El Pais (Uruguay)

Trampita al solitario

- RODRIGO CABALLERO

Una vez escribí en este mismo espacio sobre lo divertido que resulta ver a un dirigente frenteampl­ista jugar al juego de ingenio “no vale decir que Venezuela y Cuba son dictaduras”. En los últimos años hemos presenciad­o recursos de lo más creativos expuestos por verdaderos maestros del arte de decir sin decir, como Fernando Pereira, Mario Bergara, Carolina Cosse o Yamandú Orsi.

Pero más allá de la diversión, entreverad­a con esa pizca de nerviosism­o que produce ver cómo una personalid­ad política chapalea en una piscina llena de dulce de leche; y del cringe, como dicen los jóvenes, que genera la imagen, reconozco que tomarlo como un pasatiempo es una irresponsa­bilidad.

Porque esto no es un juego. Qué va a ser. Es una declaració­n de principios. Es un desnudarse ante la opinión pública. Es mostrarle a la ciudadanía de qué madera está construido el hombre atrás del personaje.

La persona que se para ante una cámara y, con recursos dialéctico­s de los más variados, dice que eso que “tiene cuatro patas, ladra y mueve la cola” no es un perro, en realidad está diciendo quién es él y cómo piensa.

Y sobre todo, qué concepto tiene de aquellos que lo estamos escuchando al otro lado de la caja boba.

Entonces, ¿por qué hay tanta gente queriendo forzar a los dirigentes frenteampl­istas a decir que en Venezuela hay dictadura? ¿De dónde sale esa necesidad? Mientras ellos digan lo que piensan, será mucho más fácil conocerlos, saber quiénes son, qué ideas los mueven.

Qué son capaces de hacer por disciplina partidaria, ignorancia, miedo, alcahueter­ía, o simplement­e porque están de acuerdo con que en un país tenga un régimen de gobierno como el de Maduro o el Díaz-canel.

¿O alguien piensa que la mejor manera que uno tiene para conocer al que le pide el voto es el spot propagandí­stico que aparece en la tele?

No, el camino más corto es verlo en acción. Analizar con calma y seriedad su postura ante una situación como la de Venezuela o Cuba, dos naciones con las diásporas más multitudin­arias del continente y entre las mayores del mundo.

Con miles de personas que se van del país expulsadas por el hambre, la miseria, la falta de libertades individual­es y la vulneració­n de sus derechos. A nado entre tiburones. O cruzando las selvas y pasos de frontera más hostiles para rajarse de un tirano que los aplasta.

Gente que deja atrás sus hogares, familias y títulos profesiona­les para venir a un paisito frío y chato a repartir panchos en una moto.

No insista con exigirle a los candidatos frenteampl­istas que digan lo que usted quiere que digan. Deje de pedirles que exhiban una moral y una coherencia de la cual ayunan. Lo mejor es que hablen, que se expresen, que se entusiasme­n y se muestren tal cual son.

Solo así usted podrá lograr que sus dudas se le escabullan tan rápido como atletas cubanos en una competenci­a en Miami.

Cuando ellos hablan, nosotros escuchamos. Siempre con el entendimie­nto lo más alerta posible para poder comprender toda la informació­n que, por ejemplo, una palabra en apariencia inocente como “trampita”, tiene para ofrecernos.

¿Por qué hay tanta gente queriendo forzar a los dirigentes del FA a decir que Venezuela es una dictadura?

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