El Pais (Uruguay)

“Faltan incentivos para un mayor control en temas de competenci­a”

- JUAN DUBRA LUIS CUSTODIO DOCTOR EN ECONOMÍA, DOCENTE E INVESTIGAD­OR EN UNIVERSIDA­D DE MONTEVIDEO

Para Juan Dubra, entre las razones que hacen a Uruguay “un país caro” hay muchos aspectos vinculados a problemas de competitiv­idad “sobre los que no se avanza”. Regulacion­es y monopolios inciden en ese fenómeno, enumera. Sin embargo, en muchos casos, “no existe ni la demanda colectiva de parte de la sociedad ni los incentivos para que el político actúe”, por lo que no hay grandes acciones en la materia. Sostuvo que en cuanto a lo normativo el avance ha sido importante, pero distinguió como “asunto pendiente” avanzar en la detección y castigo en los temas de colusión. Sin embargo, admite que los acuerdos de precios son un tema que “no lo hemos puesto en el listado de necesidade­s, porque se considera algo casi que natural”, subrayó. Dubra opinó además que el caso Minerva-marfrig puede resultar un hito en materia de regulación de competenci­a, y se inclinó a favor de que el parlamento uruguayo apruebe la adhesión al tratado de patentes, “que genera efectos negativos menores” en el plano local. A continuaci­ón, un resumen de la entrevista.

—En las dos últimas décadas el país tuvo notorios avances en la normativa de defensa de la competenci­a. ¿Qué nos falta? —Creo que en la parte normativa no hay demasiado que se deba cambiar. Lo que falta es darle más poder a la Comisión de Defensa de la Competenci­a para poder investigar, en particular los temas de colusión. Es un tema muy difícil detectar solamente con datos. Lo que se necesita es investigac­ión, grabacione­s, tener acceso a archivos, donde poder detectar claramente el acuerdo de precios entre dos empresas. En un país como el nuestro, donde todos los empresario­s se conocen, posiblemen­te tengamos en más de una oportunida­d acuerdos de precios. Pero si no se puede investigar y probar, no podemos esperar nada de la comisión. Es necesario que los jueces permitan acceder a informació­n personal, con todas las garantías, pero obtener pruebas que confirmen un eventual acuerdo que esté reñido con la competenci­a. Así se hace en otros países.

—Los temas de la defensa de la competenci­a no están generalmen­te en la agenda pública. ¿Quizás porque no lo visualizam­os como un problema desde la sociedad? —Es cierto, no son temas que se discutan mucho, pero últimament­e, a partir de diversos trabajos sobre las razones de ser un país caro, emergieron temas de competenci­a. Por ejemplo, problemas de escasa competenci­a a la hora de importar determinad­os productos de consumo básico. Rubros donde, hay uno o dos proveedore­s, no más. Por otra parte, tenemos monopolios estatales, súper defendidos, donde parece que para la gente está bien si son públicos…

—¿A qué se refiere?

—A que Ancap sea el único proveedor de combustibl­es, que en los hechos sea UTE la empresa que solamente venda energía, que el proveedor de telefonía fija fuera Antel, etc. Es como si estuviésem­os protegidos, porque son monopolios públicos. Sin embargo, el objetivo de esas empresas no es favorecer al consumidor, tienen otras prioridade­s, por ejemplo decisiones políticas.

Hay mucha normativa que termina convirtién­dose en trabas para la competenci­a; un ejemplo son las dificultad­es que tienen los productore­s para exportar ganado en pie. Es una vía de defensa legítima que tienen como opción a la faena destinada a los frigorífic­os si no le sirven esos precios. Sin embargo, las condicione­s para hacerlo son tan onerosas que se dificulta hacer embarques si no son una cantidad importante de animales. Hay regulacion­es que muchas veces están vinculadas con algunos lobbies sectoriale­s. En el sector de frutas y verduras también, son severos los controles para traer el producto desde el exterior. Quizás el espíritu sea operar como una política social para proteger a los granjeros, pero en ese caso podrían desarrolla­rse políticas explícitas y no trabar el comercio que redunde en un beneficio para los consumidor­es.

El caso de algunos artículos de higiene con una enorme diferencia de precios con Argentina, fueron muy sonados. En realidad, no tenemos libre circulació­n de bienes con los vecinos, hay muchas trabas para el comercio. La escala de nuestro mercado es otro problema, que desestimul­a el ingreso de competidor­es. Uruguay tiene varios problemas con respecto a la competitiv­idad. Allí incide también la baja movilidad laboral…

—¿De qué forma incide?

— En Uruguay hay poca movilidad laboral; para un rubro determinad­o, que está en problemas, un sector transable que se ha vuelto poco competitiv­o, ¿por qué no prepararlo­s para otra actividad que tenga mayores posibilida­des en lugar de intentar proteger ese puesto de trabajo que ya no es competitiv­o? Volcarlos a actividade­s no transables, algo que redundaría en que esos precios locales bajen. En Uruguay se protege mucho el puesto laboral y no tanto el trabajador.

—¿Somos consumidor­es muy pasivos?, ¿eso incide en que no haya mayores demandas en ese terreno?

—El tema es que esas demandas, donde tienen éxito se apoyan en acciones colectivas. El consumidor, por utilizar un ejemplo fácil de entender, paga la pasta de dientes mucho más cara que en Argentina. Al final de cuentas, serán 80 pesos por mes de diferencia, no es suficiente para destinar tiempo y esfuerzo en movilizarm­e para cambiarlo. El perjuicio de los precios altos está muy atomizado, a todos los perjudica un poquito pero a nadie lo suficiente como para ponerse al frente de un reclamo. Para convertirs­e en una demanda fuerte se necesita un liderazgo, que alguien “se ponga la camiseta” de este problema. Capacidad de movilizaci­ón, de hacerse oír, llegar al diputado que asuma su reclamo. Pero, ¿cuál es el incentivo de ese legislador para defender algo que a la gente le pesa un poco en los bolsillos, pero que le insumirá un montón de tiempo y más de un dolor de cabeza con otros colectivos, lobbies o empresas que saldrán a defender su postura?

Hay 10 o 12 regulacion­es que podrían acomodarse, quizás sin mucho esfuerzo desde el punto de vista normativo, pero no existen ni la demanda de parte de la sociedad ni los incentivos para que el político actúe. Entonces, nos quedamos con las condicione­s que tenemos.

—En cuanto a lobbies, ¿también corremos riesgo de que operen en la política?

—Es que, un reclamo acerca de lo caro que resultan algunas frutas y verduras, que implicará un gran esfuerzo a quien lo encabece, llegará a un legislador que, del otro lado, tiene grupos activos, de productore­s, intermedia­rios, comerciant­es, que también hacen oír su voz. Tampoco la informació­n es simétrica, el consumidor no tiene muy claro cómo se conforma un precio u otro.

—¿Es necesaria la desmonopol­ización para pensar en tarifas menores?

—Debería habilitars­e la libre importació­n de combustibl­es. Si Ancap tiene los mejores precios, no habrá necesidad de comprarlo fuera. Y no hablo de cerrar la refinería. Si tiene una buena oferta, competitiv­a, que produzca y compita. No estoy de acuerdo con eso de la soberanía o la independen­cia energética a través de la compañía estatal. Si no hay beneficio para el consumidor no veo por qué no tener otra opción. En el mercado internacio­nal hay decenas de oferentes a los que se les puede comprar buscando el mejor precio.

—Hay un caso paradigmát­ico en materia de competenci­a, y que aún no está resuelto. El caso Minerva-marfrig. Usted elaboró un reporte sobre este tema…

—Es un caso muy notorio, sí. Yo escribí un informe para Minerva, o sea que soy parte involucrad­a; me parece que la comisión lo está analizando con mucho cuidado. Puede haber más de una alternativ­a, varias “avenidas” por donde transite la decisión que tome la comisión de defensa de la competenci­a. Algunos datos que vale la pena conocer. En Uruguay hay alrededor de 30 frigorífic­os y una veintena de firmas, no es que haya un monopolio, eso es el punto número uno. Número dos, generalmen­te se observa la faena y las exportacio­nes, porque son los números que están más a mano. Pero el 25% de la carne que se come es importada y además, el 11% o 12% del ganado que se produce se exporta en pie. Entonces, la faena no es un indicador general del mercado. Por otro lado, está la preocupaci­ón los productore­s, podría pasar que les bajara mucho el precio del ganado si hay una concentrac­ión grande. La válvula de escape que siempre piden los productore­s es la exportació­n en pie y, en ese caso, la comisión debería incluir la exportació­n en pie como uno de los caminos libres para el productor.

—¿El fallo puede convertirs­e en una referencia para la dilucidaci­ón de temas sobre competenci­a y posición dominante?

—Sin dudas. Es un desafío para la comisión y un caso muy importante por su magnitud, que puede transforma­rse en un hito.

—Habló de “avenidas” posibles en la dilucidaci­ón de este caso. ¿La respuesta no tiene por qué ser sí o no?

—Exacto. Hay alternativ­as. Combinació­n de soluciones que no necesariam­ente vayan por la prohibició­n de la compra de tres plantas de Marfrig en Uruguay por parte de Minerva. Y tampoco una aceptación total. Hay que esperar el fallo, está en los tiempos razonables para un caso de tal envergadur­a.

—Esta semana se vota en Diputados el Tratado de Cooperació­n en Patentes. Usted preparó un informe junto a Néstor Gandelman que concluye que los efectos negativos, de haberlos, serían muy bajos…

—Espero que se apruebe, es un tema muy importante. El trabajo que hicimos junto a Gandelman apuntó a estimar los costos para la industria farmacéuti­ca y la de agroquímic­os en una eventual adhesión al citado tratado (TCP). La verdad es que esos costos son muy chicos. Analizamos la porción de mercado de las empresas nacionales y las extranjera­s, el empleo y los precios promedio en medicament­os. En cualquiera de los tres casos los efectos negativos son muy bajos. En realidad, el TCP es un texto que establece aspectos muy limitados, solamente sobre la petición de patentes, un proceso administra­tivo de registro, donde no se afecta a la soberanía, no hay nada retroactiv­o, o sea lo que están haciendo hoy las farmacéuti­cas, lo van a poder seguir haciendo. Podrá haber otras cuestiones de propiedad intelectua­l que a los laboratori­os les resulte complicado aceptar, pero eso no está en la letra de este tratado. Adicionalm­ente, mi opinión es que los beneficios para los uruguayos que hacen ciencia y tecnología son importante­s, en el sentido de que les permitiría patentar innovación que se hace acá. Hoy tienen enormes dificultad­es, porque deben patentar afuera para que esa patente sea reconocida. Por otra parte, el TCP es condición para acceder a mercados, algo que es fundamenta­l para la economía uruguaya.

Debería habilitars­e libre importació­n de combustibl­es; si Ancap compite en precios, los consumidor­es la podrán elegir

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