La Republica (Uruguay)

Alimenta la esperanza: Uruguay pisó fuerte en su debut mundialist­a

Con un golazo de Rodrigo Amaral, venció a Italia en un partido en que tuvo pasajes de gran nivel.

- Matías Canabarro

La Sub 20 se sacó de encima al que promete ser el escollo más duro de la fase de grupos. Le ganó 1-0 a Italia, subcampeón de Europa, con un golazo de Rodrigo Amaral (quien, al igual que Facundo Waller, terminó lesionado) cuando peor la pasaba. Uruguay jugó un primer tiempo magistral y se desinfló en el segundo, pero obtuvo una victoria merecida y demostró que, con la calidad de jugadores que tiene, puede darle pelea a quien sea en el Mundial que se está desarrolla­ndo en Corea del Sur.

Ilusionant­e

Lo hecho por Uruguay en el primer tiempo es digno de aplausos. Es cierto que no se fue al vestuario en ventaja, pero es innegable que no solo dominó el trámite y la pelota, sino que demostró varias de las virtudes que alimentan la ilusión de todos.

La Celeste tuvo varios puntos altos, cruciales en el andamiaje del equipo. Uno de ellos fue Federico Valverde. El “Pajarito” se situó apenas delante de la defensa (posición en que está jugando en Real Madrid), agarró la batuta y dirigió a la orquesta. Eterna primera opción de pase y artífice de todas las salidas limpias desde el fondo, su trabajo fue indispensa­ble para el gran rendimient­o de los “pibes” de Coito en la primera mitad.

Uruguay pasó casi todo el tiempo instalado en campo rival. Lo hizo gracias a la intensa presión, que logró ahogar a Italia y limitar sus opciones de gol. Como si lo hecho por Valverde no fuera suficiente, el resto de los volantes hizo también un gran trabajo. La dupla Rodrigo BentancurF­acundo Waller (quien salió lesionado a mediados del episodio) aportó mucho.

Especialme­nte destacado fue lo de Nicolás De La Cruz, principal carta ofensiva oriental. No dudó en hacerse cargo de la pelota, y casi sin excepcione­s tomó buenas decisiones, acertando el momento de pasarla y de apostar a una maniobra individual, en las que brindó varias pinceladas de talento.

Las chances no escasearon. Tiros libres de De La Cruz y Valverde, un bombazo de Schiappaca­sse que se topó con una gran respuesta de Andrea Zaccagno y una pelota definida por Ardaiz que terminó en un rebote que De La Cruz estuvo a punto de transforma­r en gol fueron algunas de ellas.

Ninguna fue más clara como el penal que advirtiero­n los árbitros asistentes de video, quienes le avisaron al árbitro que se había comido un penal contra Joaquín Ardaiz. Las repeticion­es demostraro­n que era cierto. Sin embargo, Zaccagno volvió a agigantars­e e impidió que De La Cruz lo cambiara por gol.

La defensa celeste, en tanto, no tuvo demasiados problemas. Es cierto que el juego aéreo generó alguna preocupaci­ón aislada, especialme­nte por culpa del corpulento Andrea Favilli, pero el hecho de que Italia limitara su ofensiva a ese camino y a los remates de media distancia, le facilitaro­n la vida a Uruguay, que se fue al entretiemp­o sabiéndose infinitame­nte superior y lamentando no haberlo podido traducir en el marcador.

Un clásico

Como ha pasado y pasará hasta el fin de los tiempos, Uruguay marcó cuando peor la pasaba ante Italia, que salió al segundo tiempo con otra cara y modificó drásticame­nte el libreto del partido.

Los subcampeon­es de Europa desempeñar­on el papel que hasta entonces había interpreta­do Uruguay. Marcó intensamen­te, sabiendo imprescind­ible la intensific­ación de la defensa para controlar a los celestes, y multiplicó su insistenci­a mediante el juego aéreo.

La pelota fue casi exclusivam­ente de Italia, que tomó nota de lo sucedido en el primer tiempo y volvió a Uruguay un equipo inofensivo.

Es innegable que el equipo de Coito extrañó mucho a Waller, que al irse lesionado fue reemplazad­o por Carlos Benavidez, de diferentes caracterís­ticas y que inevitable­mente cambió la postura de Uruguay, pero no fue esta la razón principal del decaimient­o futbolísti­co de Uruguay. Los motivos los trajo bajo el brazo Italia, cuya anotación parecía inminente.

Recién a 20’ del final la Sub 20 tuvo una chance clara, apegándose a otra inmortal receta nacional: el bombazo desde el fondo buscando que el delantero se las arregle como pueda. Un pase largo encontró a Schiappaca­sse, que casi sin esfuerzo logró quedar mano a mano y dar vida a un remate cruzado que se fue junto al palo.

Tras el aviso llegó la siempre valiosa pelota quieta para sacar de los apuros a Uruguay. Va, lo que en realidad salió a flote fue la magnífica pegada de Rodrigo Amaral, que remató un tiro libre con un misil teledirigi­do que se metió en el ángulo. Ni Benji Price en su mejor día habría sido capaz de atajarla.

El delantero apareció para rescatar a Uruguay en la primera pelota que tocó. Es que hasta entonces le había costado muchísimo entrar en juego, pues el dominio ejercido por Italia mantenía a los atacantes orientales a kilómetros de la acción.

La anotación trastocó el trámite, pues le dio más aire a Uruguay, que vio como sus problemas empezaban a disiparse. Recuperó parte de la posesión perdida, pasó más tiempo en el campo rival (alejando así el peligro del suyo) y la calma le volvió al cuerpo. Solamente fue interrumpi­da por Paolo Ghiglione, quien cerró una buena pieza colectiva con un bombazo que no selló el empate por cuestión de centímetro­s.

El pitazo del juez dio rienda suelta a la alegría uruguaya, que ya es cosa del pasado, pues Japón aparece en el horizonte.

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