¿Qué pasa en Francia?
El domingo 23 de abril se celebró la primera vuelta de las elecciones nacionales en Francia.
Las encuestas difundidas en los días previos fueron de gran precisión, por lo que si bien los resultados no fueron sorprendentes, sí presentan algunos signos llamativos.
Los datos oficiales ubicaron en primer lugar -con el 24%- a Emmanuel Macron, un centrista moderado, liberal en lo económico y promotor de ciertas políticas sociales.
La segunda posición fue para Marine Le Pen, que alcanzó el 21,3%, y se ubica en la extrema derecha del espectro político. Su énfasis estuvo puesto en la inmigración y el terrorismo desde la xenofobia y el discurso del miedo al diferente. Es anti europeísta.
La derecha tradicional, representada por la candidatura de François Fillon quedó en tercera posición, cosechando un 20%. Lógicamente se trataba de un candidato afín a la orientación actual de la Unión Europea, muy alineado con Bruselas.
En el cuarto lugar irrumpió el candidato de la izquierda alternativa, Jean-Luc Mélenchon, que obtuvo un nada despreciable 19,6%, luego de realizar una campaña súper crítica con las políticas de austeridad y el rumbo actual de la Unión Europea. Tuvo posiciones amigables con la inmigración.
El quinto lugar fue para Benoît Hamon, del Partido Socialista, con apenas 6%. Sin dudas, el candidato más a la izquierda que dicho Partido tuvo en años, se mostró crítico con el gobierno y distante de Hollande.
Pero, ¿qué significan estos resultados? ¿Por qué decimos que aunque no fueron sorprendentes, sí bastante llamativos?
Para empezar, el desenlace de esta elección implica que por primera vez ninguno de los dos partidos tradicionales que han gobernado Francia desde 1958, participe de la segunda vuelta. Esto da la pauta de un sistema de partidos conmocionado y que está cambiando.
Además, el Partido Socialista tuvo su peor performance desde 1969, y aunque ya había quedado fuera del balotaje en 2002, su lejana quinta posición es un dato histórico.
Más allá del candidato, el PS pagó el precio de la impopular gestión de Hollande. Aunque asumió con un programa socialdemócrata, muchas de sus medidas tuvieron la fuerte oposición de sectores históricamente afines, por ser consideradas de orientación liberal.
El tercer aspecto curioso para señalar es que, si bien la popularidad de Hollande está por los suelos y la evaluación de su gobierno es mayoritariamente negativa, su modelo económico es el favorito para triunfar en la segunda vuelta del 7 de mayo.
Y es que, aunque Macron no es socialista y se encarga de aclararlo, sí fue parte importante del actual gobierno desde el Ministerio de Economía, siendo considerado por varios medios de comunicación como “el ministro estrella de Hollande”.
¿Cómo se explica entonces que un presidente fuertemente rechazado por su gestión de la economía, lo que indudablemente influyó en la debacle socialista, esté tan cerca de lograr que su sucesor pertenezca a la misma línea?
Mucho se ha dicho sobre Macron estos últimos días, y parece lógico pensar que sea una especie de “antídoto” que el sistema encontró para frenar el extremismo de Le Pen.
Se trata de un candidato “diferente”, que no ocupó un cargo político hasta 2012 ni pertenece a ningún partido (creó su propio movimiento de cara a la campaña), pero a la vez es continuista y con un fuerte discurso en favor de la vapuleada Unión Europea.
Es la combinación perfecta para gustar tanto a ciudadanos desencantados con los partidos tradicionales como a sus socios europeos de distinto signo político, y buena parte de los mercados que temen por el proteccionismo de Le Pen.
Macron tiene todo para ganar el próximo domingo, también por el “pacto republicano” que se formó de modo de frenar al racismo de Le Pen, pero tendremos que esperar hasta el domingo para saber quién será el próximo presidente de la segunda economía de la zona euro. La expectativa es alta.