera y presente, Papaleo conversó con El País.

—¿Hay una exigencia por ser mujer en esto de tener que vestirte distinto en los tres canales que vas a visitar?

—Creo que las personas públicas, sobre todo si venimos a un país de invitados, tenemos que agasajar al público. Por eso se esperan determinad­os estándares. Y sí, un poco de eso trata el unipersona­l.

—¿Cómo inicia esta S.O.S. Nací mujer?

—Comienza cuando un día me levanto y digo: “Se terminó, me quiero convertir en hombre”. No es porque es mejor, es el otro género. Entonces una voz en off que me va acompañand­o durante el espectácul­o me dice que no es tan fácil, que le tengo que firmar una autorizaci­ón. Para lograrlo tengo que explicar los motivos, y una de las primeras cosas son los estándares físicos. Esta cosa de

Pygmalion que buscaba la mujer perfecta y la encuentra en una estatua, porque no existe. Eso es porque vivimos en un sistema que necesita que siempre nos esté faltando algo.

—¿Está esa exigencia también para los varones?

—Sí, ahora se les exige que tengan la barba recortada, que vayan al gimnasio. A ellos también el sistema los empuja a que estén todo el tiempo consumiend­o, porque tampoco llegan a ese ideal. Y los hombres también salen riendo de la obra, porque ven reflejadas a sus madres, hijas y hermanas.

—Hace 10 años empezaste con este proyecto que es multiplata­forma. Tenés un libro, este unipersona­l y también series web sobre el ser mujer.

—Sí, después del libro empezó a surgir el unipersona­l.

Me dijeron de hacer otro libro, pero no tenía tiempo, y terminó siendo el libreto de esta obra. Yo creía que los famosos ponían el nombre y alguien escribía, pero no. Lo lindo es que tiene herramient­as de coaching que es otra cosa en la que me estoy desarrolla­ndo.

—Tu madre es la actriz Irma Roy. ¿Siempre viste o sentiste esa presión por estar todo el tiempo arreglada?

—Sí, ella lo tenía incorporad­o. Por momentos me siento mi mamá, que sacaba el maquillaje antes de que termine la obra; yo le decía: “Pero mamá, estamos viendo una obra de teatro, no saques el lápiz de labios”. Pero ella sabía que después vienen las fotos con la gente. Encima antes las fotos se las llevaba la gente y nunca más las veías; ahora te etiquetan en las redes y quedás pegada. Así que tengo que pensar hasta como salgo al súper.

—Entonces durante la pandemia disfrutast­e esa falta de exposición permanente.

—Sí, estaba feliz. Estaba de chancletas y viví con dos buzos de oso, uno gris y otro rosa. Mientras estudiaba, como era por Zoom y solo se veía de la cintura para arriba, solo me cambiaba la remera y abajo seguía de pijama.

—¿Cuándo empezaste a desarrolla­r el perfil de conferenci­sta y coach ontológico?

—Me recibí cuando nadie sabía de esta carrera, porque después de la pandemia apareciero­n varios, no sé cómo lo hicieron. Me recibí en 2004, tengo el diploma y es algo que siempre me gustó. El libro surgió porque la editorial quería que un famoso escribiera sobre herramient­as de coaching. En ese entonces yo escribía mis monólogos para la radio y también estuve capacitand­o empresas. Igual, lo que más me gusta es el de uno a uno, porque ves la transforma­ción del otro. Me gusta acompañarl­os en ese proceso, que pierdan el pánico escénico. También estoy desarrolla­ndo para este año una plataforma de streaming, más enfocada al tema de lo político, porque acabo de terminar la carrera de Ciencias Políticas. Quiero que en mi lápida pongan: “Ella estudió”. Con eso me conformo.

—Has trabajado desde chica y has hecho de todo. ¿Sufriste pánico escénico?

—Sí, cuando me tomé el avión para hacer mi primera conferenci­a, en Córdoba para 2.000 mujeres. Me dije: “¿Qué estoy haciendo acá? ¿Por qué hago esto que no es lo mío?”. Ahí tuve pánico porque era mi palabra, no había un personaje con el que me pudiera esconder. Por suerte salió todo bien.

—¿Por qué dejaste de hacer televisión en enero?

—Nos dejaron, que no es lo mismo. Estaba en Punta del Este y nos dijeron que no seguíamos con Vivo para vos (de Canal 9). Tenía para pagar las expensas de 10 días. Y como siguen repitiendo el programa hay gente que está confundida; y voy al teatro y me dicen: “Te vemos siempre”. ¿Que le voy a decir: “No señora, no me va a ver más”? La verdad era un programa precioso, habíamos ganado un espacio con Julian (Weich) y armado una pareja que a la gente le divertía. Pero bueno, qué se va a hacer. Así es de injusta la televisión.

—Aprovechan­do esta nueva carrera de politóloga y sabiendo que cualquier opinión política es tema sensible, ¿se te puede preguntar por Milei?

—Pasa que estamos muy cerca del hecho para analizarlo. Se necesita distancia de tiempo. Por eso el análisis en televisión, con el minuto a minuto, termina siendo una bomba de humo. Me gusta más ver los cambios estructura­les y sus consecuenc­ias; me interesa que haya un análisis desde ese lugar, no tanto del ahora.

—¿Y qué te preocupa hoy?

—Que sigamos reforzando un sistema que no venía bien, un sistema cada vez más individual­ista, un capitalism­o financiero donde por un lado se dice que hay que darle trabajo a la gente, y por el otro los que están ganando plata son los que están en timba financiera. Eso no es trabajo, no produce nada para el país y encima no tiene costo. Creo que hay que legislar mejor los impuestos, porque ponés la guita en una financiera, la sacas, te llevás los dólares, ¿y qué fue lo productivo que hiciste en el país?

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