Los acuerdos comerciales
Las diferencias entre las grandes potencias comerciales limitó la tarea de la OMC, Organización Mundial del Comercio, para avanzar en acuerdos multilaterales. Ello llevó, especialmente a EEUU, a realizar acuerdos plurilaterales defendiendo sus intereses y la de las grandes empresas transnacionales. En la etapa actual, bajo el gobierno de Trump en EEUU, hay un retorno a distintas formas de proteccionismo. EEUU se retiró del acuerdo Transpacífico, especialmente con países asiáticos, e inicia conversaciones para modificar el Nafta con Canadá y México. Mientras tanto, China retoma el discurso del libre comercio e intenta liderar nuevos acuerdos comerciales.
Uruguay es un país pequeño, donde la inserción económica internacional es vital para su desarrollo. Exportar o morir ha sido una frase muy utilizada. Hay un debate sobre los acuerdos comerciales. Los economistas ortodoxos expresan: “Hay que exportar, hay que ganar mercados, hay que hacer acuerdos comerciales”. Uruguay sin acuerdos comerciales obtuvo alrededor de 140 mercados internacionales, especialmente para sus exportaciones de carne. La Unión Aduanera del Mercosur le impide realizar acuerdos bilaterales sin la autorización de los demás países. El Mercosur no ha realizado acuerdos comerciales relevantes con terceros países, porque bajo el liderazgo de Brasil, no encontraba acuerdos suficientemente convenientes.
No estamos en desacuerdo con realizar acuerdos comerciales con todos los países del mundo. En general, la elaboración de estos tratados comerciales se realizan en forma secreta, salvo para las grandes empresas transnacionales. En dichos acuerdos, como por ejemplo en el Transpacífico, se busca liberalizar el comercio internacional, las finanzas internacionales, se obtienen beneficios para las grandes empresas en propiedad intelectual, las controversias entre inversores y Estado se resuelven en tribunales internacionales, como el Ciadi que generalmente favorece a las grandes empresas, se afectan las funciones de las empresas públicas y se limita la acción del Estado. Para los países subdesarrollados se abren posibilidades de aumentar sus exportaciones de productos primarios con el mínimo de valor agregado. La ortodoxia económica apoya estos tratados, porque cree que el libre juego del mercado resolverá todos los problemas económicos y sociales y, por lo tanto, el Estado se tiene que limitar a sus mínimas funciones. Quienes creemos que las funciones del Estado son indispensables para implementar una estrategia de desarrollo, para una inserción internacional que además de exportar recursos naturales con el mayor valor agregado posible se exporte también bienes y servicios de alta y media tecnología (para lo que la integración regional es vital), para apoyar medidas que atiendan los problemas del empleo, para resolver los problemas sociales y acciones para mejorar la distribución del ingreso, ponemos reparos a estos acuerdos comerciales. Queremos acuerdos comerciales que no nos limite la acción del Estado y que nos facilite exportar bienes y servicios de alta y media tecnología, incorporándonos a cadenas de valor regionales e internacionales.
Muchas veces la Cancillería, con razón, expresa que los acuerdos comerciales nos permitirían competir en las exportaciones de carne, al obtener condiciones de igualdad con nuestros principales competidores que son Australia y Nueva Zelandia. Pero hay que analizar todo el acuerdo. Por ello es muy relevante la publicación de Sebastián Torres “Impactos sectoriales en Uruguay de la firma de un tratado de libre comercio entre el Mercosur y China”. Un acuerdo clásico mantendría la exportación de recursos naturales y la importación de rubros de alta y media tecnología como en la actualidad. El acuerdo podría mejorar las exportaciones de soja y nos pondría en igualdad de condiciones con Australia y Nueva Zelandia para exportar carne. La pasta de celulosa no tiene aranceles, y por lo tanto no sufriría modificaciones. Es difícil que se incluyan en el acuerdo rubros como arroz, lana sucia y tops que China dejó de lado en sus acuerdos con Chile y Perú. Se podrían abrir posibilidades de exportación de nuevos rubros como leche en polvo, quesos, cítricos, aceite de oliva, miel y vinos. Pero al liberalizar el comercio bajando o eliminando aranceles, entran importaciones provenientes de China que afectan las ventas de productos nacionales al mercado interno. Influiría decisivamente en las compras públicas, y en sectores como vestimenta, calzado y tejidos, artículos de relojería, productos químicos, automotriz, metalurgia y papel. Esto podría afectar a alrededor de 20.000 puestos de trabajo. Pero además Uruguay exporta a los países del Mercosur productos manufacturados que también serían afectados por un acuerdo de liberalización comercial entre el Mercosur y China. Entre estos rubros afectados se encuentra textil, vestimenta, calzado, químicas básicas y productos químicos, caucho y plásticos, papel y cartón (como papel de fotocopia, papel de obras, papel estucado, toallitas, etc.), metalurgia, muebles y automotriz (en la medida que la liberalización no requiere localización de las ensambladoras en los países del Mercosur).
El acuerdo mejoraría algunos rubros de exportaciones de recursos naturales pero afectaría a productos industriales que son relevantes para Uruguay, y especialmente a alrededor de 40.000 puestos de trabajo. El trabajo de Sebastián Torres analiza con todo detalle cada uno de estos rubros afectados, no sólo en términos de empleo sino también en valor agregado.
China es la primera potencia comercial mundial. Tenemos una relación CentroPeriferia que tenemos que modificar. Un acuerdo bilateral Uruguay-China no sería aceptado por Argentina ni por Brasil. Un acuerdo con China no sería sencillo de exportar bienes y servicios de alta y media tecnología. No lo han logrado los países subdesarrollados que han concretado acuerdos con China. Pero además Torres nos muestra nítidamente los rubros de la industria manufacturera que serían afectados en un acuerdo clásico con China.
El debate está abierto. El Frente Amplio como fuerza política lo debe discutir. El Poder Ejecutivo se debe abrir. Hay que hacer acuerdos comerciales, pero que resulten favorables a los intereses nacionales, tanto en términos de inserción como de empleo.