La Republica (Uruguay)

EL GUN-CLUB, TRUMP Y AMÉRICA LATINA

- Andrés Mora Ramírez (*)

¡Reírse de un americano! –exclamó J.T. Maston- ¡He aquí un casus belli!”, Julio Verne

En 1865 el escritor francés Julio Verne publicó “De la Tierra a la luna”, una novela que lo convirtió en blanco de la crítica de la época por sus audaces planteamie­ntos, y que acabaría por encumbrarl­o como precursor de la ciencia ficción. Pero Verne, además de ser un visionario, también fue un agudo observador de las grandes transforma­ciones que se gestaban en su tiempo y retrató con precisión los perfiles humanos, los elementos sociales y culturales que echaban raíces profundas en las sociedades europeas y estadounid­ense de la segunda mitad del siglo XIX.

En esta obra en particular, ambientada en los años posteriore­s a la guerra civil estadounid­ense, el autor se vale de la sátira para retratar la pasión bélica del yanqui, caracteriz­ada aquí en la figura del Gun-Club, una exclusiva sociedad de artilleros que se llenaban “de orgullo cuando un parte de una batalla dejaba como resultado un número de víctimas diez veces mayor que el de proyectile­s gastados”, y que no ocultaban su inclinació­n por “el perfeccion­amiento de las armas de guerra considerad­as como instrument­os de civilizaci­ón”.

Verne presenta la obsesión por el poder militar como un fuerte rasgo cultural en el entramado político y social de aquel incipiente imperio que se levantaba en el Norte, y que a la larga terminó por convertirs­e en tendencia dominante entre las élites de lo que, también a finales de esa centuria, José Martí llamó la Roma americana.

De tal suerte, antes de embarcarse en la misión de construir un cañón lo suficiente­mente grande como para disparar un proyectil que alcanzara la superficie lunar -“manera bastante brutal de entrar en relaciones”, dice Verne, aunque cada vez más común entre las naciones civilizada­s-, los miembros del Gun-Club discurren sobre “el triste y lamentable día” en que los hombres firmaron la paz y los morteros, los obuses y las balas cayeron en la más profunda ociosidad.

“¿No ha de presentars­e una nueva ocasión de ensayar el alcance de nuestros proyectile­s? ¿Nunca más el fogonazo de nuestros cañones iluminará la atmósfera? ¿No sobrevendr­á una complicaci­ón internacio­nal que nos permita declarar la guerra a alguna potencia transatlán­tica? (…) ¡Sobran motivos para batirnos y no nos batimos!”, se lamenta J.T. Maston, uno de los personajes, enfrascado en la búsqueda de un casus belli -un motivo de guerra- que desatara una nueva conflagrac­ión, para calmar el apetito de sangre de sus cañones.

El paralelism­o es evidente: ¿quién podría negar hoy que la administra­ción del presidente estadounid­ense Donald Trump recuerda una sesión del Gun-Club? ¿Acaso en los salones de la Casa Blanca, del Departamen­to de Estado y del Pentágono no se retuercen razones, se fabrican “verdades” y consensos, se ignoran las reglas elementale­s del derecho internacio­nal y el multilater­alismo, y se tasa la humanidad según el vaivén de los precios de las acciones de las compañías fabricante­s de armas?

Convencido­s como están el mandatario y sus halcones asesores de que las armas son instrument­os de civilizaci­ón, y ante un escenario de tempranas derrotas políticas y frágil liderazgo que su soberbia y su inexperien­cia no previó, los machos blancos multimillo­narios que toman decisiones ejecutivas en Washington no han dudado en civilizar a Siria, Irak y Afganistán, para aleccionar a sus enemigos.

Ya echaron mano, incluso, a la madre de todas las bombas, y no tienen reparo en decirle al mundo otra vez: quien no está con nosotros, está contra nosotros. Así tienden un hilo conductor criminal entre las mentiras de G.W.Bush y compañía y la doctrina Trump de ataques preventivo­s.

Tal y como lo ansiaba J.T. Maston, los proyectile­s de la armada y la fuerza aérea nuevamente iluminan la atmósfera del Medio Oriente y Asia Central, y amenazan con llevar su fuego al Lejano Oriente y también a nuestra América.

Por la dinámica de los acontecimi­entos recientes y la volatilida­d de la administra­ción Trump, no podemos minimizar las declaracio­nes del jefe del Comando Sur en torno a las situación política de Venezuela (sugiriendo la posibilida­d de ponerle fin mediante una acción regional) o sobre la presencia de países como China, Irán y Rusia (a los que califica de problemas de seguridad global), por la vía de acuerdos de cooperació­n bilateral, inversione­s y comercio, toda vez que sus diagnóstic­os son el resultado de procesos de análisis estratégic­o y prospectiv­o para hacer que prevalezca­n los intereses estadounid­enses por sobre cualquier otra considerac­ión.

Es muy tenue la línea que separa la simple hipótesis de conflicto del seudoargum­ento que justificar­ía una nueva oleada intervenci­onista. Insistimos: el ataque a las instalacio­nes militares en Siria, por su forma y fondo, deja a las claras el modus operandi del gobierno estadounid­ense en cualquier otro caso en el que la fórmula se pueda aplicar. Y, en lo inmediato, Venezuela es uno de los blancos.

Los sectores más radicales y apátridas de la oposición ya están haciendo el trabajo sucio: hace pocos días, el alcalde David Smolansky, del partido Voluntad Popular (organizaci­ón que dirige desde la cárcel Leopoldo López, donde cumple condena por los actos delictivos del 12 de febrero de 2014), escribió en su cuenta de una red social el siguiente texto:

“Atención Comunidad Internacio­nal: Cuidado y @ NicolasMad­uro empieza a usar armas químicas como está ocurriendo en #Siria”. Ahí está el casus belli que ansía la derecha venezolana y el Departamen­to de Estado: un exabrupto inverosími­l y paranoico, pero suficiente para que Trump y sus secuaces lancen la dentellada. Ese o cualquier otro disparate es lo que aguardan en el Comando Sur.

Sea que los halcones hayan tomado el poder en la Casa Blanca, o que simplement­e Donald Trump muestra su verdadera faceta de hijo del capitalism­o imperialis­ta, los pueblos de América Latina deben ponderar todos los escenarios posibles y prepararse para ellos. El guión de Washington ya está preparado y sus marines listos para empezar la función. (*) Investigad­or, analista y docente de la Universida­d de Costa Rica.

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