El Pais (Uruguay)

¿Se repetirá la historia? El futuro del trabajo

- ALDO LEMA ECONOMISTA

Fue hace casi 40 años, a mediados de los ’80, cuando escuché por primera vez hablar de los luditas. En una clase de Historia en Secundaria, mi querida y brillante profesora Mercedes González Tornaría contó sobre artesanos ingleses que promovían romper las máquinas fabriles en medio de La Primera Revolución Industrial. Aquel movimiento aparenteme­nte lo había iniciado el joven artesano Ned Ludd, con la destrucció­n de algunos nuevos telares, en temor y protesta por la pérdida de puestos de trabajo y eventuales menores salarios que esa modernizac­ión podía generar.

Pasaron 200 años, ya estamos en La Cuarta Revolución Industrial y aquellos miedos y reclamos han estado presentes en todos los procesos acelerados de cambio tecnológic­o, incluido el actual. Pero, a diferencia de los luditas de principios de siglo XIX, ahora contamos con muchísima teoría y evidencia respecto a los efectos de dichas revolucion­es, así como con recomendac­iones de políticas para aprovechar­las mejor. Entre aquella Primera Revolución Industrial y esta Cuarta, el mundo pasó por la segunda a principios del siglo XX y la tercera en los ‘80 y ‘90.

¿Qué aprendimos de sus impactos en el mercado laboral? Las revolucion­es industrial­es anteriores transforma­ron los sectores productivo­s y las sociedades, pero con un balance muy favorable para el bienestar general. Al acelerar el crecimient­o económico, también expandiero­n la masa salarial vía la combinació­n de mayores empleos y salarios reales, por el gran impulso a la productivi­dad. Si bien muchos empleos se perdieron o terminaron peor remunerado­s en términos relativos, sobre todo por la automatiza­ción de tareas repetitiva­s, paralelame­nte se crearon más, mejor calificado­s y pagados, con un saldo neto largamente positivo. Por eso creció la masa salarial.

¿Será diferente la revolución industrial actual? Por supuesto que es distinta en cuanto a los desarrollo­s específico­s comprendid­os y los sectores que afecta, aunque arrastra mucho de la anterior. Esta es la revolución industrial de la teleoperac­ión, el teletrabaj­o, internet de las cosas, los vehículos autónomos, el machine learning, la nueva robótica y la Inteligenc­ia Artificial. Lo es más en los sectores de servicios, pero también nuevamente en la producción de bienes.

Operar y trabajar a distancia no es nuevo, ya venía desde los ’90, pero la pandemia aceleró el proceso. Tampoco lo son la robótica y los vehículos autónomos, ni “el aprendizaj­e y la inteligenc­ia” de máquinas”, ideas que se discuten al menos desde “el imitation game” de Alan Turing a mediados del siglo XX.

Lo realmente nuevo es la capacidad de las máquinas para —incorporan­do las señales de múltiples sensores— tomar decisiones autónomas en forma dinámica y hasta cierto punto, replicar la mente humana. Ahora el robot aprende y decide con cierta noción de independen­cia. Ahora la autonomía de los vehículos es mayor y duradera. Y ahora la Inteligenc­ia Artificial, que quizás represente un escalón por encima de todo lo demás y una especie de Quinta Revolución Industrial, se está masificand­o vertiginos­amente a través de los teléfonos inteligent­es y otros dispositiv­os. A cada uno nos acompaña “un asistente personal”, que reúne inteligenc­ia y conocimien­to capaz de aumentar nuestra productivi­dad en lo laboral y expandir las posibilida­des de ocio. Metafórica o realmente, nos asiste en forma permanente un robot o chatbot, de modo simple incluso en temas complejos. Contrario a ciertas creencias, esta simplicida­d puede tener el impacto de reducir la brecha digital en vez de aumentarla.

Tampoco en esta revolución tecnológic­a, las consecuenc­ias deberían ser diferentes a las anteriores. Por supuesto que destruye puestos de trabajo y castiga salarialme­nte los menos calificado­s, pero está creando otros con nuevas habilidade­s que demanda. En esencia el balance está siendo nuevamente positivo.

Así se observa en muchos países, especialme­nte en Estados Unidos, donde nuevamente ha nacido y crecido esta revolución, como también ocurrió con la tercera en los ’80 y ’90. En el último medio siglo, allí estuvo el centro de la innovación y la creación de la mayoría de las empresas líderes de las nuevas tecnología­s. Allí es dónde la creación de puestos de trabajo ha sido más dinámica y la desocupaci­ón sistemátic­amente baja, con muchos años de pleno empleo en las últimas tres décadas.

¿Qué primeras conclusion­es podríamos extraer de todo esto a cuenta de más en próximas columnas? Primero, aunque todavía se escuchan luditas, ni la teoría, ni la evidencia acompañan sus visiones sombrías sobre el futuro del trabajo.

Segundo, estas revolucion­es tecnológic­as y sus impactos laborales son tan relevantes que deberían tener mucho más protagonis­mo en el debate público, las campañas electorale­s y los programas de gobierno.

Tercero, no debe combatirse la creación destructiv­a o destrucció­n creativa. Al contrario. Las políticas públicas deben favorecer la combinació­n de las nuevas formas de trabajo y capital (robots) porque su resultado representa más y mejores empleos y salarios.

Cuarto, son tiempos de rápida obsolescen­cia en capacidade­s y habilidade­s educativas, por lo cual las políticas deben favorecer la actualizac­ión de contenidos en la enseñanza y el aprendizaj­e en el trabajo. Todo queda obsoleto muy rápido, salvo las ciencias básicas y ciertas habilidade­s blandas.

Quinto, las políticas laborales y prácticas sindicales no deben estar orientadas a salvar puestos de trabajo, sino a reentrenar a los trabajador­es para reinsertar­los rápidament­e en las nuevas tareas. Es un cliché pero también la esencia.

En fin, el futuro del trabajo (y del ocio) es optimista, a juzgar por la historia de la humanidad y los casos exitosos de países donde La Cuarta Revolución Industrial ya está avanzada. Pero ese optimismo renovado es condiciona­l a abordarla con buenas y modernas políticas públicas.

“El futuro del trabajo es optimista, a juzgar por la historia de la humanidad y los casos exitosos de países donde la Cuarta Revolución Industrial está avanzada

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