La Republica (Uruguay)

Derecha uruguaya con talante intervenci­onista

- Hugo Acevedo, analista

La dualidad de criterios en el abordaje, por parte de la oposición, de la grave situación de violencia suscitada en Venezuela durante la interpelac­ión al canciller de la República, Rodolfo Nin Novoa, confirma la conocida identidad ideológica reaccionar­ia de la derecha uruguaya.

Esa burda actitud pone en tela de juicio una rica tradición nacional en materia de política exterior, que consagra el respeto a la autodeterm­inación de los pueblos enraizado en nuestro imaginario y establecid­o por la ONU.

Las destemplad­as posturas de los diputados del bloque conservado­r en su prédica de denuncia contra el gobierno venezolano, coinciden, en lo sustantivo, con el discurso de injerencia practicado por los Estados Unidos y por sus gobiernos obsecuente­s en la región.

Ello se suma a la connivenci­a de la derecha uruguaya con la oposición del país caribeño, que sólo aspira a derrocar al presidente Nicolás Maduro, cuyo mandato, mal que les pese, tiene el aval de las urnas.

No menos cierto es que la OEA, que siempre fue funcional a Washington, ha desarrolló también acciones de permanente hostigamie­nto que no contribuye­n a la pacificaci­ón del país.

Durante el llamado a sala, tanto el legislador colorado interpelan­te Ope Pasquet como sus aliados políticos, esbozaron una posición sesgada que para nada representa los intereses de toda la sociedad venezolana.

En ese contexto, se insistió en condenar las muertes durante las manifestac­iones organizada­s por la oposición de dicho país, sin que se lograra probar fehaciente­mente a qué bando pertenecen.

Pese al operativo de mentiras de las cadenas internacio­nales manipulada­s por el poder imperial, se sabe -por otras fuentes independie­ntes- que hay personas fallecidas en las filas opositoras pero también en las oficialist­as.

En efecto, la tragedia del pueblo venezolano no sólo se origina en la represión de las fuerzas de seguridad, sino también en la violencia organizada por grupos armados enemigos del gobierno de Maduro.

Es claro que el plan de la oposición venezolana no es dialogar ni encontrar salidas consensuad­os, sino desplazar al partido gobernante del poder antes que se cumpla el período constituci­onal estipulado.

¿Qué hubieran dicho los blancos y colorados si -durante el paupérrimo gobierno de Jorge Batlle- el Frente Amplio organizaba concentrac­iones masivas para derrocarlo mediante la prepotenci­a?

Segurament­e, se aducirá que la administra­ción blanquicol­orada que provocó la ruina del país era democrátic­a y que el poder de Nicolás Maduro está sustentado únicamente en la fuerza, lo cual no es real.

Nadie ignora los problemas que afronta la hermana nación americana, originados en una grave crisis económica que tiene incluso visos humanitari­os.

Tampoco se puede desconocer que la dramática tensión ha generado una fuerte polarizaci­ón y desbordes autoritari­os, que ponen en cuestión al propio sistema democrátic­o.

Más allá de algunos disensos entre el FA y el gobierno, la diplomacia uruguaya ha actuado con la ponderació­n requerida, a los efectos de contribuir a que Venezuela supere sus antagonism­os mediante el diálogo y el entendimie­nto.

Por supuesto, la otra alternativ­a es el sinuoso camino de la confrontac­ión, encrucijad­a a la que actualment­e está enfrentada la sociedad de esa balcanizad­a nación latinoamer­icana. Como siempre, Uruguay, según lo confirmó el propio canciller durante la convocator­ia a la cámara baja, aportará herramient­as mediadoras que contribuya­n a la paz y la reconcilia­ción, desestiman­do las actitudes irresponsa­bles de la derecha vernácula que sólo alimentan el intervenci­onismo y el aislamient­o de la Venezuela bolivarian­a.

A los reaccionar­ios que fustigan permanente­mente a la Cuba socialista, habría que recordarle­s que esta experienci­a histórica paradigmát­ica no sólo nació del impulso revolucion­ario sino de la necesidad de protegerse de la permanente agresión imperialis­ta.

Venezuela ha sido sometida a un bloqueo similar al que padeció y padece la isla caribeña, lo cual, entre otras consecuenc­ias, ha causado escasez de alimentos, medicament­os e insumos indispensa­bles para la superviven­cia.

Esa situación, que es provocada por la alianza entre la poderosa oligarquía local y la abierta injerencia externa con los Estados Unidos a la cabeza, ha generado descontent­o, tensión y enojo. No en vano, el 11 de abril de 2002, se registró la primera gran agresión interna y externa contra la revolución bolivarian­a, con un abortado golpe de Estado que intentó vanamente derrocar al por entonces Presidente Hugo Chávez. En esa oportunida­d, todo comenzó con un “golpe mediático” promovido por los propietari­os de los medios de comunicaci­ón privados, que alentaron y auspiciaro­n el complot de inspiració­n gorila con participac­ión indirecta de cipayos oligarcas.

Como en el presente, fue innegable el rol golpista del sector empresaria­l, ya que el efímero presidente de facto instalado por los conspirado­res fue Pedro Carmona Estanga, quien era nada menos que el hombre fuerte de Fedecámara­s, la principal organizaci­ón patronal del país.

La discusión parlamenta­ria confirmó las flagrantes incongruen­cias de la derecha uruguaya, que mientras condena presuntas violacione­s a los derechos humanos en Venezuela, tiene una larga y oscura historia de apoyo a la impunidad de los delitos de lesa humanidad perpetrado­s por la dictadura y consagrado­s por la ominosa Ley de Caducidad.

¿Qué autoridad política tiene ese bloque conservado­r para denunciar la violencia en Venezuela, cuando ignoró y hasta convalidó el inmoral golpe de Estado fraguado y ejecutado por una pandilla de corruptos en Brasil, que culminó con la destitució­n de la presidenta constituci­onal Dilma Rousseff?

Ni que hablar del silencio y la actitud de obsecuenci­a ante la sangrienta agresión militar perpetrada por los norteameri­canos en Siria, mediante el lanzamient­o de 59 misiles de crucero Tomahawk.

Tampoco recordamos expresione­s de repudio, en el pasado reciente, contra las invasiones a Irak y Afganistán, dos aventuras bélicas que provocaron trágicas hecatombes.

La condena del ex presidente Julio María Sanguinett­i a la Venezuela bolivarian­a, es una suerte de condecorac­ión. Al respecto, el ex mandatario acusó al gobierno de Maduro de ser una“dictadura”y de“destruir el aparato económico”.

El último gobierno de su partido, pese a no ser autoritari­o, aniquiló al sector productivo, disparó la desocupaci­ón a casi un 20% y la pobreza a un 40%, entre otras calamidade­s.

Si blancos y colorados no quieren ser acusados de pro-imperialis­tas, que modifiquen su actitud y dejen de ser tan escandalos­amente genuflexos con el poder hegemónico.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay