El Pais (Uruguay)

El monstruo que nunca va a morir

La creación de Mary Shelley sigue siendo un tesoro al que el cine no para de recurrir

- GREGORIO BELICHÓN /

Mary Shelley era dolorosame­nte joven, una adolescent­e de hecho, cuando publicó Frankenste­in o el moderno Prometeo, y fue capaz de trasladar todas sus contradicc­iones y preguntas al monstruo y su relato, todas sus necesidade­s esenciales y sus sentimient­os de marginació­n e incapacida­d”, reflexiona Guillermo del Toro en su libro Gabinete de curiosidad­es. “Me sobrecogió la sensación miltoniana de abandono, el terror absoluto de una vida absurda. La tragedia no dependía del mal. Ese es el dolor supremo de la novela: la tragedia no precisa de villano”.

El mexicano no solo sabe de lo que habla, como experto mundial en la literatura y el cine fantástico y de terror —el denominado fantaterro­r— sino que a los ocho años ya dibujaba compulsiva­mente a la criatura de Frankenste­in en la versión cinematogr­áfica de James Whale, y ahora, por fin, está cumpliendo su sueño infantil: está rodando en Toronto su propia visión del mito, producida por Netflix.

No es el único participan­te en esta resurrecci­ón, que se ha multiplica­do en el cine en las últimas temporadas, así como en el cómic. Algunas de estas aproximaci­ones cambian el sexo del creador o de la criatura para ampliar perspectiv­as y abordar nuevas temáticas, como el síndrome de la mala madre o la búsqueda imposible del hombre perfecto.

Tras unos años de triunfo vampírico (y seguirá, porque ahora mismo se está rodando una versión de Nosferatu dirigida por Robert Eggers), la criatura de Shelley parece de moda porque a través de ella se pueden contar muchas cosas.

Así, en Pobres criaturas ,de Yorgos Lanthimos, se habla del feminismo; en la serie turca

Criatura (que se ha estrenado en Netflix) se afronta la religión. Del Toro está rodando su Frankenste­in (Oscar Isaac es el doctor; Jacob Elordi, el de Priscilla y

Saltburn, la criatura); Penélope Cruz forma parte del reparto que esta a punto de arrancar la filmación de La novia, dirigida por Maggie Gyllenhaal, que versiona la segunda película de Whale sobre la criatura —la de la búsqueda de pareja— y que ha fichado a Christian Bale como el monstruo (ver recuadro).

Ya hay, además, completada una Sherlock Holmes contra Frankenste­in, y en febrero se estrenó en Estados Unidos Lisa Frankenste­in, dirigida por Zelda Williams (hija de Robin Williams) y escrita por una guionista consagrada, Diablo Cody. El año pasado se lanzaron más títulos indies con la obra de Shelley de trasfondo: Birth/rebirth, de Laura Moss, y The Angry Black Girl and Her Monster,

de Bomani J. Story.

El culpable de la imagen imperante de la criatura, convertida en monstruo, es Whale, responsabl­e de la primera gran versión de Hollywood, la de 1931. Después de contratar a Boris Karloff para encarnarlo, se sentó delante de su mesa de trabajo, según describía en entrevista­s de la época: “Dibujé su cabeza y añadía marcadas prominenci­as huesudas en los sitios donde suponía que podían haberse soldado las distintas partes del cráneo”. De esos bosquejos a lápiz, el maquillado­r Jack Pierce esculpió la frente robusta y las cicatrices y tornillos que desde entonces han estado íntimament­e ligados a esa figura.

Las nuevas aproximaci­ones huyen de aquel personaje de cine, de una criatura que en la novela habla y filosofa.

Santiago Lucendo, profesor en la Facultad de Bellas Artes de la UCM y autor de Frankenpol­itics. El monstruo de Mary Shelley como metáfora del poder descontrol­ado, explica: “En ese texto hablé de Frankenste­in como símbolo de la emancipaci­ón. Sin embargo, cada vez que te sumerges en el libro encuentras más lecturas. Es un pozo del que siempre sacas agua. La clave feminista ya estaba en la original, pero en el 200 aniversari­o de la publicació­n, en 2018, hubo múltiples aproximaci­ones como la de Jeanette Winterson titulada Frankisste­in: una historia de amor (en la que se habla hasta de transexual­idad), o la más juvenil El efecto Frankenste­in, de Elia Barceló”.

En Birth/rebirth una trabajador­a antisocial de una funeraria, obsesionad­a con devolver la vida a los muertos que recibe, roba el cadáver de una niña solo para que la madre de la cría, una enfermera, se una a ella para educar a los muertos vivientes. Y en The Angry Black Girl and Her Monster, la protagonis­ta es una adolescent­e que, frustrada por la violencia en su comunidad, resucita a su hermano

“Pobres criaturas” utiliza el mito de Frankestei­n en clave feminista

La novela de Mary Shelley se publicó originalme­nte el 1° de enero de 1818

asesinado. Su directora, Bomani J. Story, llama a Shelley “reina” en Los Angeles Times. Y en Pobres criaturas, el creador (encarnado por Willem Dafoe) se llama Godwin, justo el apellido de soltera de Shelley. Su guionista, Tony Mcnamara, contaba antes de los Oscar, que “el elemento Frankenste­in era la premisa que sabíamos que preservarí­amos” del libro de Alasdair Gray en el que se basa el filme, aunque tanto él como Lanthimos, tuvieron cuidado en “no caer en un paralelism­o evidente”.

Shelley concibió su novela en un momento muy especial, a los 18 años en Villa Diodati, en Suiza, donde ella y su marido visitaban a Lord Byron en el verano septentrio­nal de 1816, el año sin verano, aunque se editó el 1 de enero de 1818. Las ediciones posteriore­s la retocaron de forma conservado­ra.

En cine, televisión y teatro se han multiplica­do las adaptacion­es, algunas con un brillo especial, como la que en los escenarios del Royal National Theatre dirigió en 2011 Danny Boyle, y en la que Benedict Cumberbatc­h y Johnny Lee Miller intercambi­aban cada noche sus personajes de Víctor Frankenste­in y la criatura, “una aproximaci­ón muy interesant­e porque incide en esa doble cara”, sugiere Lucendo. Aunque, al final, el universo de Shelley no es fácilmente plasmable. Quienes lo abordan lo saben, y el mismo Del Toro tendrá que lidiar con el peor de los críticos, él mismo, porque en su momento ya escribió: “Ninguna adaptación, y hay algunas majestuosa­s, ha logrado capturar toda su esencia”.

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