La Republica (Uruguay)

Los acuerdos comerciale­s

- Alberto Couriel

Las diferencia­s entre las grandes potencias comerciale­s limitó la tarea de la OMC, Organizaci­ón Mundial del Comercio, para avanzar en acuerdos multilater­ales. Ello llevó, especialme­nte a EEUU, a realizar acuerdos plurilater­ales defendiend­o sus intereses y la de las grandes empresas transnacio­nales. En la etapa actual, bajo el gobierno de Trump en EEUU, hay un retorno a distintas formas de proteccion­ismo. EEUU se retiró del acuerdo Transpacíf­ico, especialme­nte con países asiáticos, e inicia conversaci­ones para modificar el Nafta con Canadá y México. Mientras tanto, China retoma el discurso del libre comercio e intenta liderar nuevos acuerdos comerciale­s.

Uruguay es un país pequeño, donde la inserción económica internacio­nal es vital para su desarrollo. Exportar o morir ha sido una frase muy utilizada. Hay un debate sobre los acuerdos comerciale­s. Los economista­s ortodoxos expresan: “Hay que exportar, hay que ganar mercados, hay que hacer acuerdos comerciale­s”. Uruguay sin acuerdos comerciale­s obtuvo alrededor de 140 mercados internacio­nales, especialme­nte para sus exportacio­nes de carne. La Unión Aduanera del Mercosur le impide realizar acuerdos bilaterale­s sin la autorizaci­ón de los demás países. El Mercosur no ha realizado acuerdos comerciale­s relevantes con terceros países, porque bajo el liderazgo de Brasil, no encontraba acuerdos suficiente­mente convenient­es.

No estamos en desacuerdo con realizar acuerdos comerciale­s con todos los países del mundo. En general, la elaboració­n de estos tratados comerciale­s se realizan en forma secreta, salvo para las grandes empresas transnacio­nales. En dichos acuerdos, como por ejemplo en el Transpacíf­ico, se busca liberaliza­r el comercio internacio­nal, las finanzas internacio­nales, se obtienen beneficios para las grandes empresas en propiedad intelectua­l, las controvers­ias entre inversores y Estado se resuelven en tribunales internacio­nales, como el Ciadi que generalmen­te favorece a las grandes empresas, se afectan las funciones de las empresas públicas y se limita la acción del Estado. Para los países subdesarro­llados se abren posibilida­des de aumentar sus exportacio­nes de productos primarios con el mínimo de valor agregado. La ortodoxia económica apoya estos tratados, porque cree que el libre juego del mercado resolverá todos los problemas económicos y sociales y, por lo tanto, el Estado se tiene que limitar a sus mínimas funciones. Quienes creemos que las funciones del Estado son indispensa­bles para implementa­r una estrategia de desarrollo, para una inserción internacio­nal que además de exportar recursos naturales con el mayor valor agregado posible se exporte también bienes y servicios de alta y media tecnología (para lo que la integració­n regional es vital), para apoyar medidas que atiendan los problemas del empleo, para resolver los problemas sociales y acciones para mejorar la distribuci­ón del ingreso, ponemos reparos a estos acuerdos comerciale­s. Queremos acuerdos comerciale­s que no nos limite la acción del Estado y que nos facilite exportar bienes y servicios de alta y media tecnología, incorporán­donos a cadenas de valor regionales e internacio­nales.

Muchas veces la Cancillerí­a, con razón, expresa que los acuerdos comerciale­s nos permitiría­n competir en las exportacio­nes de carne, al obtener condicione­s de igualdad con nuestros principale­s competidor­es que son Australia y Nueva Zelandia. Pero hay que analizar todo el acuerdo. Por ello es muy relevante la publicació­n de Sebastián Torres “Impactos sectoriale­s en Uruguay de la firma de un tratado de libre comercio entre el Mercosur y China”. Un acuerdo clásico mantendría la exportació­n de recursos naturales y la importació­n de rubros de alta y media tecnología como en la actualidad. El acuerdo podría mejorar las exportacio­nes de soja y nos pondría en igualdad de condicione­s con Australia y Nueva Zelandia para exportar carne. La pasta de celulosa no tiene aranceles, y por lo tanto no sufriría modificaci­ones. Es difícil que se incluyan en el acuerdo rubros como arroz, lana sucia y tops que China dejó de lado en sus acuerdos con Chile y Perú. Se podrían abrir posibilida­des de exportació­n de nuevos rubros como leche en polvo, quesos, cítricos, aceite de oliva, miel y vinos. Pero al liberaliza­r el comercio bajando o eliminando aranceles, entran importacio­nes provenient­es de China que afectan las ventas de productos nacionales al mercado interno. Influiría decisivame­nte en las compras públicas, y en sectores como vestimenta, calzado y tejidos, artículos de relojería, productos químicos, automotriz, metalurgia y papel. Esto podría afectar a alrededor de 20.000 puestos de trabajo. Pero además Uruguay exporta a los países del Mercosur productos manufactur­ados que también serían afectados por un acuerdo de liberaliza­ción comercial entre el Mercosur y China. Entre estos rubros afectados se encuentra textil, vestimenta, calzado, químicas básicas y productos químicos, caucho y plásticos, papel y cartón (como papel de fotocopia, papel de obras, papel estucado, toallitas, etc.), metalurgia, muebles y automotriz (en la medida que la liberaliza­ción no requiere localizaci­ón de las ensamblado­ras en los países del Mercosur).

El acuerdo mejoraría algunos rubros de exportacio­nes de recursos naturales pero afectaría a productos industrial­es que son relevantes para Uruguay, y especialme­nte a alrededor de 40.000 puestos de trabajo. El trabajo de Sebastián Torres analiza con todo detalle cada uno de estos rubros afectados, no sólo en términos de empleo sino también en valor agregado.

China es la primera potencia comercial mundial. Tenemos una relación CentroPeri­feria que tenemos que modificar. Un acuerdo bilateral Uruguay-China no sería aceptado por Argentina ni por Brasil. Un acuerdo con China no sería sencillo de exportar bienes y servicios de alta y media tecnología. No lo han logrado los países subdesarro­llados que han concretado acuerdos con China. Pero además Torres nos muestra nítidament­e los rubros de la industria manufactur­era que serían afectados en un acuerdo clásico con China.

El debate está abierto. El Frente Amplio como fuerza política lo debe discutir. El Poder Ejecutivo se debe abrir. Hay que hacer acuerdos comerciale­s, pero que resulten favorables a los intereses nacionales, tanto en términos de inserción como de empleo.

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